Sobre mojado…
Cruzar los dedos esperando que llueva no va a solucionar el problema de la escasez de agua.
En un año marcado por una de las peores sequías que ha enfrentado la región, dejando millonarias pérdidas en la producción agrícola, una fuerte temporada de incendios forestales, la evaporación de lagos y un dramático descenso de caudales, terminamos noviembre en medio de una crisis por el desabastecimiento de agua en al menos seis ciudades, lo que tiene al país en emergencia nacional.
Mientras tanto, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático (COP22), recientemente celebrada en Marrakech (Marruecos), el agua finalmente logró posicionarse en el primer plano de la agenda climática como el reto más importante para alcanzar las metas y compromisos adoptados en el Acuerdo de París y las contribuciones determinadas a nivel nacional. En el Día de la Acción Climática Global por el Agua, los países hicieron un llamado a la comunidad internacional para mejorar el acceso a financiamiento hacia la gestión de los recursos hídricos, e incrementar la resiliencia frente a los riesgos que plantean los desastres relacionados con el agua, que se han visto exacerbados por el cambio climático.
Sin embargo, pese a los progresos en aumentar la visibilidad del vital elemento en las agendas globales, los esfuerzos para materializar los planes en acciones concretas no han estado a la altura del desafío; y esto se refleja en el financiamiento insuficiente para atender las necesidades de adaptación a los impactos del cambio climático, que afectan principalmente a este recurso vital en todas sus dimensiones. Y el panorama se ha vuelto más desalentador con el giro que podría dar la política ambiental de Estados Unidos, tras los resultados de las elecciones pasadas, lo que se puede traducir en una considerable reducción de los esfuerzos globales en la lucha contra el calentamiento global.
La dramática situación que atraviesa actualmente nuestro país es una prueba fehaciente de la gravedad y urgencia de encarar la escasez de agua con una adecuada gestión, que si bien es responsabilidad de todos, debe ser guiada por organizaciones capaces de responder a los retos actuales y futuros con medidas anticipadas y eficaces para garantizar el suministro del líquido elemento para toda la población, así como la integridad de los ecosistemas que sustentan este recurso, frente a los escenarios de crecimiento demográfico y cambio climático. Desde luego hay mucha tela que cortar en este asunto, la cuestión es que no podemos seguir apostando nuestro futuro sabiendo que los dados están cargados. Cruzar los dedos esperando que llueva no solucionará el problema, mientras no cambiemos radicalmente el modo en que usamos, cuidamos y manejamos el agua.