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El sueño ‘orínico’

Hace algunos meses se hizo viral uno de esos memes de la era Facebook que muestra a un grupo de hombres y mujeres de distintas razas y edades posando para la posteridad en un elegante salón de espejos. Se trataba del gabinete del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que cuenta entre sus “personalidades” con un Ministro de Salud médico, un Ministro de Transporte astronauta, un Ministro de Seguridad Nacional veterano de guerra, un Ministro de Juventud menor de 30 años, un Ministro de Agricultura granjero y así con el resto, repartidos entre currículums de excelencia.

Comparando con la realidad que nos toca sufrir, parece una experiencia “orínica”. Sí, “orínica”, no me equivoco al escribir. Y es que mojaría mis pantalones de la emoción al saberme tutelado por expertos en su rubro, por especialistas en su campo, tal como manda la despreciada lógica.

Pero el contexto local es muy distinto a la vivencia de los países del norte (culpables de nuestra desgracia). Y este sueltito de protesta no tiene que ver solamente con la crisis del agua, que tiene al borde de la locura a más de uno, sino también, en palabras del propio Presidente enunciadas tras despedir a uno de sus peones por inepto, deviene ante la preocupación de tener que “estar preparados para lo peor”.

Sucede que la cosa nostra se ha hecho tan natural y desquiciada que de nada ha servido, ni sirve, ni servirá el grito de condena; uno rebuzna unos días y luego a nadie le importa. El “métele nomás” se ha hecho carne y la impronta de la militancia vale más que 10.000 títulos (originales, no truchos) o que una carrera virtuosa en logros profesionales. Sucede que el componente institucional de las entidades del Estado es un vómito de borracho de verbena. Ellos, los elegidos a dedo solo por jurarle lealtad a los guatos, hacen de autoridades encargadas de manejar los destinos del boliviano común; ése que nunca recibió ni un octavo de aguinaldo porque no tiene trabajo formal, y vive porque Dios es cabronamente bueno y compasivo.

Un abogado a la cabeza de minería, un director de la agencia que pretende impulsar la energía nuclear en el país contador de profesión, vices por aquí y vices por allá con titulaciones muy dispares con relación al cargo que ejercen, gerentes tirasacos que acusan discriminación cuando se les acaba el negocito, un exmilitar como hombre fuerte de un gobierno elegido vía democrática, un matemático sin título que lo pruebe y demás tucuymas son las taras de una sociedad alejada años luz de aquel sueño “orínico” canadiense… Y es que ya me dieron ganas de ir al baño, pero no hay agua.

Es periodista de La Razón.