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Agua, fragmentación y cambio climático

La fragmentación en la administración del agua no va a permitir que el problema del agua sea superado.

/ 27 de diciembre de 2016 / 03:53

La situación sobre el desabastecimiento del agua en el país no ha cambiado desde hace semanas. La población afectada tuvo que, de forma inmediata, ajustar sus patrones de consumo. La otra parte, los administradores del líquido elemento, no pueden llegar a una decisión única e inequívoca, generando mayor confusión y disgusto entre la población. Para ilustrar el tema y su complejidad, me gustaría escribir sobre el concepto de fragmentación, que se utiliza ampliamente en diversas ramas de la ciencia.

Fragmentación se refiere a la división y efecto de la separación de las partes (Diccionario de la lengua española, 2016). En términos de la administración del agua, también podríamos utilizar este concepto para ejemplificar lo que precisamente pasa en diversas ciudades de Bolivia en este preciso instante.

Hace casi ya una década, Karen Bakker en su artículo titulado La falla en la gobernanza (World Development Journal, 2008) señala que muchos países del sur global han fallado en la administración de empresas de servicios públicos debido a diferentes factores, tanto culturales, históricos o técnicos, pero el común denominador es la presencia de estructuras fragmentadas. Estas estructuras han producido divisiones internas y posiciones muchas veces irreconciliables las unas con las otras. El resultado: no sabemos cuándo habrá agua.

La ineficiencia en el suministro de agua implica diversos problemas conectados. No olvidemos que el agua es necesaria para todo proceso productivo, y seguramente implicará un freno al ya mermado sector económico del país, sin mencionar otros de suma importancia como la educación, la salud o el medio ambiente.

Algunas experiencias nos muestran que diferentes países en América Latina presentan las mismas estructuras fragmentadas, pero ante la llegada de situaciones extremas donde nadie se hace responsable de dar soluciones, la gente ha tenido que desarrollar espacios de diálogo para afrontar las crisis. En algunos casos ha suscitado una gestión conjunta de cuencas hidrológicas; en otros casos, consensos para conservar los ecosistemas de altura, que son los proveedores y reguladores del agua para las partes bajas.

Adicionalmente, la temática del cambio climático en los últimos años ha pasado a tomar un rol importante en las sociedades del mundo entero. Una evidencia de ello es el tan celebrado acuerdo de París. El cambio climático es un hecho, esta aquí para quedarse. Las advertencias científicas que ya se tenían desde hace décadas las vivimos hoy en día. Es lamentable que el rol de la ciencia e investigación en Latinoamérica no tenga el impacto que tiene un cantante de pop.

Es así, estimado lector, que mientras usted lee estas líneas, el desabastecimiento de agua seguirá, las autoridades seguirán discursando, y cerca del 45% de las pérdidas de agua por fugas internas también continuará. De esta manera la coyuntura de escasez de agua, ante una evidente fragmentación en el sistema de administración, no tendrá otro destino que mayores racionamientos y cortes en el suministro. Una alternativa a mediano plazo podría ser un enfoque más horizontal y participativo. Esto también dará parte de la responsabilidad a los involucrados (a la gente), haciéndola más propositiva y activa en el tema.

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Un plan consensuado del agua

La urgencia de la escasez ya no amerita mayor retórica, tampoco buscar culpables, sino soluciones.

/ 2 de diciembre de 2016 / 05:08

Nací y crecí en las altas montañas de La Paz en Bolivia. Múltiples recuerdos de mi vida en la ciudad están ligados al nevado, al achachila Illimani y sus leyendas de perenne guardián de la ciudad; nevado que poco a poco pierde su manto blanco, como sus aliados y adversarios en las contiendas mitológicas en los Andes. Así, los mantos blancos del Illampu, el Mururata, el Sajama, como otras altas cumbres van desapareciendo ante nuestras miradas.

La urgencia del tema ya no amerita mayor retórica, tampoco buscar culpables, sino soluciones conjuntas. El agudo racionamiento del agua amerita poner estricta importancia al largo plazo. Es decir, no solo pensar en los factores coyunturales de la escasez, sino también tener en cuenta escenarios de posible desarrollo para solucionar este problema. Preguntarnos, por ejemplo, cuánto se podrá resistir bajo la actual situación. Eso es mirar hacia la adaptación. Llámenle como quieran, adaptación al cambio climático, a los niveles fluctuantes de lluvias, a los niveles de intensidad solar de épocas secas, adaptación a un nuevo contexto.

Ciudades progresistas como Rotterdam, en Holanda, o Malmo, en Suecia, están experimentando hace tiempo en proyectos ecológicos urbanos a gran escala. Por otro lado, experiencias en Vietnam o Indonesia con la restauración de los manglares, o en Perú con los modelos de conservación de los ecosistemas muestran que ver al futuro de manera conjunta es posible. En Bolivia, por su gran conocimiento, no solo técnico, sino también ancestral, podría explorarse un modelo propio de gestión del agua.

El actual momento de urgencia acerca de la provisión del agua debe ser el momento de catarsis para la construcción de canales de comunicación entre las partes. Es imprescindible incorporar a todos los actores involucrados de forma directa o indirecta para así delinear de forma objetiva una estrategia de cara a los próximos 20 o 30 años. Empezar por tener pleno conocimiento de la disponibilidad hídrica nacional. Hacer un inventario de cuánta agua fluye por cuencas y subcuecas, además de acueductos y fluctuaciones subterráneas y asignar las prioridades. Dice la teoría del Management que no se puede administrar sin contar previamente.

Si no se actúa de forma coordinada, se puede llegar por ejemplo al caso de Yakarta, en Indonesia, o de Oaxaca, en México, donde un nivel de fragmentación en la administración del agua y los distintos niveles de poder generaron lo que hoy en día tienen, un mercado no regulado de provisión del agua: la venta de agua por cisternas con obvias deficiencias en la calidad y la aparición de redes que detentan del acceso a reservorios para su comercialización.

Durante una investigación en el desierto del norte del Perú pude ver asombrado cómo la gente en muchos pueblos, a lomo de burro, cargados de bidones se dirigían a la recolección semanal de agua a un punto común. El pueblo también tenía invertidos todos sus recursos en un flamante coliseo y un gran portal de bienvenida al pueblo. No tenían agua y al final tampoco podían usar el coliseo porque los costos de iluminación eran muy altos.

Dice el dicho que no se puede resolver un problema de la misma forma en que fue creado. El fraccionamiento actual de los actores sociales y políticos lleva a resultados parcializados, donde la solución de problemas comunes se hace de forma unilateral, generando mayores problemas. Un plan consensuado del agua permitiría ver de forma integral temas hasta ahora sectoriales; podría ayudar, asimismo, a unirnos a través de este tan hermoso e invaluable líquido elemental para la vida, y hacer el camino hacia la adaptación más llevadero.

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