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La posverdad y China

Dos hechos políticos motivaron la elaboración de la palabra “posverdad”, que en resumen quiere decir que la difusión de noticias falsas se instala en el imaginario y el desmentido no alcanza a borrarlas del todo. Por supuesto los dos motivos para pensar esto tienen que ver con el brexit y el triunfo de Donald Trump. El diccionario Oxford define así el concepto: “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.

Ya los nazis trabajaron sobre el concepto de borrar los límites entre la verdad y la mentira. De ahí que el mandamás de la propaganda hitleriana, Joseph Goebbels, acuñara la máxima de “miente, miente, que algo quedará”.

Algo así pasó con la “información” sobre la supuesta mina china a los pies del Illimani o en las cercanías de la represa de Hampaturi. Y todo eso circulando por las redes sociales, con mapa del lugar incluido. Hubo que ir hasta el lugar y comprobar que era una mina abandonada, que actualmente servía de campamento a los trabajadores que construyen la nueva represa.

Averiguadas las cosas, las otras dos minas en el lugar son cooperativas y los chinos no pusieron ningún yuang ahí; pero la mentira ya estaba sembrada. De manera que unas cuantas decenas de personas que protestaban en la zona Sur gritaban “agua sí, chinos no”.

La campaña contra los chinos se explica porque es parte de la geopolítica para evitar que el gigante asiático siga reemplazando a Estados Unidos en lo que se consideró alguna vez su patio trasero. Pero que la gente crea en rumores e informaciones falaces difundidas por las poco creíbles redes sociales debe llamarnos la atención. Porque lo que importa para un nutrido grupo de personas no es comprobar lo real, sino los ribetes emocionales.

Hay que buscar un culpable. Los nazis encontraron su chivo expiatorio en los judíos, Trump acusa a los migrantes latinos, y la derecha boliviana carga contra los chinos.

El caso Zapata no solo se llevó el triunfo del Sí en el referéndum del 21 de febrero, sino que torpedeó un millonario préstamo chino de más de 7.000 millones de dólares, que nos hubiera venido de perilla para poder combatir la desaceleración económica.

Por tanto, la campaña antichina continuará buscando el reino de la posverdad y su plataforma está en aquello que Umberto Eco denominó “el refugio de los canallas”, las redes sociales donde los operadores políticos de la derecha dicen cualquier tontería y hay quien les cree, porque finalmente “no hay más ciego que el que no quiere ver”.