Icono del sitio La Razón

¿Podemos ver con los oídos?

La Bienal Internacional de Arte – SIART 2016 nos propone “ver con los oídos”, una noción tomada de la cosmovisión guaraní como un potente disparador de creatividades. La multiplicidad de sugerencias del enunciado permite comprender el “ver” como constatación o toma de conciencia de algo relativo a la objetividad o subjetividad de la realidad, y hacerlo a través del sentido auditivo como alternativa perceptual al sentido de la vista; paradójicamente.

En 1952 el compositor estadounidense John Cage (1912-1992) compuso su celebradísima obra titulada 4´33”, una partitura en la que el autor pide al intérprete simplemente no tocar nada en absoluto por el lapso de cuatro minutos y treinta y tres segundos. La sui generis idea suscita todavía hoy amplia controversia. Los más conservadores consideran que 4´33” es una tomadura de pelo o una estafa. Otros, un poco más especulativos, la entienden como una oda al silencio o tributo a la ausencia de sonido. Sin embargo, cuando Cage calla al intérprete, le confiere posibilidad significante a todos los sonidos que indefectiblemente se producen en (casi) cualquier entorno natural o arquitectónico, e invita al oyente a la valoración de ellos; es decir, a ver con los oídos.

En vez de una sonata estructurada, otras vibraciones cobran así protagonismo: el celofán del caramelo en la butaca vecina, el aire acondicionado al fondo, las sirenas de la ambulancia, la tos de los ansiosos, los susurros incrédulos, los pasos de quien se retira indignado y hasta las interpelaciones a voz abierta de los más ofendidos, etcétera.

En los últimos años comprendí que la música es la predisposición de escuchar. Es un estado de conciencia que acerca al ser humano a la cualidad espiritual de todo lo que suena, a su singularidad, a su poder revelador, a su belleza. Esto, claro, siempre y cuando el ser humano esté dispuesto a escuchar, a abrir su sensibilidad a aquello que por el sentido del oído es posible aprehender del mundo. Porque la música la hace el que escucha; y eso es precisamente “ver con los oídos”, el desafiante paradigma guaraní.

Vivimos una cultura planetaria centrada en lo visual. La imagen ha pasado de ser la representación de la realidad a ser la realidad misma. Como Santo Tomás, la sociedad contemporánea solo cree en lo que se puede ver. En el cine, la televisión, el internet, las plataformas virtuales, la publicidad de calle, prevalece y domina lo visual, como una imposición donde lo sonoro es apenas un artificio subordinado a la hegemonía discursiva de la imagen; función muy alejada de la trascendencia que la mitología indígena —desde una orilla— o el pensamiento evolutivo de Cage —desde otra orilla— confieren a la escucha.  

En ese contexto, cuando la Bienal SIART instala el desafío de “ver con los oídos” en el imaginario de los artistas creadores y de los espectadores, interpela el (des)orden global, reivindica diversidades ancestrales, denuncia la manipulación mediática y nos devuelve la posibilidad de un recurso sensorial fundamental para relacionarnos entre los humanos, y entre todos con los misterios y la magia del planeta que nos ha sido dado desde el verbo, la palabra, el sonido.