Cinco mitos sobre Pearl Harbor
Fue el Gobierno de Estados Unidos el que empujó al imperio del sol naciente hacia la acción militar.
Primer mito: Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial luego del ataque japonés en contra de la base naval de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941. Realidad: el Gobierno norteamericano estuvo participando en la Segunda Guerra Mundial desde mucho antes del ataque japonés, ya fuera proveyendo equipo bélico y otros tipos de asistencia a los beligerantes afines, escoltando embarcaciones mercantes británicas, persiguiendo a las de bandera alemana, “manteniendo una que otra refriega con los submarinos alemanes” (Hastings, 2013), congelando los activos financieros de los adversarios e incluso consolidando un embargo petrolero contra el imperio de Japón.
Segundo mito: antes de Pearl Harbor, Estados Unidos estaba en paz con Japón. Realidad: EEUU ya había tomado medidas de guerra económica contra en su contra desde julio de 1939, condenando al Estado nipón al aislamiento comercial y al desabastecimiento de recursos estratégicos. Cabe considerar que la inexistencia de una conflagración generalizada no se puede equiparar a las condiciones de la paz.
Tercer mito: el ataque de Japón obligó a Estados Unidos a ingresar en la Segunda Guerra Mundial. Realidad: el presidente Roosevelt ya era favorable a la opción bélica en favor del Reino Unido, Francia y la China de Chiang Kai Shek, pero no hallaba la manera de conseguir unidad en la población estadounidense para que lo apoyara en la decisión de participar en una terrible guerra extracontinental. Desde un punto de vista estratégico se puede decir que, con la Nota Hull (un decálogo de drásticas condiciones que se le exigieron a Japón para continuar por la vía diplomática) y el estrangulamiento económico-comercial, fue el Gobierno de Estados Unidos el que empujó al imperio del sol naciente hacia la acción militar, todo con el objeto de conseguir el tan requerido casus belli que permitiera unificar a la opinión pública estadounidense y legitimar el proceder del gobierno.
Cuarto mito: el ataque japonés tomó por sorpresa al Gobierno estadounidense. Realidad: aunque el presidente Roosevelt dijera en su discurso del 8 de diciembre que “los Estados Unidos de América fueron repentina y deliberadamente atacados” por el imperio de Japón, toda la evidencia indica que las tensiones entre estas dos potencias aumentaron gradualmente a partir de 1939, transitando todo el camino que agotara las instancias diplomáticas, incluyendo diálogos entre los jefes de gobierno, hasta llegar al punto en el que la inteligencia estadounidense recolectó suficiente información y el Gobierno previno efectivamente a sus fuerzas del Pacífico contra el inminente ataque japonés.
Quinto mito: el ataque fue muestra del carácter belicoso e irreflexivo del imperio del sol naciente. Realidad: desde que Estados Unidos se mostrara decidido a interferir activamente en contra de los intereses imperiales de Japón, los líderes nipones con poder de decisión se vieron inmersos en un intenso debate que debía inclinar la balanza en favor de una de las siguientes dos terribles opciones: i) asumir la humillación de abandonar los intereses imperiales, y luego cruzar los dedos para que el Reino Unido, Estados Unidos, la Unión Soviética e incluso la China de Chiang Kai Shek no arremetieran contra su país; ii) atacar primero, salvar el honor imperial y entrar de lleno, aunque con bajas probabilidades de éxito, en una guerra contra Estados Unidos, guardando la esperanza de que los aliados fascistas de Europa obtuvieran la victoria, y así, de milagro, terminar en el bando vencedor.