Gabinete y paridad
Despatriarcalizar el espacio público contribuirá a que éste sea un lugar más digno para los que vienen.
Mientras la opinión pública opta por amargarse o entretenerse con la especulación respecto a los cambios políticos propios de inicio de gestión, parecen lejanos los anhelos con los que se esperaba este momento tiempo atrás (estoy pensando en el 2009), y en los que la ruta de la construcción de un Estado Plurinacional igualitario y con justicia apuntaba a que, en el marco de la despatriarcalización y la descolonización, los gabinetes estaban obligados, cuando menos simbólicamente, a constituirse en los marcos de la paridad y de la interculturalidad.
Así, la noticia de aquellos 23 de enero pasados consistía en cómo y a través de quiénes se iba a manifestar esta voluntad política. Y claro, esto sucedía junto al debate en torno a cómo la paridad, como un hecho numérico y simbólico, podía transformar cualitativamente la gestión pública y el ejercicio mismo del poder político. Sin embargo, la práctica simbólica ha ido disminuyendo con los años y, como con tantas otras cosas, nos hemos ido acostumbrando a que la cantidad de mujeres vaya mermando poquito a poco en cada nuevo gabinete.
Y el debate tampoco ha cesado; siguen confrontándose aquellas posiciones que señalan que la discriminación positiva no es precisamente el mejor mecanismo para despatriarcalizar las relaciones de poder o el mismo servicio público. Más bien, las voces que defienden que el mejor mecanismo de integración de las mujeres a lo público es el “esfuerzo propio” (aquellas que olvidan que la estructura patriarcal nunca otorga igualdad de oportunidades) se han regodeado los últimos eneros, cuando en realidad, casi como tendencia, son cada vez más las ministras que salen respecto a las que entran, y peor aún, estamos hablando de salidas entre vergonzosas y escandalosas.
A días de que recibamos una de las noticias políticas más esperadas de cada año, el panorama es poco alentador. Se sabe, en off (acá seguiremos jugando con la especulación), que una buena parte del gabinete saliente serán ministras.
Y también se especula que la última prioridad ante tanto cambio será velar por el principio de paridad. Con dos exministras tras las rejas y en medio de procesos judiciales y una exministra que renunció a pocas horas de rendir cuentas a la sociedad, por medio de nuestros y nuestras representantes en la Asamblea, hablar de que la paridad debe ser un principio a respetar en el venidero nombramiento ministerial, ciertamente podría parecer un absurdo, sobre todo ante quienes señalan precisamente que el hecho de ser mujer no garantiza absolutamente nada en términos de desempeño político y en gestión pública.
Y es cierto, no garantiza nada respecto al desempeño particular de las personas, pero, con seguridad y convicción, determina de manera fundamental la modificación simbólica del ejercicio de lo público, primero, y luego, permite la transformación material de las lógicas dominantes (pasa que solemos olvidar los grandes ejemplos que también hay de ello).
Ante todo ese panorama, ciertamente no es algo fácil mantener el entusiasmo por la demanda de paridad en agenda, porque es justo también entender que, para un país que espera tanto de las decisiones políticas del siguiente lunes, buscará acomodar sus expectativas bajo otros parámetros. Pero, con todo, somos feministas que sabemos que ha pasado mucho y que habitamos en la maravillosa utopía de que despatriarcalizar el espacio público contribuirá a que éste sea un lugar más digno para los y las que vienen. Entonces, nos permitimos creer e insistir en que este nuevo gabinete llegue también con una buena señal paritaria.
* es comuni-cadora. Twitter: @verokam-chatka.