Icono del sitio La Razón

(Est)ética periodística

La ética y la estética van juntas. El periodista que prescinda de alguna de ellas, inexorablemente va hipotecar su prestigio profesional. Ambas son, o por lo menos deberían serlo, insoslayables para el oficio periodístico. Ética y estética están anudadas a un elemento imprescindible: la autorregulación periodística. La alusión a estas precisiones se da en el contexto en que tres periodistas, durante la anterior semana y por distintas instancias, fueron obligados a retractarse de afirmaciones proferidas durante sendos programas radiales. En los tres casos había un hilo común: sus denuncias carecían de respaldo testimonial o documental. Un periodista debe cerciorarse con fuentes fidedignas los hechos que pretende denunciar; de lo contrario, puede quedar vulnerable y su prestigio profesional, carcomido.

La retractación de los periodistas devela un fenómeno: su “atrincheramiento” en un determinado polo ideológico en el marco de la polarización política emergente del proceso de cambio. Este fenómeno no es exclusivamente boliviano, y no necesariamente es malo que haya un periodismo “militante” a una determinada causa política e incluso partidaria; si el periodista es ecuánime y garantiza la “veracidad” de los hechos, no estaría traicionando la ética del oficio, pero si sucede lo contrario, se estaría convirtiendo en una agencia propagandística.

Ahora bien, quienes fueron obligados a retractarse sabían perfectamente de los principios de la ética periodística. Entonces, surge una interrogante necesaria: ¿qué pasó para que ellos puedan soslayar estos pasos previos de verificación de los datos antes de su difusión? La explicación es que los mismos dejaron de lado su oficio periodístico, para asumir un papel político/propagandístico. Me inclino a afirmar que tal inclinación a la propaganda o, mejor dicho, a la contrapropaganda no está asociada a que los periodistas en cuestión se hayan “vendido” a algún político, estructura partidaria o la “derecha”, sospecho que las razones son más subjetivas y articuladas a un impase o, simplemente, a una antipatía personal con el Gobierno.

Los periodistas son seres humanos y tienen el derecho de no simpatizar con determinado gobierno, pero su labor les obliga a autorregularse para que las antipatías no gobiernen su trabajo ni saboteen su liderazgo entre la opinión pública, a tal punto de poner en evidencia su falta de ética. Sus denuncias deben ser contundentes, para ello sus pruebas deben ser irrefutables, incluso para dejar sin argumentos a sus “enemigos políticos” si lo que se hace es periodismo de militancia.

Como planteamos al inicio, el oficio periodístico no solo tiene que subordinarse a la ética, sino también a la estética. Esta última nos conduce a manifestaciones como las de Andrés Salari, periodista argentino que trabaja en el canal televisivo Abya Yala, quien usó su columna en el portal de aquel medio para defender a su pareja, la Ministra de Salud, acusada sin pruebas de estar embarazada. “Antes de ser ministra, Ariana Campero es mi pareja hace más de cuatro años, por lo que obviamente puedo desmentir categóricamente la ‘revelación’ de Pando”, escribió sin tapujos Salari.

En este caso, el periodista argentino no atenta contra la ética de la profesión, pero sí contra su estética. Un buen periodista/columnista sabe muy bien que hay temas para opinar y hay temas ante los cuales es mejor abstenerse, y más aún en asuntos personales.