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Creer en Bolivia

En tiempos del neoliberalismo hasta los uniformes de los soldados del Ejército boliviano eran traídos del exterior. En el caso de las botas, un buen año se compró un lote sobrante de las Fuerzas Armadas polacas. El resultado, los soldaditos bolivianos, cuyo tamaño de pie promedio era de 40-41, se caían con los calzados, que eran tamaño 45.

Esta política fue nefasta para la industria nacional. Fábricas de calzado como Zamora en Oruro tuvieron que cerrar sus puertas. Unos cuantos importadores vivos se llenaron las manos de billetes.

En tiempos de cambio las cosas deberían ser otras. Y el Estado está obligado a dar el ejemplo. Nada que pueda producirse en Bolivia debería ser comprado en el exterior. Esto implica, por supuesto, exigencias de calidad mínimas, pero ayudaría a promover la industria boliviana.
No debería permitirse que nuestros funcionarios públicos vistan ropa institucional confeccionada fuera de nuestras fronteras. Para eso está la ex Enatex y muchísimas fábricas pequeñas y medianas donde trabajan miles de miles de bolivianos.

Con los muebles deberíamos hacer lo propio. Es inconcebible que la madera boliviana salga en tablones al exterior y vuelva convertida en mesas y escritorios. Se trata de darle valor agregado, es decir, trabajo de manos nacionales a nuestros recursos naturales.

Y no es justificativo que la mano de obra boliviana no es suficientemente calificada. Primero porque no es cierto; segundo, porque de serlo, debería recibir capacitación inmediata y eso solo es posible con el apoyo del Estado.

Si el dinero del Gobierno boliviano es invertido en buena parte en la compra de manufacturas y maquinofacturas exclusivamente bolivianas (donde sea posible, claro está, las turbinas para la generación eléctrica debemos seguirlas comprando en Europa), habremos dado un paso fundamental para superar la desaceleración económica que actualmente enfrenta el país.

Apoyemos esto con políticas concretas contra el contrabando, pero sobre todo con conciencia de los propios bolivianos de que debemos comprar lo producido por otros bolivianos. No solo por solidaridad, qué va, sino por la convicción de que comprando lo nuestro nos ayudamos a nosotros mismos y a nuestros hijos. No se trata de prohibir la importación de muebles o de ropa, sino de creer lo suficiente en Bolivia y en los bolivianos.

Eso es, también, superar el neoliberalismo.