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Un plan consensuado del agua

Nací y crecí en las altas montañas de La Paz en Bolivia. Múltiples recuerdos de mi vida en la ciudad están ligados al nevado, al achachila Illimani y sus leyendas de perenne guardián de la ciudad; nevado que poco a poco pierde su manto blanco, como sus aliados y adversarios en las contiendas mitológicas en los Andes. Así, los mantos blancos del Illampu, el Mururata, el Sajama, como otras altas cumbres van desapareciendo ante nuestras miradas.

La urgencia del tema ya no amerita mayor retórica, tampoco buscar culpables, sino soluciones conjuntas. El agudo racionamiento del agua amerita poner estricta importancia al largo plazo. Es decir, no solo pensar en los factores coyunturales de la escasez, sino también tener en cuenta escenarios de posible desarrollo para solucionar este problema. Preguntarnos, por ejemplo, cuánto se podrá resistir bajo la actual situación. Eso es mirar hacia la adaptación. Llámenle como quieran, adaptación al cambio climático, a los niveles fluctuantes de lluvias, a los niveles de intensidad solar de épocas secas, adaptación a un nuevo contexto.

Ciudades progresistas como Rotterdam, en Holanda, o Malmo, en Suecia, están experimentando hace tiempo en proyectos ecológicos urbanos a gran escala. Por otro lado, experiencias en Vietnam o Indonesia con la restauración de los manglares, o en Perú con los modelos de conservación de los ecosistemas muestran que ver al futuro de manera conjunta es posible. En Bolivia, por su gran conocimiento, no solo técnico, sino también ancestral, podría explorarse un modelo propio de gestión del agua.

El actual momento de urgencia acerca de la provisión del agua debe ser el momento de catarsis para la construcción de canales de comunicación entre las partes. Es imprescindible incorporar a todos los actores involucrados de forma directa o indirecta para así delinear de forma objetiva una estrategia de cara a los próximos 20 o 30 años. Empezar por tener pleno conocimiento de la disponibilidad hídrica nacional. Hacer un inventario de cuánta agua fluye por cuencas y subcuecas, además de acueductos y fluctuaciones subterráneas y asignar las prioridades. Dice la teoría del Management que no se puede administrar sin contar previamente.

Si no se actúa de forma coordinada, se puede llegar por ejemplo al caso de Yakarta, en Indonesia, o de Oaxaca, en México, donde un nivel de fragmentación en la administración del agua y los distintos niveles de poder generaron lo que hoy en día tienen, un mercado no regulado de provisión del agua: la venta de agua por cisternas con obvias deficiencias en la calidad y la aparición de redes que detentan del acceso a reservorios para su comercialización.

Durante una investigación en el desierto del norte del Perú pude ver asombrado cómo la gente en muchos pueblos, a lomo de burro, cargados de bidones se dirigían a la recolección semanal de agua a un punto común. El pueblo también tenía invertidos todos sus recursos en un flamante coliseo y un gran portal de bienvenida al pueblo. No tenían agua y al final tampoco podían usar el coliseo porque los costos de iluminación eran muy altos.

Dice el dicho que no se puede resolver un problema de la misma forma en que fue creado. El fraccionamiento actual de los actores sociales y políticos lleva a resultados parcializados, donde la solución de problemas comunes se hace de forma unilateral, generando mayores problemas. Un plan consensuado del agua permitiría ver de forma integral temas hasta ahora sectoriales; podría ayudar, asimismo, a unirnos a través de este tan hermoso e invaluable líquido elemental para la vida, y hacer el camino hacia la adaptación más llevadero.