La demanda interpuesta por Bolivia contra Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), a fin de recuperar nuestro histórico derecho de tener una salida soberana al océano Pacífico, ha concitado la atención del pueblo boliviano y de la comunidad internacional. Esta decisión significó desplegar una iniciativa estratégica, con talento y garra, que ha descolocado a la diplomacia chilena y a sus actuales gobernantes; no solo por la audacia política y las justificaciones históricas de la demanda boliviana, sino también por el preciso y creativo argumento jurídico empleado para tal efecto. En el fondo se trata de obligar a que el Gobierno de Chile negocie de buena fe y explique a Bolivia y al máximo tribunal de las Naciones Unidas cómo piensa honrar la palabra empeñada por sus altos dignatarios de Estado de otorgar una salida soberana al mar en favor del país.

El gobierno del presidente Morales ha logrado configurar un brillante equipo jurídico-político, y ha conseguido articular una política de Estado incorporando a expresidentes y excancilleres en esta cruzada, impulsando la imprescindible fuerza de la unidad nacional. De esta manera, hemos cambiado el grito de “tierra a la vista” enunciado por Rodrigo de Triana por un esperanzador “mar a la vista”.

El país vibró luego de que el cuestionamiento chileno respecto a la competencia de la CIJ para tratar nuestra demanda fuese derrotado, y eso ha llenado de optimismo al país. Es predecible que el veredicto final del Tribunal de La Haya sea favorable a Bolivia. No obstante, la diplomacia jurídica de este tipo de organismos internacionales tiende a optar por resoluciones reposadas. Por ello es razonable esperar un fallo en términos sosegados y discretos, inclinado a que el problema se resuelva por medio del diálogo. De todas maneras, por su impacto vinculante en términos jurídicos y sus efectos diplomáticos, políticos y morales, hay que comenzar a trabar el probable veredicto de la CIJ.

El eje de la demanda marítima boliviana se construye sobre una base jurídica alimentada por la historia, la política y la diplomacia. Es predecible que después el eje rector sea político, aunque su base sea un veredicto vinculante, y su aplicación deberá ser un hecho político facilitado o entorpecido por la diplomacia, las técnicas de negociación y la coyuntura política.

Los escenarios post-Haya demandan un resultado en el que Bolivia y Chile se sienten ganadores. Lo difícil va a ser lograr que la buena fe y la metodología del ganar-ganar se impongan. Es todo un desafío desarmar la desconfianza, las tentaciones del engaño y las simulaciones que exuda la politiquería. La humildad y el pacifismo indígena del ofendido históricamente, convicción exitosa aplicada por Mandela, puede facilitar un diálogo constructivo y ampliar adhesiones internacionales.

La historia de nuestro país y su relación con el océano Pacífico está siendo reescrita para que sea como siempre debió ser: con una cualidad marítima intrínseca, motor de su desarrollo. Parafraseando el aforismo popular, se puede decir no hay mar que por bien no venga.