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El hombre que no quería ser presidente

López Obrador puede vencer a sus oponentes. La pregunta es si puede vencerse a sí mismo.

/ 17 de septiembre de 2016 / 04:00

Muchas cosas se han acomodado para que Andrés Manuel López Obrador esté en condiciones de conseguir la presidencia de México en su tercer intento. El desplome del PRI y la ausencia de un candidato de consenso entre la derecha hacen del líder de la izquierda el principal contendiente para los comicios de 2018. Muchas cosas se han acomodado, insisto, salvo él.

La desigualdad rampante, el desprestigio de las instituciones y una larga lista de lo mucho que está mal en México convierten a este hombre en una esperanza para millones de desamparados para los cuales el sistema simplemente no funciona, o funciona en su contra. Pero no solo entre ellos. Miembros de los sectores medios han comenzado a preguntarse si no es el momento ya de ofrecerle a la izquierda una oportunidad, tras el paso por el poder del PRI y del PAN, con sus distintos matices entre el centro y la derecha. La extendida corrupción de unos y otros profundizó la indignación y el hartazgo, y han atraído la atención al discurso simple y llano de un hombre que, con todo lo que se diga, vive, viste y consume como muchos de los ciudadanos que habrán de votar.

Y, sin embargo, El Peje tiene un enorme obstáculo en su camino: él mismo. Ya en 2006, cuando su triunfo parecía inminente, dilapidó una ventaja de 10 puntos porcentuales en cuestión de semanas tras una serie de errores tácticos, imprudencias y excesos de confianza (desde el “cállate chachalaca” a la figura presidencial, despreciar los debates al no presentarse o mal prepararlos, o radicalizar su discurso contra “los ricos”). En realidad López Obrador había gobernado la Ciudad de México desde la izquierda moderada y con buenas relaciones con la iniciativa privada, pero convirtió sus campañas en una cruzada en contra de los sectores pudientes.

Parecía que en agosto esta tendencia a la autoinmolación había desaparecido, cuando ofreció una amnistía a los ricos y a “la mafia en el poder” cuando llegase a Los Pinos. Por vez primera, muchos de ellos quisieron creer que el candidato de la izquierda podría ser un presidente que busque nivelar las desigualdades, sin convertirlos en chivos expiatorios del cambio. La moderación solo duró algunas semanas.

Hace unos días, López Obrador cuestionó duramente a los economistas egresados del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), la escuela más prestigiosa en México en su ramo y origen de buena parte de los técnicos que operan aspectos técnicos y financieros de la administración pública. Un golpe indiscriminado e innecesario que levanta ámpulas incluso en ámbitos en los que su causa comenzaba a ser vista con buenos ojos.

Aún más incomprensible es su crítica al proyecto 3 de 3. Más de 600.000 ciudadanos firmaron esta petición como parte de una estrategia más amplia en contra de la corrupción y a favor de la transparencia. Entre otras cosas obligaría a los funcionarios a hacer pública su declaración patrimonial, de intereses y fiscal. Inicialmente López Obrador la consideró una “tomadura de pelo” y aseguró que se trataba de un invento de la mafia en el poder. Posteriormente, presionado por las redes sociales, hizo una declaración 3 de 3 descuidada e incompleta, que sus detractores criticaron a mansalva. Resulta difícil de entender sus resistencias a esta iniciativa; pese a ser perfectible, empata con el cuestionamiento histórico del tabasqueño en contra de la corrupción. Haberla abrazado le habría permitido vincularse a sectores modernos urbanos, muchos de ellos no politizados, pero potencialmente empáticos a sus posturas.

Y lo de Trump simplemente no tiene pies ni cabeza. López Obrador ha sido el político con el discurso nacionalista más radical desde hace lustros. La visita del candidato republicano le habría dado la oportunidad de convertirse en vocero de la indignación de millones de mexicanos ofendidos por la humillación en que incurrieron las autoridades. Fue Vicente Fox, expresidente de México (y exvicepresidente de la Coca-Cola) quien asumió ese papel frente a la indiferencia y la reacción tardía de El Peje. Lo más severo que llegó a decir fue que la visita de Trump era un ardid para quitar atención al aumento del precio de la gasolina y que México no debería meterse en asuntos de otros países. Falta mucho para el verano de 2018. López Obrador tiene una enorme oportunidad para vencer a todos sus oponentes. La pregunta es si podrá vencerse a sí mismo.

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El odio viral tiene sexo

El acoso les ocurre a todas las mujeres, sin importar tamaños, formas de cuerpo y estilos de vestir

/ 1 de mayo de 2016 / 05:00

La teoría afirma que al terminar de leer este artículo usted pensará que el autor es una persona tolerante, sensible y solidaria. Escribir sobre el abuso en contra de las mujeres es bien visto, si usted se llama Jorge, Juan o José. Pero el autor de este mismo texto sería tachado de intolerante, resentido y feminazi si se llamara Georgina, Juana o Josefina. Lo que en un hombre se percibe como graciosa y responsable empatía, en una mujer se considera una manifestación de odio y resentimiento.

¿Exagero? 72 millones de comentarios lo confirman. El diario inglés The Guardian decidió analizar los casi 1,4 millones de comentarios de odio que los usuarios han colocado en su página de internet (aproximadamente el 2% del total). Descubrió, entre otras cosas, que de los 10 autores más denostados con comentarios abusivos y hostiles ocho eran mujeres, y los únicos dos hombres eran de raza negra. Y esto a pesar de que la mayoría de los colaboradores que escriben artículos en el diario son varones. Y desde luego, los 10 autores menos criticados eran hombres. El sesgo en contra de las colaboradoras era consistente en todas las secciones (desde política hasta ciencia).

Pareciera que la exhibición de inteligencia y conocimiento por parte de una mujer constituye una amenaza insoportable para muchos individuos (casi siempre hombres, ocasionalmente algunas mujeres). Basta ver los comentarios en cualquier sitio de internet: por lo general no se cuestionan los argumentos, sino la osadía de escribirlos y las motivaciones abyectas que atribuyen a las autoras. Pocos se molestan en debatir las ideas que ellas presentan, más allá de descalificarlas con adjetivos.

Hace algunas semanas escribí sobre el linchamiento virtual de Andrea Noel, una reportera estadounidense residente en México que se atrevió a subir a las redes sociales y denunciar ante la autoridad el abuso del que fue víctima (un hombre la tumbó en la calle después de bajarle las pantaletas). El video de la agresión que ella obtuvo en un edificio cercano se hizo viral. Luego sucedió algo extraño: la verdadera infamia no fue el ataque físico, sino lo que vino después. La joven recibió tal acoso, primero en redes sociales y luego en su casa y en la calle, que decidió salir del país. Las amenazas de violación y de muerte dejaron de ser una agresión virtual para convertirse en una posibilidad real, luego de algunos incidentes.

Varios diarios relataron hace algunos días la notable respuesta que obtuvo el hashtag #MiPrimerAcoso, en el que una legión de mujeres describen sus propias experiencias en 140 caracteres. La respuesta fue tan masiva como perturbadora. Luego Catalina Ruiz-Navarro, una de las promotoras de la idea original, sintetizó los hallazgos (resumo brevemente).

Primero, los acosadores de estas miles y miles de historias no son “locos”, “raros”, “degenerados”, son los hombres con los que interactuamos todos los días, nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros compañeros de clase o del trabajo.

Segundo, el acoso comienza cuando somos pequeñas, pero continúa a lo largo de nuestras vidas. Aprendemos a vivir en constante situación de “autodefensa”, pensando qué me voy a poner, quién me va a ver, por dónde voy a caminar, si me puedo quedar a solas con él.

Tercero: no tenemos que salir de nuestras casas ni de nuestros entornos supuestamente seguros para vivir esto. La “privacidad” es el espacio que solapa el abuso.

Cuarto: no nos acosan porque seamos bonitas, sexys, provocadoras o llevemos una falda. No nos acosan por guapas o por voluptuosas. El acoso les ocurre a todas las mujeres, sin importar tamaños, formas de cuerpo y estilos de vestir. Gordas, flacas, morenas, blancas, negras, femenina, masculina, andrógina, no importa: no te salvas. Como mujer, quedas sometida al escrutinio impune. Y ese es el punto. Que nos acosan porque pueden. Hasta aquí el resumen. Sobra decir que la mitad de los comentarios que recibió el texto de Catalina la descalificaban, o de plano la acusaban de asumirse como víctima profesional.

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Asesinato digital

Relato de un ataque cibernético a un medio y a una autoridad.  Todo apunta a que la confrontación entre el sitio de noticias y el delegado Rubalcava fue orquestada por un tercero interesado en matar dos pájaros de un tiro: denostar al sitio de noticias y destruir la carrera del político.

/ 9 de noviembre de 2014 / 04:03

Lo que sigue podría ser una novela por entregas. Por desgracia no lo es; constituye una preocupante lección de las nuevas formas que habrá de asumir el ataque político-cibernético al periodismo digital y a las luchas entre fracciones políticas.

En México, las agresiones de gobernadores a tuiteros y a portales digitales incómodos han sido implacables en algunos casos. En Quintana Roo y en Veracruz se ha intentado aprobar leyes para reprimir todo cuestionamiento a la autoridad, con el pretexto de impedir la difamación o la calumnia. En todos lados, la presión sobre los medios digitales independientes ha ido en aumento.

Pero la agresión a estos portales de información por parte de autoridades irritadas alcanzó una nueva cota de sofisticación con los recientes ataques al sitio www.sinembargo.mx . Citado por el New Yorker como el portal de periodismo digital de más influencia en México, con 250.000 usuarios únicos por día, SinEmbargo se ha convertido en un espacio de crítica y denuncia al que muchos ciudadanos se han dirigido en busca de información que muchas veces no aparece en medios tradicionales. En este sitio trabajan 40 periodistas, yo entre ellos, en calidad de director general. Es un portal incómodo para autoridades federales y regionales.

A partir del 8 de octubre arrancó una campaña de desprestigio ampliamente orquestada a través de una veintena de supuestos usuarios de Twitter, en el que acusaban a periodistas de este sitio de toda suerte de vicios, malas prácticas y pecados varios. No era una campaña preocupante, porque tenía todos los visos de proceder de un robot: mensajes repetitivos, usuarios claramente inventados, citas a ligas inexistentes. Algo a lo que los periodistas que operamos en estas lides ya nos hemos acostumbrado. Rápidamente detectamos que los avatares o usuarios falsos también habían sido utilizados para cantar loas a Adrián Rubalcava, jefe de la delegación Cuajimalpa, uno de los 16 distritos en los que se divide la ciudad de México. Supusimos que los ataques procedían de la oficina de este funcionario.

SIMULACIÓN. La procedencia del ataque pareció confirmada cuando el jueves 23 apareció en las oficinas del sitio un abogado para exigir que se retirase de los archivos digitales una foto meses antes publicada del delegado Rubalcava, en ésta aparecía vestido de militar y con un fusil en las manos; una imagen que él mismo había posteado en Facebook años antes y que varios medios de comunicación publicamos en su momento. La foto fue retirada, aunque horas después se nos envió un correo electrónico muy agresivo. El viernes, un sujeto se presentó en las oficinas para amenazar y amedrentar en nombre del funcionario. En la madrugada, la página de Facebook de la cantante Belinda, con 7,5 millones de seguidores, fue hackeada y desde ella se publicaron notas en que se acusaba de violador y pederasta a Alejandro Páez Varela, director de contenidos del portal. Un tuit de la periodista Sanjuana Martínez en apoyo a SinEmbargo fue respondido con la imagen de un cadáver al que se le había colocado su cabeza. Otra reportera recibió amenazas de muerte en su domicilio.

SinEmbargo hizo pública la naturaleza de los ataques y las redes sociales se inundaron de intercambio de mensajes para denostar al funcionario por sus represivas actitudes. El único problema es que el funcionario en cuestión (Rubalcava) estaba al margen de todo el suceso. Ni los fans que lo habían elogiado desde meses antes y que fueron utilizados para atacar a SinEmbargo ni el presunto abogado seguía instrucciones suyas.

Todo apunta a que la confrontación entre el sitio de noticias y el delegado Rubalcava fue orquestada por un tercero interesado en matar dos pájaros de un tiro: denostar al sitio de noticias y destruir la carrera del político. Se trata del único delegado que tiene el PRI (Partido Revolucionario Institucional) en el Distrito Federal, y algunos lo ven como un riesgo para el PRD (Partido de la Revolución Democrática), partido que controla la capital hacia la elección de alcalde en  2018. En su propio partido (Rubalcava) es visto con desconfianza por las fracciones más tradicionales. El origen de esta cuidadosa estrategia podría tener más de una procedencia.

Lo que sorprende es el grado de sofisticación del ataque. Durante meses se utilizaron avatares dedicados a elogiar al delegado, con el propósito de atacar de manera verosímil a un medio de información. El hackeo de la cuenta de Belinda fue utilizado con el mismo propósito: agredir al portal de noticias y promover al funcionario. Lo que seguía probablemente era escalar la agresión a algún acto físico más intimidatorio: durante días, las oficinas habían sido vigiladas por sujetos mal encarados que no hacían ningún esfuerzo por ocultarse.

Más allá de los pasos legales que el funcionario y el propio sitio de noticias habrán de seguir para exigir de las autoridades una investigación en línea, el suceso deja preocupaciones de fondo. La paciencia, recursos y habilidades tecnológicas empleadas revelan que la lucha política y las agresiones a los medios de información han entrado en una nueva dimensión. Más allá de los 70 periodistas asesinados en México, hoy advertimos que los atentados también serán digitales. Ya comenzaron.

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