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Las illas e ispallas de verano

Cuando la celebración de la Navidad estaba en su punto, siempre le preguntaba a mi abuela Olga sobre qué hacíamos cuando no había la fiesta del Niño Jesús. Invariablemente ella me atosigaba de buñuelos y chocolate y se hacía la del otro viernes mientras se limpiaba sus bellas manos en su mandil azul.
Cuarenta años después del descubrimiento de Abya Yala por Colón, se llevó a cabo la guerra de conquista a las naciones originarias; 1542 es la fecha del inicio de los primeros intentos de evangelización y de las primeras noticias de la celebración de la Navidad en nuestro territorio. No sabemos si Francisco Pizarro y sus huestes festejaron con buñuelos y chocolate. Este último y delicioso manjar fue llevado luego por Colón a los Reyes católicos, quienes quedaron extasiados.

Antes de la imposición religiosa, las naciones originarias festejaban la fiesta del Ekeko en octubre, tiempo en que preparaban las illas. En 1781, luego del fin del cerco a la ciudad de La Paz por Túpac Katari, el gobernador Segurola, para celebrar su triunfo y en devoción a la Virgen del Carmen, la trasladó al 24 de enero.

Según el diccionario de aymara de Bertonio, illa es “cualquier cosa que uno guarda para provisión de su casa, como chuñu, maíz, plata, ropa y aún las joyas”. También se le designa como una deidad del reino animal o un espíritu que cuida y multiplica a los animales, plantas y bienes domésticos. Según Ponce, es “una pequeña estatua protectora fabricada por los callaguayas”. Las más populares son el chachailla y el warmiilla, que conforman el warmi munachi, entre otras interpretaciones sobre este importante símbolo de fertilidad. Asimismo, tenemos a las ispallas, “deidad de todos los plantíos comestibles, cada especie tiene su propia ispalla, así por ejemplo la mamá ispalla es la protectora y bienhechora de la papa, y por extensión de lo que se produce en el mismo terreno en los años siguientes del ciclo rotativo” (Xavier Albó).

El carácter agrocéntrico de las culturas indígenas, hasta el día de hoy, tiene su calendario que se mantiene como un ordenador de la vida. Así, entre el 21 y 22 de diciembre se inicia el solsticio de verano, cuando el sol está sobre el trópico de Capricornio y el calor pone a los sembradíos en maduración. Es el momento en que el trabajo agrícola no es muy exigente y hay espacio para la fabricación de la cerámica, los textiles y la preparación de la gran fiesta del Anata, el tiempo húmedo, el Jallu Pacha.

En el calendario incaico,  en diciembre se celebra la fiesta del Capac Inti Raymi, o la fiesta del Sol; en enero, el Uchuc pocoy o pequeña madurez; en febrero, Jatum pocoy o gran madurez. En el calendario aymara, en diciembre llega  la época de umachucha, o tiempos de agua; en enero continua el mismo tiempo hasta febrero, que es marka paxsi o tiempo de barbecho, tiempo de descanso de la tierra.

Nos llama la atención que el 24 de diciembre había la costumbre de amasar arcilla para modelar pequeños objetos, representaciones de alimentos y pequeñas casas y solicitarle al Niño Jesús, escenificado en el nacimiento que preparan las familias, que se cumplan los deseos. Los jóvenes que deseaban casarse modelaban una mujer, y las mujeres, un varón, estableciendo una similitud con el warmimunachu. Dice la tradición que “a las 12.00 de la noche el Niño mira los objetos, los bendice, y el creyente no tarda en obtener su pedido” (Paredes Candia).

El 21 de diciembre, en la apacheta donde se levanta la Mama koa de la Ceja del Alto, un yatiri propició una mesa ritual y los asistentes trabajaron los objetos en arcilla y los incorporaron a la ofrenda. Una vez concluida la ceremonia, los objetos semicocidos fueron colocados vista al Illimani para que, como el Niño Jesús, los cha’lle y se cumplan sus deseos.

Vale decir que antes de la conquista, en el imperio incaico se celebraba desde octubre el Uma raymi quilla, o la fiesta del agua, en la que se pedía agua para la siembra entre llantos y gritos; en tanto, en el nación aymara era el mes del satawi (lapaca) o tiempo de ablandar la tierra. Como podemos advertir, el solsticio de verano y el tiempo de aguas eran venerados por nuestros antepasados, cultura de la vida que ¿hemos perdido?