Elecciones en EEUU
Una victoria de Trump podría tensionar a un nivel desconocido las relaciones con EEUU.
Esta noche será probablemente una de las más largas de la historia electoral estadounidense. Hasta el último día, la campaña en la que compiten Donald Trump y Hillary Clinton ha tenido eventos imprevistos y encuestas volátiles. Sin embargo, lo relevante serán los resultados de una decena de estados que definirán quién será el próximo presidente o presidenta de ese país.
Hacia el final de la campaña, la diferencia entre ambos candidatos se ha acortado a unos pocos puntos en las encuestas nacionales, con ventaja a favor de Clinton, quien luego del primer debate de candidatos había logrado superar a su rival en más de 10%. Fue una campaña marcada por el alto nivel de desconfianza a ambos candidatos y por las polarizaciones que han emergido. Trump, el candidato republicano, aprovechó la molestia de muchos ciudadanos de clase media y trabajadores, mayormente blancos, con las élites, percibidas como alejadas de sus preocupaciones, fomentando una retórica proteccionista y antiinmigrantes. A su vez, Clinton, la candidata demócrata, no ha logrado despojarse de su imagen de representante del establishment, pese a su programa de continuidad del progresismo liberal de Obama y a la fuerza simbólica que implica ser la primera mujer en competir por ese cargo.
Para América Latina esta elección es importante, por el peso que tiene EEUU en la economía y geopolítica regional; y en este caso en particular, por la centralidad que han tenido en la campaña las cuestiones de la inmigración y el futuro de los tratados de libre comercio. Una victoria de Trump podría tensionar a un nivel desconocido las relaciones de la potencia del norte con América Latina, si se intenta cumplir con promesas como el muro en la frontera o las deportaciones masivas. La segunda dimensión es igualmente relevante, no solo porque una renegociación de los tratados de libre comercio puede provocar volatilidad en los mercados financieros y las inversiones, perjudicando la débil recuperación de la economía, sino porque iría a contracorriente del librecambismo de varios nuevos gobiernos de la región.
Incluso si Clinton gana los comicios, aquietando a los mercados y garantizando continuidad política, deberá afrontar prioritariamente los retos que la retórica de Trump ha puesto en la vitrina política estadounidense. Es decir, deberá evaluar con cuidado una mayor apertura comercial con América Latina y otras regiones; ordenar la política migratoria, que no solo implica trabajar en la frontera, sino con los países de donde provienen los migrantes; y limitar sus ambiciones externas para ocuparse de aliviar el malestar de sus clases medias y populares. Esto es relevante pensando en la manera cómo EEUU gestionará sus relaciones con los países que, como Bolivia, están mucho más al sur del Río Grande y, por tanto, más lejos de sus urgencias estratégicas.