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Íconos urbanos

Las ciudades desde siempre han buscado muñirse de simbología urbana y construir elementos representativos que rememoren no solo hechos positivos o sucesos que vivieron esas sociedades, sino también los referidos a desastres y guerras que sucedieron en esos territorios.

Cierto es que un ícono debe tener una total relación con la cultura si quiere convertirse en signo representativo de hechos históricos o actuales de las urbes. Por ello, desde siempre, un ícono ha buscado significar algo, tanto es así que esas creaciones fueron y seguirán siendo inspiradas en los acontecimientos más relevantes de las naciones.

La Paz cuenta con algunos íconos urbanos como el Obelisco, el cual se encuentra instalado en un punto estratégico del centro citadino, donde la avenida troncal se bifurca con otras avenidas y calles como la Camacho y la Ayacucho. Lo sorprendente de esa plazuela radica en que funciona solo como lugar de paso del transeúnte o como punto referencial urbano.

A propósito de este tema, se debe recordar que hace tres o cuatro años se construyeron algunos íconos urbanos en pequeños espacios residuales de las laderas. Una idea interesante, aunque triste por ciertos casos en los que no se respetó la propuesta original y menos su altura. Incluso así fue un esfuerzo que dotó de puntos de expresión urbana a esos barrios. Lamentablemente hoy algunos están prácticamente destruidos por el material utilizado en su construcción y por la falta de mantenimiento.

En el orbe existen importantes íconos que han logrado representar a la cultura de forma valiosa, por ejemplo el Museo de Guggenheim de Bilbao, obra arquitectónica que por sus formas escultóricas se ha convertido en una referencia obligada de esa ciudad española y que cautiva a miles de visitantes que encuentran en esa expresión formal la grandeza de la arquitectura.

Este año en Dubái se premió en un concurso privado a un ícono del arquitecto Calatrava: La flor de lis (tercero en el tema floral), resuelto con la forma de un pináculo en cuya parte central será construido un edificio que no se muestra en un primer plano, sino que forma parte del sustento vertical del ícono. Elemento artístico y arquitectónico que, por otra parte, ambiciona convertirse no solo en el más bello de Dubái, sino en el más alto del planeta. Así, esa ciudad, donde se encuentran algunos de los rascacielos más altos del mundo, tendrá un ícono con un valor de $us 1.000 millones.

Otra obra del mismo y polémico arquitecto es la Paloma de Nueva York (estación del metro), considerada el símbolo del renacer de esa ciudad después del 11 de septiembre. Este bello ícono, fiel al estilo de Calatrava ($us 4.000 millones), ha logrado conquistar a miles de habitantes que transitan día a día por ese lugar, convirtiéndolo además en un espacio de encuentro ciudadano.

En La Paz algo difícil de entender es cómo ciertas expresiones culturales o íconos urbanos no son comprendidos como parte de la simbología de la ciudad. ¿Es que acaso no merecen ser bien conservados con un mantenimiento anual? Esto no solo por sus valores, sino por el significado que dotan a ciertas áreas de la ciudad y, por qué no decirlo, por el aprecio de la población.

No olvidemos que cualquier hecho, sea de arquitectura, escultura u otras ramas, que se ha ganado el derecho de convertirse en ícono urbano (tanto por su estética como por su expresión formal o su comprensión de la ciudad) es porque conlleva una carga profunda de sentido cultural.