Hablemos claro
Aún persisten una serie de obstáculos que impiden el ejercicio pleno de los derechos humanos.
El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Si bien se han dado importantes avances en esta materia, a 68 años de su aprobación aún seguimos viviendo bajo la sombra de la discriminación, la opresión, la explotación, el abuso, el odio, la intolerancia y el miedo. Todavía persisten una serie de obstáculos que impiden el ejercicio pleno de los derechos humanos.
La situación y condición humana siguen siendo objeto de vulnerabilidad permanente, su fragilidad y precariedad hoy más que nunca han puesto en riesgo la sostenibilidad de la vida. Aquellos vínculos que podíamos fortalecer a fin de establecer lazos de confianza y solidaridad hoy se encuentran permeados por el temor y la desconfianza. No solo hemos construido barreras y muros materiales, sino también barreras personales, culturales religiosas, etc.; barreras que en esa búsqueda perversa de hegemonía del poder afectan el despliegue multidimensional de lo humano.
El reconocimiento de los derechos de las personas disuelve y elimina prejuicios, desigualdades, temores e inequidades. Su reconocimiento está por encima de posiciones e imposturas, porque reconoce el desarrollo de los seres humanos en sus múltiples facetas y diferencias, pero iguales en dignidad. Los derechos humanos no tienen por qué ser una excusa retórica para tranquilizar conciencias y justificar la ausencia de garantías para su ejercicio. Por sí sola la vida de las personas ya es bastante frágil y precaria como para ponerla en riesgo vulnerando su condición y posibilidades de existencia. Recuperemos la comprensión respetuosa, esencial y atemporal de los derechos humanos, para ponerlos en práctica cada día, promoviéndolos en cada acción y en cada palabra a favor de los demás. Debemos reconocerlos como principios esenciales que unen a pueblos, comunidades y personas alrededor de prácticas comprometidas en favor y en defensa del ejercicio de los derechos de las personas.
El lema elegido para éste año por la Asamblea General de las Naciones Unidas es: “¡Defiende hoy los derechos de los demás!”. Asumamos el desafío de reconocer al “otro/a”, de cuidarlo/a y protegerlo/a cuando se están vulnerando sus derechos o se tiene la pretensión de hacerlo. Para ello no necesitamos nada más que dejar de lado el temor y la indiferencia, de mirarnos y encontrarnos en los ojos de los demás. Entonces será imposible hacer daño o atropellar a alguien; y ciertamente estaremos en camino de construir una cultura de paz y respeto. Seamos, pues, garantes de un proyecto que promueva y facilite el ejercicio pleno de los derechos humanos; cruzada que si no es asumida colectivamente, pone en riesgo el sentido de lo humano.