Gran parte del mundo ha quedado estupefacto y consternado por la victoria electoral de Donald Trump, pero hay algunos que están encantados. “Esta fue una victoria para las fuerzas que se oponen a la globalización, que luchan contra la migración ilegal y están a favor de Estados limpios étnicamente”, declaró un portavoz para Global Dawn, el partido de extrema derecha de Grecia, alguna vez caracterizado como neonazi. El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, quien ha dicho que desea crear un “Estado intolerante” en su país, aplaudió los resultados de las elecciones en EEUU como “grandes noticias”.

El segundo líder del partido de frente nacional de derecha de Francia, históricamente visto como ultra nacionalista y antisemita, también estaba exultante. “Su mundo se está desmoronando. El nuestro está siendo construido”, dijo.

Uno no puede ser juzgado por aquellos que aprueban nuestras acciones. Sin embargo, vale la pena intentar comprender qué están celebrando los admiradores de Trump. En algunos casos el atractivo de Trump es que está en contra de lo políticamente correcto. Beppe Grillo, otrora comediante que actualmente dirige el Movimiento 5 Estrellas en Italia, señaló que al igual que Trump su partido había sido etiquetado como sexista y populista, pero que a la gente no le importó. El periódico británico The Guardian, que ha compilado varias de estas respuestas, escribe que Grillo aplaudió a los partidarios de Trump por haber sido capaces de filtrar los medios y dar un gran “jódanse” a los “masones, grandes bancos y grupos chinos”.

Para otros, es el sentido de afinidad entre hombres “fuertes” que no se preocupan por los derechos humanos. El dictador de Siria, Bashar al Assad, llamó a Trump un “aliado natural”. Rodrigo Duterte, el líder autoritario de las Filipinas, dijo de Trump: “A ambos nos gusta maldecir (…) somos lo mismo”. Duterte se ha mostrado hostil contra Estados Unidos porque Washington ha criticado las matanzas extrajudiciales y abusos de derechos humanos que han marcado a su gobierno. Robert Mugabe, quien se ha aferrado al poder en Zimbabue durante 36 años mientras destruyó la economía y libertades de la nación, también se ha mostrado esperanzado con la elección del candidato republicano. Una página editorial completa de un diario estatal de Zimbabue elogió la elección del “poderoso Trump”, y, según se dice, el dictador de 92 años de edad ha descrito al presidente electo como un “amigo”. Sin duda alguna Duterte y Mugabe esperan que la administración Trump los trate bien.

La idea de que el orden global existente está podrido y debe ser derrumbado une a los admiradores extranjeros de Trump. Varios de los defensores nacionalistas del magnate inmobiliario estarían de acuerdo. Todos los partidos europeos que alientan la victoria de Trump buscan la destrucción de la Unión Europea y, de manera más general, de la comunidad occidental fuertemente unida centrada en valores e intereses compartidos. Casi todos son extraordinariamente pro-Rusia, ya que ven en la nación de Vladimir Putin un país que activamente busca socavar el sistema internacional actual. Varios de estos grupos obtienen apoyo visible e invisible de Rusia y se benefician de la guerra informática del Kremlin. “Todos necesitamos utilizar juntos la elección de Trump para remodelar la relación transatlántica y para finalizar los grandes conflictos en Ucrania y Siria junto con Rusia”, dijo Frauke Petry, el líder del partido ultranacionalista de Alemania Alternative für Deutschland, según The Guardian.

No obstante, ¿qué es este globalismo al cual estas personas se oponen tanto? Luego de 1945, en el despertar de una gran depresión y de dos guerras mundiales, las naciones occidentales establecieron un sistema internacional que se caracterizaba por reglas que hacían honor a la soberanía nacional, permitían el florecimiento del comercio global y alentaban el respeto por los derechos humanos y libertades. Este orden dio como resultado el periodo de paz entre las potencias del mundo más largo registrado hasta ahora; un crecimiento económico mejor distribuido que creó grandes clases medias en el occidente; el resurgimiento de Europa; el desarrollo de países pobres, que ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza; y el esparcimiento de la libertad en el mundo.

El rol de Estados Unidos en todo esto fue fundamental. Fijó la agenda y dio seguridad, que fue más que solo desalentar a la Unión Soviética y a otros poderes agresivos. Radek Sikorski, el anterior ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, explica: “la influencia de Estados Unidos y sus obligaciones han sido nuestra forma de seguridad. Han permitido que las rivalidades nacionales europeas permanezcan inactivas. Si uno quita estas garantías, Europa podría quedarse muy inestable”. Además, es preciso recordar que la Unión Europea es el mercado más grande del mundo y el mayor socio comercial de EEUU.

Para Estados Unidos, la “globalización” ha producido enormes ventajas. Con el 5% de la población mundial, EEUU domina la economía del mundo, desde la tecnología a la educación, las finanzas y la energía limpia. Uno de cada cinco trabajos en Estados Unidos es resultado del comercio, y ese número está creciendo rápidamente. EEUU mantiene la moneda de reserva mundial del mundo, lo que le da una enorme ventaja económica. Sin embargo, los beneficios del crecimiento y de la globalización no han sido compartidos de manera igualitaria, y la velocidad del cambio causa ansiedad en todas partes. Pero estas son razones para invertir en las personas, mejorar sus habilidades e integrar a las comunidades de mejor manera. No son razones para destruir al sistema internacional más pacífico y productivo jamás concebido en la historia de la humanidad.