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Más allá del horizonte

En un mundo más interconectado que nunca, hoy convivimos con mayores conflictos e incertidumbres, creando una mezcla inquietante de grandes oportunidades y a la vez mayores riesgos y presiones. Bolivia es un país eminentemente forestal, con más de 46 millones de hectáreas de bosque. Hace 10 años fuimos líderes mundiales en la certificación de bosques, con más de 2 millones de hectáreas registradas bajo el sistema Forest Stewarship Council (FSC), garantizando productos forestales (madera, muebles, frutos, etc.) de áreas bajo manejo sostenible.

Actualmente la ilegalidad ha tomado ventaja y  hemos dejado de ser un referente en el ámbito forestal.

Sin embargo, nuestro potencial va más allá, contamos con más de 60 áreas protegidas, de las cuales 22 son de carácter nacional y ocupan el 16% del territorio boliviano. Estas áreas, además de ser el hábitat de miles de especies de flora y fauna, abarcan más del 18% de los territorios indígenas y el 23% de los sitios Ramsar (humedales de importancia internacional) y proporcionan múltiples servicios ecosistémicos para los bolivianos (agua, suelo, biodiversidad, etc.).

El 4 de septiembre se celebra a las áreas protegidas, y el 5 de septiembre (1986) recordamos al memorable científico Noel Kempff Mercado, quien perdió la vida junto a sus colaboradores en la serranía de Caparuch, hecho que marcó un punto de inflexión en la lucha contra el narcotráfico en el país.

El amor por la naturaleza de Noel Kempff ha inspirado y despertado mayor conciencia conservacionista en diferentes esferas del país. Paradójicamente, pese a los avances logrados en conservación, en estos últimos 30 años hemos perdido hábitats a ritmos muy acelerados, originando una cadena de impactos a tal punto que estamos perdiendo muchos de nuestros humedales y sistemas hidrológicos como el Piraí, que en tan solo 20 años ha reducido su caudal promedio en -67% (de 137 a 45 m3/seg), generando una drástica disminución de -60% en la recarga acuífera (de 793 mm a 240 mm/año).  

Hoy las estrategias del país requieren acciones de remediación y restauración. Para encarar estos desafíos se requiere desarrollar una filosofía ambiental que comprenda la importancia de recuperar un ecosistema para ganar en términos financieros. Debemos conceptualizar la restauración de la naturaleza como ganancia económica y dejar de implementarla como gasto. Para ello necesitamos construir puentes entre el pensamiento ambiental y la economía productiva, traduciendo una visión científica sobre los estilos de vida más sostenibles.