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Urgente salto de nuestros feminismos

Con una inusitada visibilidad pública, las diversas corrientes inmersas en la lucha por abolir la sociedad patriarcal están generando múltiples escenarios de confrontación y cuestionamiento entre ellas. Uno de los más recientes ejemplos al respecto ha sido lo ocurrido con la campaña Ni Una Menos, cruzada que, siguiendo la tendencia regional, está intentando generar sinergias para llevar adelante una movilización en contra de la violencia contra las mujeres en los próximos meses.

Hace algunas semanas este espacio fue el motivo para confrontar tales posturas. Afortunadamente las divergencias que emergieron entonces lograron ser canalizadas, dando cuenta del carácter democrático de dicho grupo; y ello ha permitido que algún sector que es susceptible a la instrumentalización de dicha movilización por parte de políticos(as) (concretamente del Gobierno central) más bien se sume de manera más activa a la causa.

Las deliberaciones y diálogos (que han sido públicos, en el marco de esta red social y el mencionado grupo) en torno al contenido de la movilización han permitido dar cuenta, nuevamente, de algo que los movimientos de mujeres estamos atravesando desde hace algunos años: una profunda división entre enfoques políticos, de abordaje y de trabajo. El hecho de que sea el Gobierno central el que (mal o bien, en esencia es ello lo que se discute) haya decidido trabajar en estos temas (y con ello se hace referencia a voluntades muy particulares dentro del aparato estatal, pero con un alto nivel de incidencia) ha aportado a que incluso movimientos que comparten un mismo enfoque de abordaje del tema terminen resquebrajándose. A ello se suma el hecho de que los feminismos (así, en plural) e incluso aquellos movimientos que se resisten a ser identificados como tales provienen en esencia de distintas vertientes teóricas e históricas. Así, entre el feminismo anarquista que propugna el colectivo Mujeres Creando y el feminismo institucionalista que encabezan algunas ONG existe un diverso mundo de posturas, corrientes y movimientos para encarar el tema. Y hoy, sin duda, más enfrentados que en cualquier otro momento.

Desde una óptica optimista, esto puede deberse al hecho de que el tema se encuentra actualmente presente con fuerza en nuestra sociedad, producto también de los mismos procesos en torno al tema que han atravesado los medios; y ello genera condiciones en la opinión pública para avanzar en el objetivo común. Desde una óptica pesimista, esta constante y recurrente pugna, que a medida que deviene más obtusa se vuelve más agotadora, está desgastando aceleradamente la energía individual y colectiva que se requiere para una empresa de tal magnitud como es la lucha contra el patriarcado.

Queda en el tintero para las reflexiones individuales y colectivas cuánto realmente estamos sumando a nuestra causa común, cuando decidimos evaluarla desde nuestras personalísimas perspectivas y, más bien, en oposición a otros movimientos con el mismo objetivo; siempre y cuando este propósito no sea banalizado, claro está. Ese es un urgente salto que debemos dar para no quedarnos anquilosadas y enredadas en nuestras propias agendas que, ciertamente, van perdiendo impulso y dinamismo por ésta y otras razones.