Con la llegada de la temporada del Hach (peregrinación que realizan los musulmanes a La Meca en Arabia Saudita), Irán y el mundo musulmán una vez más honran la memoria de las miles de víctimas durante la matanza de peregrinos iraníes en 1987, así como la amarga y dolorosa tragedia que también se registró el año pasado en la mezquita sagrada de La Meca, un territorio que debería ser un lugar de paz y tranquilidad para los musulmanes y los creyentes. El régimen saudí, que recientemente ha puesto de manifiesto su alianza de larga data con el enemigo sionista, se ha apropiado de los lugares sagrados del Islam, y se ha aprovechado de ellos para edificar mezquinas en las que se promueven políticas sectarias al servicio de la hegemonía mundial y el sionismo.

En el suceso de 2015 en Mina, Irán perdió a cientos de sus mejores, más creyentes y más puros hijos. También fallecieron algunos de los mejores funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, cuya ausencia ha sido irreparable y ha supuesto una gran pérdida para la diplomacia de nuestro país, cuyo principal capital es el recurso humano experimentado, experto, comprometido y fiel a los ideales auténticos de la Revolución Islámica.
La obstinación, dogmatismo y la riqueza inconmensurable de sus gobernantes han convertido al régimen saudí en un gobierno cruel e intransigente, que ha desatado en la región y en otras partes del mundo situaciones trágicas nunca antes vistas en la historia contemporánea. No solamente en la tragedia de Mina, sino también en todos los conflictos de Medio Oriente (desde Bahréin hasta el Yemen, desde Iraq hasta Siria y el Líbano, incluso dentro del territorio de La Meca en épocas sagradas como es el tiempo del Hach) se pueden observar las manos de Arabia Saudí, nación que apunta con toda su potencia a manejar el destino de las naciones musulmanas, poniendo en riesgo la unidad del mundo islámico, ante el peligro común del sionismo y el terrorismo internacional.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán siempre se ha considerado responsable ante la vida, propiedad, reputación y capital de los ciudadanos iraníes fuera del país; y da la más alta prioridad e importancia a esta tarea sagrada y nacional en todas sus acciones, consultas y relaciones con otros países y la comunidad internacional. En este sentido, desde el mismo instante en que ocurrió los atentados en Mina se movilizó todo el aparato diplomático junto con otros órganos del Estado encargados de garantizar la salud y un digno retorno para los más de 60.000 peregrinos iraníes, así como también facilidades para identificar y rescatar a las personas desaparecidas, heridas y afectadas; y a la vez desempeñar la amarga y dolorosa tarea de identificar y devolver los cuerpos purificados de los mártires de esta tragedia.

Esta importante tarea se realizó gracias a las bendiciones de Dios y con el eficaz apoyo del líder supremo de la revolución y el excelentísimo Presidente de la República y los compañeros del gabinete del Gobierno. Una vez finalizada la primera fase de esta compleja, delicada y arriesgada labor, fue puesta en la agenda de trabajo del Ministerio de Relaciones Exteriores como “una prioridad muy alta” el seguimiento de las dimensiones humana, política, legal e internacional de la tragedia.

Durante este proceso nunca se dejó de lado el seguimiento de esta tragedia y aún sigue en el más alto nivel de la agenda gubernamental.

Lamentablemente, después del inapropiado ataque contra la Embajada saudí en Teherán, el régimen de Riad, con este pretexto, bloqueó todas las rutas y las posibilidades bilaterales para realizar el monitoreo de este asunto. Asimismo, con el fin de evitar la rendición de cuentas, pedir disculpas a los afectados y compensarles por los daños causados, la monarquía saudí no ha respondido a ninguna de las iniciativas de la República Islámica de Irán en tal sentido, entre otros “los esfuerzos bilaterales” y la propuesta de formar un comité internacional islámico de la verdad, a través de la Organización de Cooperación Islámica; e incluso tampoco ha respondido a los esfuerzos fraternos y voluntarios de algunos países musulmanes de la región a fin de analizar y dar respuesta a las consecuencias catastróficas de la sangrienta peregrinación del año pasado.

Pese a todas las obstaculizaciones del régimen de Al Saud, el seguimiento de la tragedia no será retirado de la agenda del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní hasta que se cumplan los derechos inalienables de los mártires, víctimas, afectados y sobrevivientes de la triste tragedia de Mina. Sin lugar a dudas este monitoreo será uno de los factores más importantes a la hora de encarar al régimen saudí en el futuro.

Les reitero mis condolencias y pésame a todas las familias de los mártires inocentes de Mina, y a la vez conmemoro el recuerdo de todos los mártires del sangriento Hach del año pasado. Asimismo pido al Dios misericordioso los más altos rangos divinos para los mártires de Mina y para los sobrevivientes, paciencia y la recompensa que merecen.