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Planificación hidrológica, una prioridad

Varios estudios demuestran que son tres los motivos que causan escasez de agua alrededor del mundo: la falta física del recurso, la escasez económica y la mala gestión. La vulnerabilidad con respecto a la disponibilidad de agua que presentan algunas zonas del país, por ejemplo el altiplano tras lo sucedido con el lago Poopó, nos obliga a replantearnos el cuidado del agua.

Para afrontar la escasez de agua se debe gestionar la oferta, con el incremento de recursos disponibles: construcción de embalses, perforación de pozos, trasvases o la recarga artificial de acuíferos. También se puede gestionar la demanda, con base en consensos entre los consumidores de agua (consumo doméstico, agrícola, industrial y otros). Y por medio del uso de recursos no convencionales, cuyo objetivo es generar mayor resiliencia ante el cambio climático; por ejemplo con el uso de aguas pluviales y residuales tratadas. Todos estos elementos deben ser contemplados en la planificación hidrológica, la cual es resumida en las siguientes acciones.

Identificar y caracterizar todas las masas de agua en cada cuenca, superficiales y subterráneas, sus áreas de recarga y las zonas protegidas.
Definir todos los usos del agua: doméstico, público, industrial, agrícola, ecológico y otros; con la respectiva medición de caudales consumidos y evacuados tras su uso.

Evaluar y cuantificar los recursos hídricos en el espacio y tiempo, realizando una proyección sobre su disponibilidad. Se deben identificar recursos potenciales para consumo humano, para la agricultura e industria, además de la cantidad de agua que está contaminada.

Simulación de los recursos hídricos para evaluar el comportamiento del sistema de forma conjunta. De esta forma, se estiman volúmenes de reserva de agua para el futuro, su disponibilidad, la capacidad de las cuencas para el desarrollo de actividades productivas, entre otros aspectos.
Finalmente, con base en estos procesos se deben establecer indicadores para la toma de decisiones. Éstos pueden ser de garantía de suministro, biológicos, físico-químicos, de resiliencia, huella hídrica verde, azul y gris, entre otros.

Una base primordial para implementar estas acciones es la medición. La limitación de datos nos hace pensar que podemos planificar utilizando mediciones puntuales y únicas, lo cual no es recomendable. Aparte de datos climatológicos, es preciso medir caudales en cuerpos de agua superficiales, niveles piezométricos en acuíferos y niveles de agua en lagos, lagunas y embalses. Por lo tanto, necesitamos contar con la infraestructura adecuada para tener una red de aforo en puntos estratégicos de cada cuenca. Asimismo se deben realizar campañas periódicas de monitoreo de la calidad del agua.

La medición debe ser frecuente, fiable y transparente. Así será útil también para generar investigación científica. Sin datos no hay información ni posibilidades de identificar los problemas de forma oportuna.

Asimismo, se debe promover la investigación científica relacionada con los recursos hídricos en cada región de nuestro país, destinando los recursos suficientes. Es necesario estudiar las condiciones de trabajo de nuestros pocos embalses, el cuidado y mejor gestión de nuestros acuíferos y sus zonas de recarga, generar herramientas para la planificación y conservación del agua enmarcada en nuestro contexto local, entre otros programas de investigación.

Es recomendable también organizar entidades responsables de la administración y control de cada una de las cuencas y/o subcuencas de nuestro país. Si no empezamos a actuar ahora, perderemos valiosos recursos y tiempo, y quedaremos en deuda con nuestras generaciones futuras.