En las alturas del Himalaya en la India, pequeñas comunidades rurales cultivan un arroz morado conocido como el “arroz prohibido”, porque antiguamente su consumo estaba restringido a las familias reales, ya que se cree que ese cultivo protege los hogares que rodea. El albaricoque liso de Batken, una región remota de Kirguizistán, las lentejas negras de Nepal y las semillas de amaranto negro de Bolivia, altas en proteínas, son algunos ejemplos de productos de montaña que no solamente tienen un alto valor nutricional, sino que además son fruto de una milenaria interacción entre productores locales, culturas tradicionales y ambientes de montaña.

Estos alimentos de alta calidad son casi desconocidos fuera de las regiones en que se producen, ya que aún no han llegado a los mercados y consumidores internacionales como la quinua de Sudamérica o el café Kopi Luwak de Indonesia. Llevar estos alimentos a las mesas de todo el mundo favorece tanto a los consumidores como a los productores.

En las zonas montañosas de los países en desarrollo, la pobreza y la marginación son altas, y la seguridad alimentaria de una de cada tres personas que habitan estos lugares está en peligro. La producción agrícola en la montaña es a pequeña escala y no puede competir con la producción intensiva de las tierras bajas. A menudo, los productores de montaña reciben solo una pequeña fracción del precio final de sus productos debido a los altos costos de transporte y los muchos intermediarios.

Generar nuevos canales de negocio para los productos de montaña puede conducir a una mejora concreta en la calidad de vida de estas poblaciones, entre las más pobres del mundo. Por ello, La Alianza para las Montañas, la FAO, Slow Food y la Cooperación Italiana para el Desarrollo están valorizando estos productos de montaña a través de la etiqueta “Producto de la Alianza para las Montañas”. Esta etiqueta garantiza a los compradores que los productos provienen y se procesan principalmente en las montañas, a pequeña escala y respetando el medio ambiente y las tradiciones locales; y productores de seis países de América Latina y el Caribe han contactado a la Alianza para las Montañas para pedir ser reconocidos con ella.

En América Latina, los agricultores de montaña generalmente trabajan a nivel familiar o comunitario para un mercado local o para su propia subsistencia. Las grandes empresas agroindustriales no dominan estos mercados, así que en muchos lugares los métodos tradicionales de cultivo sustentable siguen vigentes.

En la Cordillera Central de Panamá se cultiva el café ceibal a la sombra de los bosques de un sistema agroforestal. Este método no permite cultivar en la misma escala que los métodos industriales, pero reduce la erosión del suelo y la pérdida de nutrientes, respetando la cobertura del suelo, los árboles y sus raíces.

Los quesos Achocalla y roca del Illimani del altiplano boliviano son producidos por una microempresa compuesta en un 70% por mujeres, que aplica un modelo de negocios ecosocial orientado al cuidado del medioambiente y al bienestar de las comunidades agrícolas. Otro producto que busca ser parte de esta iniciativa es muesli hecho con semillas de amaranto negro en Bolivia, una variedad autóctona de alto valor nutricional que no ha sido comercializada, siendo relegada al consumo doméstico.

En Perú los productos que postulan a la etiqueta son mermeladas de arándano y de aguaymanto, esta última es una fruta silvestre nativa de Sudamérica que es parte de un proyecto de capacitación para adolescentes en escuelas rurales que busca diversificar la dieta familiar, promover la agroindustria familiar y generar empleos e ingresos para los jóvenes.

La etiqueta “Producto de la Alianza para las Montañas” también ha sido solicitada para la maca andina, un suplemento nutricional con propiedades medicinales producida por pequeños agricultores de montaña en el Valle del Mantaro en el altiplano andino. Esta campaña es parte de un programa más amplio para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de las montañas, luchar contra la malnutrición y promocionar la gestión sostenible de los recursos y de los sistemas de producción.

Alrededor del mundo, los pueblos de montaña han perfeccionado durante los siglos formas de cultivar terrenos difíciles y escabrosos. Los agricultores de montaña no solo dan de comer a sus comunidades, sino que también protegen los bosques, el suelo y el agua. De hecho, las montañas son la fuente de la mayoría del agua potable en el mundo, y albergan una importante biodiversidad que incluye cultivos resistentes que nos pueden ayudar a enfrentar el cambio climático.

El 11 de diciembre de cada año se celebra el Día Internacional de las Montañas, para reconocer y apreciar el aporte de las montañas al bienestar de todos y para recordar la variedad y la riqueza de las culturas de montaña, donde las vidas de los agricultores están entrelazadas con la tierra, los bosques y el agua. ¿Qué mejor manera de celebrar este día que comprando un producto de montaña? (video: https://youtu.be/FjsiOM4IzDI)