‘Antiguas Palabras Andantes’
La poesía existía y existió desde que la palabra se hizo verbo en nuestro continente.
Creo que uno de los mayores honores que puede recibir un escritor es que le soliciten escribir un prólogo, y con mayor razón si se trata de una antología de otro país. En mi caso fue el prólogo a la Antología de Poesía kichwa, de Ecuador, que me pidió escribiera Lucila Lema, joven poeta ecuatoriana que realizó la compilación. El libro en edición bilingüe, quechua-español, ya está circulando en una hermosa edición.
Yana Lucila sabe que todas las lenguas tienen la capacidad de expresar profundos significados, extraordinarias metáforas y misteriosos símbolos que se resuelven en el poema. Durante un par de siglos se creyó que los idiomas originarios de nuestra América Latina no eran capaces de expresar poesía y, sin embargo, la poesía existía y existió desde que la palabra se hizo verbo en nuestro continente. Pruebas de poemas de infinita belleza existen en todas las culturas americanas, algunas de ellas ya desaparecidas. La poesía indígena americana reivindica el vínculo sagrado del poema como puente sensorial entre el ser humano, su interior y su entorno natural y cósmico. La palabra ha sido utilizada como un espacio sagrado, como una herramienta mística para comunicarse con el mundo y con otros planos metafísicos a veces invocando protección o simplemente provisión de la vida.
Lucila ha dividido la antología en tres libros, en los que incluye la obra de poetas de varias naciones que viven en el territorio ecuatoriano. Al leer su extraordinaria selección notamos que en esta poesía existen algunos elementos comunes, como la naturaleza: animales, aves, ríos, lluvia, nubes, árboles y flores; el cosmos: estrellas, dioses, tierra y cielo; o el pueblo: madre, padre, abuelos, niños, ancianos y sueños. Estos elementos están presentes en el poema de Raquel Antun, una poeta shuar, quien escribe: “Yampinkia nayaimpiniam: Yampinkia nayaimpiniam wakaruiti yaa aintsank. / Nayaimpiniam charip chichainiakuinkia nii ainiawai nunkanam tarattsa wakeruiniak. /Yampinkiaka yaa yunkunmirin yuiniawai, niinkia winia apachur ainiawai, karar wainianiawai” (“Jaguares en el cielo: y los jaguares subieron al cielo convertidos en estrellas. /Si de pronto el firmamento ruge, son ellos que extrañan el calor de la tierra. / Los jaguares comen polvo de estrellas, ellos son mis abuelos que guían mis sueños”).
Veamos un poema de Yana Lucila, en el que se mezclan los sueños y la gente: “Wañushkakuna: Wañushkakunaka mana allpa ukupilla kanchu. Paykunaka ishkay pachakunapi kawsanakun. Wakinpika, mishkita, mishki naranjakunata mikunkapak shamunlla” (Los muertos: los muertos no están bajo tierra. Ellos pueden partir el tiempo en dos: a ratos vienen, comen miel y naranjas dulces. Allá en la otra vida hablan con los espíritus que ellos quieren, dice mi madre, que me abraza aún”).
Y esta antología de Yana Lucila hace exactamente lo que pide Silvia Vásquez con las palabras, le devuelve su valor a una poesía potente, magnífica y deslumbrante como es la poesía kichwa de Ecuador. Esta selección nos permitirá conocer a extraordinarios poetas.