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Llegó el ajuste

Las expectativas son que el precio del petróleo oscile entre $us 50 y 60 el barril en los próximos años.

/ 25 de septiembre de 2016 / 11:51

Hace cuatro años en esta columna manifesté que apostar por el retorno a un modelo centrado en la exportación de materias primas era muy riesgoso, más aún cuando éstas se exportan a reducidos mercados, como es el caso del gas, porque el éxito de esa apuesta depende de variables no controlables por un gobierno, como su precio y la situación económica y decisiones de los gobiernos de los países que son sus mercados.

En 2015, debido a la caída del precio del petróleo, las exportaciones de hidrocarburos se redujeron en términos de valor en un 39% respecto a lo que se exportó en 2014, lo que implicó que al país dejen de ingresar más de $us 2.600 millones. A junio del presente año, las exportaciones de hidrocarburos se redujeron un 50% respecto de lo exportado a junio de 2015 ($us 1.200 millones menos de ingresos y $us 2.400 millones menos respecto de lo exportado a junio de 2014). A ese ritmo, este año el país recibiría por las exportaciones de hidrocarburos menos de $us 2.000 millones de lo que recibió en 2015 y menos de $us 4.000 millones de lo que recibió en 2014. Por otra parte, recientemente se difundió que el nuevo Gobierno de Brasil estaría evaluando reducir a la mitad el volumen de gas que actualmente se exporta una vez concluya el contrato vigente hasta 2019. Si bien las nuevas autoridades de gobierno brasileñas aún no han manifestado una posición oficial al respecto, es evidente que el tema está sobre el tapete.

En lo que va del año, el precio del barril del petróleo ligero (WTI), que se utiliza como referencia para las exportaciones de gas, ha oscilado entre $us 26 y $us 51 ante datos cambiantes respecto de los niveles de producción e inventarios y expectativas también cambiantes sobre el comportamiento de la demanda, a consecuencia de las perspectivas de debilidad de la economía mundial. Si bien ante esta volatilidad del precio del crudo es posible que los países productores que son miembros de la OPEP y los que no son, como Rusia, logren finalmente un acuerdo en lo que resta del año para limitar los niveles de producción a fin de apuntalar y estabilizar el precio, es poco probable que el barril del WTI supere los $us 60, ya que de hacerlo, varias operaciones de explotación no convencional situadas en Estados Unidos y Canadá se volverían rentables, lo que podría generar nuevamente una sobreoferta. Las expectativas son, entonces, que el precio del WTI se mueva en un rango de entre $us 50 y $us 60 el barril en los próximos dos años.  

Al haber apostado nuevamente a las exportaciones de materias primas (en realidad de una que se exporta a dos mercados) y no aprovechado los años de bonanza para diversificar el sector productivo y la oferta exportable, las políticas económicas y los presupuestos de los distintos niveles de gobierno tendrán que ajustarse a la nueva realidad de los precios del petróleo, que podrían ser mejores que los registrados en el presente año, pero muy inferiores a los registrados en los años pasados. Deberán ajustarse, además, considerando las limitaciones que se podría enfrentar para contraer deuda externa a fin de financiar crecientes déficits fiscales, ante la posibilidad de que la capacidad de repago del país se reduzca significativamente si no se cuenta con reservas suficientes de gas para renovar el contrato con Brasil a los volúmenes de exportación actuales, o si dicho país finalmente decide contratar menores volúmenes.

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Expectativas sobre el petróleo

Los bajos precios terminaron deteriorando las cuentas fiscales de los países de la OPEP.

/ 9 de abril de 2017 / 04:00

A fines de 2014, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), liderada por Arabia Saudita, tomó la decisión de no ajustar su producción de crudo a pesar de que la economía china mostraba señales de debilitamiento, a fin de que los precios se redujeran a un nivel que desalentara la explotación no convencional, denominada shale oil, que había crecido de manera importante en Estados Unidos principalmente, gracias a los elevados precios del carburante. En ese entonces se estimaba que las explotaciones de shale oil requerían precios por encima de los $us 70 el barril WTI para ser rentables. La decisión de la OPEP generó una sobreoferta que llevó el precio del WTI a $us 26 el barril en febrero de 2015, su precio más bajo en 13 años.

Pero al parecer los bajos precios terminaron deteriorando las cuentas fiscales de los países miembros de la OPEP, cuyos principales ingresos provienen de las exportaciones de petróleo, mucho más que la situación financiera de las empresas que explotan el shale oil. En parte porque estas compañías pudieron acceder a financiamiento a bajas tasas de interés gracias a las medidas de flexibilización monetaria aplicadas por la Reserva Federal estadounidense para hacer frente a la crisis de 2008.

En noviembre de 2016, los miembros de la OPEP y otros países productores no miembros, como Rusia, alcanzaron un acuerdo para ajustar su producción por seis meses a partir de enero del presente año, a fin de reducir el exceso de oferta y así apuntalar su precio. Las naciones participantes del acuerdo estimaban que con el ajuste de producción pactada el precio del WTI se situará entre los $us 55 y $us 60 el barril. Luego del acuerdo, el precio del WTI se recuperó hasta situarse en torno a los $us 54, pero después retornó a un precio por debajo de los $us 50, a pesar de que los países productores han cumplido con la reducción acordada, con excepción de Rusia, que debe ajustar su producción hasta este abril. La principal razón por la que no se ha logrado alcanzar los precios esperados es que las reservas de Estados Unidos se han incrementado sistemáticamente desde inicios del año, debido principalmente al continuo crecimiento de la explotación del shale oil, que en muy corto plazo ha llegado a representar más del 50% del total del petróleo producido en ese país. Todo indica que mientras los países miembros de la OPEP deterioraron sus finanzas públicas con la estrategia de mantener precios bajos, las empresas que explotan el shale oil invirtieron en tecnología para reducir sus costos de producción, logrando en algunos casos rentabilidad con precios de $us 50 el barril. Sin embargo, el endeudamiento adquirido para financiar dicha inversión, cuyo costo financiero está subiendo, podría ponerlas en problemas si el precio se reduce por debajo de los $us 45 el barril.

Los países miembros de la OPEP mantendrán una reunión en mayo, oportunidad en la que podrían acordar un nuevo ajuste en la producción si los precios del petróleo no repuntan, pero acosta de perder mercados si las naciones que no son miembros (como Estados Unidos) no ajustan también su producción. Esa posibilidad parece poco probable, ya que, por un lado, la nueva administración estadounidense tiene el firme propósito de que Estados Unidos alcance la soberanía en términos energéticos y, por el otro, las compañías productoras estadounidenses, a diferencia de las empresas de los países miembros de la OPEP, son privadas.

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Trump y los mercados

Es probable que la FED aumente a un ritmo más acelerado la tasa de interés de referencia en 2017.

/ 29 de enero de 2017 / 04:00

Unos días antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuando las encuestas mostraban que las intenciones de voto por la candidata demócrata se reducían frente a las del candidato republicano, los mercados bursátiles estadounidenses reaccionaron negativamente, pero desde que se confirmó la victoria del magnate inmobiliario, éstos han venido registrando constantes alzas, alcanzando el índice Dow Jones la semana que concluye el nivel más alto en toda su historia. Las ofertas electorales de Trump de reducir los impuestos, mayor inversión en infraestructura pública (incluido el muro que se construiría en la frontera con México) y flexibilización regulatoria que impulsarían el crecimiento de la economía estadounidense serían las razones para que los inversionistas opten por las acciones como alternativa de inversión. Sin embargo, de materializarse dichas ofertas, previa aprobación del Congreso con mayoría republicana, con el consecuente incremento del déficit fiscal y la inflación, es altamente probable que el Banco Central estadounidense (FED) aumente a un ritmo más acelerado la tasa de interés de referencia durante el 2017. Al finalizar el 2016, la FED incrementó la tasa de referencia que se encontraba en el rango de 0,25%-0,50% desde diciembre de 2015 al rango de 0,50%-0,75%, debido al buen desempeño de la economía de EEUU y a la importante reducción que registró el desempleo, situándose en 4,6% en noviembre pasado.  

Las expectativas de una mayor inflación y consiguientemente de mayores tasas de interés han elevado las tasas de los bonos soberanos estadounidenses, habiendo superado los bonos a 10 años la tasa del 2,5%, su mayor nivel desde 2014. Esto está ocasionando la salida de capitales de las economías desarrolladas con problemas como la eurozona y de las economías emergentes, junto a la apreciación del dólar respecto de las monedas de esas economías. Sin embargo, tasas de interés más altas pueden desincentivar la inversión, y un dólar fuerte quita competitividad a las exportaciones estadounidenses en un escenario en que el que Trump está retirando a Estados Unidos de tratados de libre comercio o pretende renegociarlos. Ambos aspectos podrían contrarrestar en parte los efectos positivos esperados de sus ofertas electorales.

Por otra parte, un dólar fuerte también encarece los precios de las materias primas que se cotizan y adquieren en esa divisa. Si bien luego del acuerdo alcanzado por los países productores miembros y no miembros de la OPEP en noviembre de 2016 para limitar la producción de petróleo, el precio del crudo ligero (WTI) repuntó, no ha logrado todavía alcanzar los $us  55 el barril. Otro efecto de un dólar fuerte es que los países que se han endeudado en esa moneda y cuyas divisas se han depreciado requieren reunir una mayor cantidad de su moneda para honrar sus deudas.

Pareciera que, por el momento, los inversionistas están priorizando el aspecto positivo de la reducción de impuestos, incremento de la inversión pública y la flexibilización regulatoria, aunque sin tener en claro el alcance de estas medidas, e ignorando las posibles implicancias y consecuencias de los cambios en la política comercial estadounidense (que no requerirían la aprobación del Congreso) con el retiro o renegociación de los tratados de libre comercio, el establecimiento de aranceles y barreras comerciales, así como los impactos que una eventual guerra comercial con otros países podría generar.

 

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Postelecciones en Estados Unidos

Los mercados bursátiles estadounidenses, europeos y asiáticos se mantienen en terreno positivo.

/ 20 de noviembre de 2016 / 04:07

En mi último artículo mencioné tres eventos que ocurrirán hasta fines del presente año que podrían inquietar a los mercados. El primero de ellos, que ya ocurrió, era las elecciones en Estados Unidos; el segundo es la reunión que llevarán a cabo los países productores de petróleo a fines de noviembre para concertar un acuerdo a fin de limitar su producción y así apuntalar el precio del crudo; y el tercero es la reunión de los miembros del Banco Central estadounidense (FED) a celebrarse en diciembre para decidir si mantener o elevar la tasa de interés utilizada como referencia en EEUU.

La primera reacción de los mercados ante la tendencia de los resultados electorales que mostraban que Donald Trump se imponía a Hillary Clinton fue de incertidumbre, ya que las proyecciones de los principales índices accionarios estadounidenses y los principales índices de los mercados asiáticos que en ese momento se encontraban ya operando debido a la diferencia horaria mostraban importantes caídas, y en contrapartida el precio del oro subía. Sin embargo, al día siguiente de las elecciones, confirmado el triunfo del candidato republicano, los índices accionarios estadounidenses cerraron en terreno positivo y mantuvieron esa tendencia los siguientes días, alcanzando algunos de ellos niveles históricos. De igual manera los índices de las bolsas asiáticas y europeas se recuperaron, y el dólar se apreció respecto del euro, yen, yuan y algunas de las monedas latinoamericanas como el peso mexicano y el real brasileño. Los valores que sí se vieron afectados son los bonos soberanos estadounidenses, que registraron un incremento en sus tasas debido a la expectativa de que algunas de las medidas propuestas por Trump podrían generar mayor inflación.

Transcurridos más de 10 días de las elecciones en EEUU, los mercados bursátiles estadounidenses, europeos y asiáticos se mantienen en terreno positivo; el dólar continúa apreciándose; y las tasas de los bonos soberanos estadounidenses, al igual que los alemanes, mantienen una tendencia al alza, lo que está generando una salida de capitales de las economías emergentes ante la oportunidad de obtener mejores retornos a un menor riesgo.  

Entre tanto, los países productores de petróleo, miembros y no miembros de la OPEP, no están logrando acordar las cuotas de reducción correspondientes a cada uno de ellos y si algún país estará exento de esa reducción, lo que ha ocasionado que el precio del crudo ligero (WTI) se mantenga en $us 45 el barril. Con el triunfo de Trump, quien durante la campaña electoral ha propuesto dar mayor apoyo a la explotación no convencional estadounidense (lo que incrementaría la oferta de petróleo mundial), los países productores están más presionados para llegar a un acuerdo que contribuya a mejorar y estabilizar el precio del crudo en la reunión que celebrarán a fin de mes.

En cuanto a la decisión que deberá tomar la FED en diciembre respecto a mantener o incrementar la tasa de referencia, que se encuentra en el rango de 0,25%-0,50% desde diciembre de 2015, el buen desempeño que registra la economía estadounidense al tercer trimestre del año y las propuestas de Trump para aumentar el gasto fiscal, recortar impuestos y relajar la regulación que podrían impulsar más el crecimiento económico y la inflación inducirían al Banco Central estadounidense a acelerar el ritmo de incrementos de la tasa de referencia en el corto plazo.

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A propósito del superávit fiscal

Todo indica que los ingresos por las exportaciones de gas serán inferiores a los esperados

/ 17 de julio de 2016 / 05:00

En 2015 la economía nacional registró un crecimiento de 4,85%, sustentado esencialmente en la inversión pública, que, incluida la inversión realizada por las empresas con participación mayoritaria del Estado, habría superado los $us 6.000 millones; aunque generando un déficit fiscal del 6,6% respecto del PIB.

De acuerdo con el presupuesto del Estado, la economía nacional crecería en la presente gestión 5,1%, con una inversión pública y de las empresas de propiedad mayoritaria del Estado de $us 8.200 millones, lo que generaría un déficit fiscal del 4,5%, siempre que los ingresos por la renta de las exportaciones de gas proyectados a un precio base de $us 45 el barril de petróleo ligero (WTI) y por la recaudación de ingresos tributarios se cumplan.
El precio del barril WTI ha estado por debajo de los $us 45 desde noviembre de 2015 hasta abril del presente año, llegando a tocar en febrero los $us 27. Durante mayo y junio el precio del barril WTI se situó por encima de los $us 45, y en el presente mes, debido al efecto brexit y a las reservas por encima de las estimadas que mantiene Estados Unidos, se encuentra levemente por debajo de esta cifra.

Si bien en lo que resta del año la expectativa es que el precio del WTI pueda continuar volátil, se espera que se sitúe en el rango entre $us 40 y 50. Tomando en cuenta que el precio del gas que se exporta a Brasil y Argentina se ajusta con rezago respecto del precio del WTI, no parece posible que se cumpla el precio base de $us 45 sobre el que se elaboró el presupuesto del Estado. Consiguientemente, los ingresos por las exportaciones de gas serían inferiores a los esperados, y de ejecutarse en su totalidad la inversión pública presupuestada, el déficit fiscal también sería superior al estimado.

Sin embargo, en los pasados días, autoridades de gobierno informaron que el resultado fiscal a junio fue un superávit del 1,5% respecto del PIB. Si ante menores ingresos provenientes por la renta de exportaciones de gas y transcurrida la mitad del año se tiene superávit fiscal, éste se explicaría por el bajo nivel de ejecución de la inversión pública, ya que es poco probable que la variable de ajuste haya sido el gasto público. Pero a ese ritmo de ejecución no se cumplirá el monto de inversión pública presupuestado para la gestión, lo que indudablemente tendrá implicancias sobre el crecimiento económico proyectado.

Ante un escenario de continua caída de las exportaciones (a mayo cayeron un 29% respecto del mismo periodo de 2015), aumento del déficit comercial (el registrado a mayo es seis veces mayor al registrado en 2015), reducción de reservas internacionales (a junio cayeron el 90% del total que se redujeron en todo 2015), y menores ingresos por la renta de las exportaciones de gas, sería prudente hacer algunos ajustes en la política económica a fin de evitar mayores desequilibrios y apuntar a un crecimiento menor, pero sostenido.

En ese propósito, una alternativa es reducir la inversión pública, ya que parte de ella se destina a la adquisición de bienes que no son producidos en el país, y, por tanto, contribuye al déficit comercial; además aporta al déficit fiscal, parte del cual requeriría ser financiado con recursos externos en circunstancias en que los inversionistas prefieren no asumir riesgos y la calificación de riesgo del país ha sufrido una reducción. Pero lo que confunde es que, tanto el Presidente como otras autoridades de Gobierno aseguren que en 2016 se pagará el segundo aguinaldo.

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Otra economía, pero mismas medidas

No es prudente aplicar las mismas medidas ejecutadas cuando la economía estaba en otra situación

/ 8 de mayo de 2016 / 04:00

Con los incrementos del 6% al salario básico y del 9% al mínimo nacional recientemente acordados entre el Gobierno y la Central Obrera Boliviana, en los últimos nueve años (2007-2015) el salario básico se ha incrementado un 70%, y el salario mínimo nacional, un 180%; a los que debe sumarse el pago de un segundo aguinaldo en los últimos tres años. Es indudable que para contar con un mercado interno más grande es necesario que la población mejore sus ingresos, el problema es que las únicas empresas que asumen esos mayores costos salariales son las formales, y en los pasados años han podido hacerlo debido a que la situación económica del país y la mejora en los ingresos de la población les ha permitido mejorar sus ventas.

Sin embargo, esta situación ha venido cambiando en los últimos dos años, ya que los ingresos de muchas de las empresas se están reduciendo. En el caso de las empresas exportadoras, por la caída de la demanda y precios de los bienes que exportan, y en el caso de las empresas que no exportan, por la competencia de productos importados de países cuyas monedas se han depreciado frente al dólar y también frente al boliviano, que se mantiene fijo desde 2011.

Un escenario de menores ingresos con pocas probabilidades de mejorar en el corto plazo y mayores costos no deja precisamente a las empresas nacionales formales, que generan empleos de calidad y cumplen con sus obligaciones fiscales y sociales, en una deseable posición. Además, en un contexto en el que los productos importados resultan más baratos que los nacionales, es altamente probable que una buena parte del aumento salarial recientemente determinado se destine a la compra de bienes importados, con lo que el beneficio de ese incremento para las empresas nacionales formales será ínfimo. En el pasado, cuando el tipo de cambio era favorable, una buena parte de los incrementos salariales seguramente se destinó a la compra de productos nacionales, pero esa ya no es la situación. En todo caso, quienes seguramente aprovecharán esta oportunidad serán los comerciantes, principalmente los informales. Por supuesto que una mayor demanda por productos importados incrementará las importaciones, lo que podría acentuar el déficit comercial y la caída de las reservas internacionales que se vienen registrando persistentemente en los últimos meses.    

La situación resulta más preocupante cuando en los dos últimos años se han implementado medidas para que las instituciones financieras presten prioritariamente los ahorros del público a las empresas del sector productivo, justamente aquellas cuyos ingresos se están reduciendo y sobre las que recaen los mayores costos salariales; situación que pone en peligro su sostenibilidad y capacidad para honrar en tiempo y forma los financiamientos que les han sido otorgados, y consiguientemente pone en duda la pertinencia de que se les siga prestando recursos. Sin embargo, por normativa, las instituciones financieras están obligadas a alcanzar niveles mínimos de cartera para el presente y los dos próximos años, que deben ser colocados en los sectores productivos y de vivienda de interés social. 

Una significativa caída en las exportaciones, que implica menores ingresos en la economía; creciente déficit comercial; constante caída de las reservas; creciente déficit fiscal y un menor crecimiento son suficientes señales de que la situación económica del país ha cambiado y que por lo tanto no es prudente continuar aplicando las mismas medidas implementadas cuando la economía estaba en otra situación. 

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