El entorno construido
En La Paz, los lugares donde el entorno natural forma parte de su identidad están desapareciendo.
Vivimos en un mundo donde los problemas creados por el habitante al modificar la faz de la tierra no son ya locales y reducidos, sino globales y acumulativos. En general esas transformaciones de los entornos se han tornado preocupantes, porque tienen relación directa con el ser humano, quien sin embargo no tiene mucha conciencia sobre las implicaciones de esos cambios en su vida. Una situación que ha llevado a reflexionar el papel crucial que juega un entorno mal concebido y construido en la conducta del habitante, y mucho más cuando es avasallante.
Desde el siglo XX se modificó la estructura de la vivienda, lo que llevó al cambio definitivo del entorno construido de las urbes. Esto gracias a la migración y asentamiento de una mayor población en las ciudades. Un ejemplo son aquellas metrópolis que han acabado con todo vestigio del entorno construido anteriormente, mientras que sus centros de poder económico se han densificado con un número desmedido de edificaciones en altura. Como consecuencia de ese crecimiento urbano, el trabajo intenso y diverso de la ciudadanía (en muchos casos de supervivencia) ha convertido la vida citadina en estresante, con cambios notables en el comportamiento de la población. Esto demanda incorporar otro tipo de edificaciones (deporte), aunque ciertas ciudades comienzan a reconstruir esmeradamente lugares ricos en paisaje natural. Esta realidad demuestra que todo espacio densamente construido requiere necesariamente del entorno natural y de los lugares de encuentro para la ciudadanía, y ello pareciera motivar la reinvención de la ciudad pública.
En La Paz, los lugares donde el entorno natural forma parte de su identidad están desapareciendo. Un ejemplo es lo que sucede frente a la Av. Ballivián, donde todo tipo de edificaciones están invadiendo aquellos cerros que, cuando conservaban su coronamiento y se complementaban en su color, ofrecían una valoración visual única de su belleza e imponencia. Empero, hoy, por el corte que han sufrido y el crecimiento de su entorno construido de forma desordenada y poco estética, desapareció el cierre natural que se podía observar al retornar al centro de la ciudad.
Existen otros ejemplos de entorno construido que debieran llevar a preocuparnos, tal es el caso de la calle Huyustus, que con el incendio ocurrido hace pocas semanas nos demostró cuán vulnerables son estos lugares densamente construidos respecto a los siniestros. En el citado hecho, por la corta distancia que existe entre los frentes de las edificaciones, los bomberos pudieron transitar por las ventanas a través de vigas con un largo aproximado de 3,5 metros. Dicha conexión elevada entre edificios denota que allí toda lógica de planificación y normativa (retiros) fue olvidada, con consecuencias tales como la falta de asoleamiento, por su cercanía.
Es innegable que todo entorno construido si no está planificado y normado, no llega a tener una relación armónica con la ciudad, lo que significa que el crecimiento de las construcciones debiera ser controlado responsablemente. Solo así dejará de convertirse en cómplice de los problemas de conducta negativa de la población. Parece oportuno señalar que el entorno construido agresivo y poco estético no motiva y menos produce emociones en la vida humana.
El pensar el presente de la ciudad es indagar su realidad para intentar formular su potencial, y ello significa entender que todo constructo del entorno debe dejar de imponer torpemente su presencia.