Aquí está el 2017
Hacer las armas de fuego más accecibles a la Policía aumenta riesgos difíciles de controlar.
La geopolítica global promete cambiar este año. El papa Francisco tuvo cierta sintonía con Barack Obama, Angela Merkel y Xi Jinping. Entretanto, agazapado en el Kremlin, Vladimir Putin esperaba ansioso el triunfo de Donald Trump. Con este telón de fondo, Estados Unidos y Cuba reanudaron relaciones, Colombia inició un acuerdo de paz con los guerrilleros e Irán congeló su programa nuclear. Pero, ahora, Trump y Putin prometen ir por un camino distinto.
En general, los ciudadanos occidentales han cedido espacios de libertad atemorizados, por los propios políticos, ante la avanzada de los fundamentalistas, lo que Obama minimizó y el tándem Trump-Putin parece querer alentar, promoviendo la violencia global. Lo lograrán, quizás, en el corto plazo, pero es inevitable que tarde o temprano la violencia decrezca, sencillamente porque es destructiva.
Por cierto, Merkel, que va camino a convertirse en la líder de las libertades individuales a nivel global, intentará obtener su cuarto mandato; y Jinping tratará de atenuar los ataques nacionalistas provenientes de la Casa Blanca. A Putin ya lo conocemos, intentará aliarse con Trump, con la intención de recortar la influencia de China y minimizar a la Unión Europea.
El Papa seguirá influyendo en millones de personas porque su prestigio global sigue fuerte. Según Forbes, es la quinta persona más influyente del mundo. “Es tiempo de que las armas callen definitivamente…”, dijo durante la tradicional bendición Urbi et Orbi.
A ver, no se trata de evitar la violencia por razones ideológicas; no es de derecha o de izquierda, tampoco una cuestión de valentía o cobardía. Por cierto, los cobardes son los violentos, ya que es fácil apretar un gatillo frente a quien nos asusta antes que permanecer calmos y conducirse pacíficamente. Se trata de que la violencia, al ser contraria al orden natural (como ya la definían los filósofos griegos) jamás hará otra cosa que destruir, agravando los problemas.
En el Reino Unido, Irlanda, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda y un puñado de naciones del Pacífico, los oficiales patrullan desarmados. Y los homicidios por armas de fuego no se multiplican, según encuestas citadas por la BBC. Y los agentes están de acuerdo. Una encuesta de la Federación de Policía del Reino Unido concluyó que el 82% no deseaba estar armado, aunque la mitad reconoció haber estado “en grave peligro” en los últimos tres años.
Noruega es el cuarto país europeo cuyos policías no llevan armas a cuestas. En Nueva Zelanda hubo un fuerte debate cuando dos agentes fueron asesinados. “La experiencia demuestra que hacer las armas de fuego más accesibles aumenta riesgos difíciles de controlar”, dijo el Jefe de Policía, y así los agentes ordinarios neozelandeses continúan sin estar armados. “La protección que ofrece un arma de fuego (…) es más ilusoria que real; y, por el contrario, distrae y es peligrosa”, continuó el jefe.
En cambio, según el Uniform Crime Report del FBI, en 2013, la Policía de Estados Unidos cometió 461 “homicidios justificables”, y la del Reino Unido, ninguno. Además, armar a las fuerzas del orden tiene un alto costo económico solventado con impuestos, creando más pobreza y desocupación, buen caldo de cultivo para el delito.
Por cierto, hablando de caldo de cultivo, hay que terminar con la “guerra contra las drogas”, principal creador moderno de delitos. Es que reprimir las drogas (policialmente, violentamente) solo empeora las cosas.
* es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California. @alextagliavini www.alejandrotagliavini.com