Cabezas rapadas
Lo cierto es que estos revendedores proporcionan un gran servicio a los consumidores.
Hace unos años, como seguramente recordarán algunos lectores, de manera totalmente abusiva los revendedores de entradas para partidos de fútbol, conciertos o cualquier evento público que congregaba a mucha gente eran detenidos y se les cortaba el cabello. Si estas acciones hubiesen sido al menos coherentes, una gran parte de la población debería tener las cabezas rapadas, comenzando desde las caseritas de los mercados hasta los importadores de autos, porque todo ellos, sin excepción, son revendedores, llámense empresarios, comerciantes o intermediarios.
Lo cierto es que estos revendedores proporcionan un gran servicio a los consumidores, porque si no existieran, en lugar de ir al supermercado para comprar carne tendríamos que ir, en el mejor de los casos, hasta el matadero. Que los revendedores cobran precios superiores por sus productores, por supuesto, nadie se daría el trabajo de llevar los productos cerca de nuestra casa de manera gratuita, así como nadie haría largas filas para comprar entradas si no tendría la expectativa de que posteriormente podrá revenderlas a un precio más alto.
Cuando el precio de algún producto sube, generalmente culpamos de este fenómeno a los especuladores, pero como antes señalamos, la especulación no es nada más que la compra de cierto bien no con el objetivo de su uso o consumo, sino con vistas a su reventa, con base en la expectativa de que su precio pueda subir y ello nos proporcione una cierta ganancia. Como la palabra especulación suena mal y ha sido descalificada hasta convertirla en un delito, conviene sustituirla por arbitraje, que en el fondo es lo mismo, pero con un nombre más académico.
Los mercados de derivados, es decir los mercados de futuros y opciones, que hoy en día se constituyen en uno de los factores de mayor dinamismo del comercio internacional son, por definición, mercados especulativos. En estos mercados de derivados lo que se comercia en última instancia es el riego. El riesgo de apostar a cómo se moverán los precios de las materias primas, de los minerales, del petróleo y de todos los bienes que se comercian en los mercados internacionales. Este arbitraje respecto a los precios presentes y futuros se refleja en las bolsas de valores a través de los precios de los bonos y las acciones, y en gran parte de los casos están sustentados en factores que pueden parecernos muy extraños, como por ejemplo en predicciones del clima. En ese juego hay personas con menor aversión al riesgo que otras, y son justamente las más arriesgadas las que, mediante su comportamiento, dinamizan los mercados y mueven la economía.