La encuesta final
Hoy se enfrentan la representante del ‘establishment’ político y el del mundo del entretenimiento.
Mientras usted lee este artículo, que desde ahora es suyo aunque no coincidamos, el pueblo de Estados Unidos estará votando (aunque muchos ya lo hicieron por las distintas opciones adelantadas) en las que quizás sean las elecciones más atípicas en la historia estadounidense. Aunque en mi anterior columna (Trump, victimario victimado, 25.10.2016) ya las mencioné, vale recapitular algunas atipicidades a la fecha: la virulencia de los ataques de Donald Trump a contrincantes (primero a sus correligionarios precandidatos, luego a su contrincante demócrata, siempre xenófobos, chauvinistas y machistas, entre otros) y la manifiesta “sequía” de ideas y propuestas; la participación mediática, principalmente el boom de redes sociales; la admiración de Trump por Vladímir Putin (“el tercer candidato”), a quien pidió se inmiscuyera —hackeando— en las elecciones; las desmesuradas propuestas populistas, tanto de Bernard Sanders como de Trump; el cuestionamiento del candidato republicano al sistema democrático norteamericano: la separación de poderes y la solvencia y transparencia de sus elecciones; también el daño hecho a los valores del partido republicano y enfrentado a su dirigencia.
Sin embargo, como para Cuauhtemoc, el último tlahtoāni mexicano, este periodo para los demócratas tampoco ha sido “un lecho de rosas”: lo que al inicio para Hillary Diane Rodham Clinton parecía una segura elección como candidata presidencial —pocos contrincantes (6), apoyo del establishment y la maquinaria del partido— se convirtió en una angustiosa batalla voto a voto en las primarias contra Sanders, de quien tuvo que incluir muchas de sus propuestas en su plataforma; la impopularidad de Clinton (una encuesta nacional de ABC/WPost publicada el 2 de noviembre le daba 60% de opinión desfavorable) y el escándalo de los emails (su gran imprudencia cuando era Secretaria de Estado), agravado por el tardío anuncio de nuevos correos por James Comey, director del FBI y exrepublicano, aunque a dos días de las elecciones nuevamente la exoneró.
Hoy, además del presidente y vicepresidente (por el sistema de votos de los compromisarios electos), los estadounidenses elegirán a 34 de los 100 senadores, a los 434 representantes y 13 gobernadores, junto a muchas autoridades locales. Además de Clinton y Trump y sin ningún chance hay otros candidatos presidenciales: Gary Johnson (Libertarian Party), Jill Stein (Green Party), David McMullin (Better for America, parte de Stop Trump Movement), Gloria La Riva (Party for Socialism and Liberation y Peace and Freedom Party), Laurence Kotlikoff (independiente con apoyo de Americans Elect), Roque De La Fuente (Reform Party y American Delta Party) y Darrel Castle (Constitution Party).
Entre 1831 y 1833, Alexis-Henri-Charles de Clérel, vizconde de Tocqueville, analizó la democracia estadounidense (Francia recién empezaba su experiencia de monarquía constitucional con Luis Felipe I) en su libro De la démocratie en Amérique, donde señala: “Las sociedades políticas no son lo que les hacen las leyes, sino lo que les preparan a ser de antemano los sentimientos, las creencias, las ideas, los hábitos de corazón y de mente de los hombres que las componen, lo que el temperamento y la educación han hecho de ellos”.
Hoy se enfrentan la representante del establishment político estadounidense (las encuestas del fin de semana le ampliaban su margen favorable) con el del mundo del entretenimiento. Yo no votaría por el showbiz. In God I trust! (¡En Dios confío!).