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Friday 26 Apr 2024 | Actualizado a 14:10 PM

‘Ni Una Menos’

La marcha evidenció lo más débil del sistema estatal: la Justicia ineficiente, indolente y corrupta.

/ 7 de diciembre de 2016 / 05:01

Este año, el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, tuvo un cariz distinto. Un movimiento ciudadano logró una acción masiva nacional. “Basta de violencia, ni una menos” fue el grito de miles de voces hartas de tanta impunidad, de la violencia sistémica y de los feminicidios que azotan nuestra sociedad.

Desde agosto, el movimiento “Ni Una Menos” fue convocado por mujeres con diversas historias y posturas. La marcha del 25 de noviembre fue organizada a través de las redes sociales. Pero no se trataba de “sumar por sumar”, sendos debates se dieron en los posts diarios desde distintas miradas e ideologías. En las semanas previas a la marcha se organizaron reuniones presenciales en las que se articularon muy distintas posturas. Gracias a ello, el movimiento ciudadano cobró su propia personalidad; se dibujó con cada aporte, se fortaleció con las diversas formas de feminismo, se cohesionó por una causa común. No fue la primera marcha y no será la última. Pero esta vez convergieron varios aspectos que, considero, han marcado un antes y un después en la lucha contra la violencia en Bolivia. Menciono algunos.

Mantener el objetivo común: en democracia, el consenso entre diversos enfoques es fundamental para llegar a acuerdos. Suena hasta poético el planteamiento cuando la realidad nos arroja infinidad de posturas con sus respectivos matices. En el colectivo ciudadano “Ni Una Menos” se mantuvo clara la perspectiva del objetivo común, pese al desafío descomunal que representó. Transparentar posiciones y deponer intereses personales fue clave para enriquecer este movimiento.

Contra un sistema cómplice: 94 feminicidios en lo que va del año, 75 niños y adolescentes en orfandad y miles de denuncias que no avanzan en los juzgados. Cada vez más bolivianas y bolivianos se preguntan: ¿hasta cuándo la impunidad? ¿Cuánto dolor más a las familias? La violencia nos es cada vez menos ajena. La ciudadanía espera respuestas y “Ni Una Menos” mete el dedo en la llaga. La marcha evidenció lo más débil del sistema estatal: la Justicia ineficiente, indolente y corrupta.

De la protesta a la propuesta: “Ni Una Menos” interpela al Estado y también a la ciudadanía. Cuestiona a quienes callan y aceptan un orden social que destruye vidas. No es solamente la confluencia de diversos feminismos, sino también un ejercicio ciudadano comprometido con el bien común; sin por eso perder firmeza ni contundencia en lo que se demanda. Por eso “Ni Una Menos” este 2016 trascendió hacia sectores de la sociedad que anteriormente no se sintieron convocados.

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¿Justificas la violencia?

Aún somos incapaces de mirarnos al espejo y reconocernos en nuestras propias miserias.

/ 9 de marzo de 2017 / 07:18

A medida que crece la violencia hacia las mujeres, surgen mitos sobre ella. Por ejemplo, que la violencia tiene rostro extraño. Imaginamos un degenerado casi fantasmagórico como feminicida. Imposible asociarlo con el primo, la pareja, el jefe. También, crece el mito de que la violencia se refleja en el golpe o la violación. Descartamos que la violencia psicológica, mediática o económica daña progresivamente y se hace cotidiana. Y sobre todo, crece el mito de mirar la violencia “hacia afuera” de nosotras y nosotros mismos. Aún no nos hemos involucrado. Nos vemos distantes a ella.

De acuerdo con la reciente Encuesta sobre violencia hacia las mujeres, cuyo informe primicial se presentó el 25 de noviembre de 2016, una de cada tres mujeres bolivianas afirma que la violencia física se justifica por infidelidad, por no obedecer al marido, por no cuidar a los hijos o hijas y por hablar con otros hombres. Justificar la violencia física es aceptarla, sea en la propia realidad o en la ajena. Reafirma el “ella se lo buscó”, aunque no se lo diga abiertamente.

Pero hay más. Datos regionales muestran que la mayor parte de las mujeres son afectadas por violencia psicológica. Ésta se define en la Ley 348 como “acciones sistemáticas de desvalorización, intimidación y control del comportamiento y decisiones de las mujeres, que tienen como consecuencia la disminución de su autoestima, depresión, inestabilidad psicológica, desorientación e incluso suicidio”.

Aunque no se ve, la violencia psicológica está calando fuertemente en las vidas de las mujeres y es aceptada como normal. Las relaciones violentas no solo son golpes. Son también descalificación, presión social o broma que esconde insulto. Es tan “normal” que tiene caras familiares y cariñosas.

La violencia (en cualquiera de sus variantes) no la ejercen solo locos escondidos en la oscuridad de la noche. La ejercen hombres “buenos tipos”; el colega, el amigo, el novio. Pero además la aceptan mujeres de las áreas urbana y rural. La profesional, la madre, la estudiante. La que se conduele por un feminicidio, pero a la vez prefiere mirar al costado cuando se trata de un hermano o un hijo ejerciendo violencia.

Tenemos a la violencia metida en los huesos. Hombres y mujeres que aceptamos este contrato subjetivo de inequidad. Mientras nadie altere el orden de cosas, el trato violento hasta parece moderno. Ya cuando genera una tragedia, preferimos culpar al sistema judicial, al Estado, al vecino, al alcohol. Aún somos incapaces de mirarnos al espejo y reconocernos en nuestras propias miserias.

Nuestro pedido para este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es chequear cómo andamos por casa. ¿Tú justificas la violencia? ¿Qué tan lejos o cerca estás de reproducirla, alentarla o generarla?

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