Los Juegos Olímpicos han finalizado y el equipo Estados Unidos fue el claro ganador. Éste se retiró de Río con la mayor cantidad de medallas de oro, plata y bronce. La última vez que una sola nación conquistó las tres categorías fue hace 40 años (excepto por los juegos boicoteados en 1980 y 1984). La diferencia de Estados Unidos sobre el segundo lugar fue de 51 preseas, la ventaja más grande en una olimpiada no boicoteada desde 1932. Tal parece que alguien olvidó decirles a los atletas estadounidenses que “Estados Unidos ya no gana”.

Ganar en las Olimpiadas no necesariamente tiene relación con el éxito en otras esferas, pero de todas maneras los Juegos pueden servir para interpretar algunos aspectos acerca del mundo. A pesar de todos sus problemas, Estados Unidos aún se eleva por encima de la competencia. Y sin embargo, al observar los números se puede ver claramente el ascenso de otras naciones. El equipo olímpico norteamericano ha ganado entre el 10 y el 20% de las medallas en la mayoría de las Olimpiadas modernas. No obstante, en los últimos 30 años el número ha bajado hasta el fondo de ese rango. Esto refleja la historia de la relativa solidez económica de EEUU. Sigue siendo la primera potencia, pero su participación en el PIB mundial ha descendido en las últimas décadas, mientras que naciones emergentes han visto crecer la relevancia mundial de su economía.
La pieza más grande de esta historia es por supuesto China. Su ascenso tanto en las Olimpiadas como en la economía es deslumbrante. En la década de los 80 China comenzó a participar en los Juegos Olímpicos. En 1992 obtuvo el cuarto lugar, con 54 medallas. En 2000 obtuvo el tercer lugar. Y hoy en día ocupa el segundo puesto. Entonces, ¿cuál es la clave para tener éxito en una olimpiada? Varios economistas y analistas han intentado construir modelos que interpreten los medalleros. Los indicadores más simples y confiables parecen ser el tamaño de población y, más importante aún, el PIB.

Sin embargo, también está el efecto soviético. Si una dictadura centralizada se enfoca obsesivamente en los deportes, puede incrementar sus registros significativamente. La Unión Soviética era, con frecuencia, el líder mundial en las Olimpiadas durante la Guerra Fría; y Alemania Oriental era el motor de los Juegos; no obstante este éxito hoy está en cuestión por las sospechas de que habría sido impulsado por un sistema masivo de dopaje. Actualmente China se beneficia de políticas estatales agresivas orientadas a ganar medallas, razón por la cual su cómputo más bajo este año probablemente impulse una serie de cambios en Beijing.

El país con el desempeño más bajo sorprendente es India, la segunda nación más poblada del mundo y la séptima economía mundial. India ganó dos medallas en Río, es decir, una para cada 650 millones de personas. En comparación, Azerbaiyán ganó 18, una para cada 500.000 habitantes, con un resultado 1.000 veces mejor. ¿Por qué? La pobreza sería una explicación fácil. India todavía es un país muy pobre en términos per cápita. Pero ¿por qué le va mucho peor que a otras naciones consideradas también pobres? Poniéndolo en perspectiva, el PIB per cápita de India hoy está cerca del que poseía China en 2000. Ese año China ganó 58 medallas (28 de oro), cerca de 30 veces más de lo que ganó India este verano.

Algunos indios atribuyen este fracaso a la democracia revuelta de su nación. Pero países en desarrollo y democráticos como Kenia, Sudáfrica y Turquía tienen un rendimiento mucho mejor. Parece ser que una buena política pública es la clave, dice Danyel Reiche, quien ha escrito un libro para explicar los secretos del éxito en las Olimpiadas. Él pregunta por ejemplo por qué Kenia es capaz de ganar 29 medallas más que Arabia Saudita, a pesar de que es 17 veces más pobre. Su respuesta es una fórmula estatal que se divide en cuatro políticas: empoderar a las mujeres para liberar el potencial de la mitad de la población, construir instituciones deportivas sólidas en el país, especializarse en algunos deportes y convertirse en un receptor anticipado de nuevas técnicas y deportes. Los países que adoptan algunas de estas estrategias tienen buenos resultados: Nueva Zelanda, Dinamarca, Croacia y, más destacadamente, Jamaica.

La baja performance de India en las Olimpiadas podría reflejar más de una característica permanente en aquel país: excelencia privada pero incompetencia pública. El Gobierno indio trabaja muy mal. Sin embargo, hay muchas más cosas en juego. India no tiene el mismo fervor nacionalista unificado que China trae a estas competencias mundiales. Tal vez eso se deba, entre otras razones, a la diversidad étnica y cultural. Resulta difícil imaginar al país unido como lo hizo China para las Olimpiadas en Beijing.

Y luego se encuentra Estados Unidos: descentralizado, no planificado, caótico, con un gobierno que todo el mundo ama odiar, y sin embargo es el campeón indiscutible. ¿Por qué? En parte se debe a que la política pública estadounidense funciona bastante bien y ha alentado la excelencia en varios deportes. En su mayoría, es un reflejo del espíritu estadounidense que celebra el individualismo, acepta la diversidad y empuja a la excelencia sin descanso. Y ese espíritu es incluso más importante que ganar.