Postverdad minera nacional
Si el Estado asumiera el control de la cadena productiva del oro se abriría un abanico de oportunidades.
Cada que empezamos un nuevo año siempre hacemos balances de lo pasado y pronósticos del porvenir, augurios de mejoras, de esperanzas, de éxito. Como está el mundo hoy y donde la postverdad (aquella que nos impone la vorágine del mundo virtual) nos abruma, hacer pronósticos sobre lo que será 2017 suena hueco, casi sin sentido, pero allá vamos intentando ubicar al sector minero entre estas dos realidades paralelas.
Venimos de un auge económico con una cúspide entre 2008 y 2011, y cuya declinación no acaba de revertirse. El valor de las exportaciones del país que, según datos del INE y del ministerio del ramo, tuvieron un valor máximo en 2012 de algo más de $us 11.700 millones (MM), en 2015 alcanzó $us 8.300 MM, y en la gestión pasada y a noviembre solo $us 6.661 MM, con una declinación cercana al 20% respecto de similar periodo de 2015.
El aporte del sector minero al fisco que en 2011 registró un máximo de $us 259 MM, en 2015 fue de tan solo $us 78 MM; las regalías mineras en 2010 significaron para el Estado $us 167 MM; pero en 2014, solamente $us 163 MM y algo menos en 2015. Estas cifras suenan a crisis en el sector, pero la postverdad apunta a que hubo un leve aumento del volumen de producción, sobre todo de zinc y plata, de los grandes proyectos privados y un leve repunte del valor del estaño, cuyo precio en la gestión pasada en promedio fue mayor a los $us 9 la libra.
La perspectiva para 2017 se perfila menos dramática, tomando en cuenta los ya añejos proyectos estatales que no acaban de concretarse (Uyuni, Mutún, las refinerías de metales base, Mallku Khota, Corocoro y otros menores). Pero para que esto ocurra, el reto principal radica en subir el nivel de inversión en nuevos proyectos y operaciones actuales. En la década pasada el nivel máximo de inversión en el sector fue de $us 520 MM en 2008, de los cuales $us 478 MM eran inversión privada en la puesta en marcha de San Cristóbal, y en menor medida, de San Bartolomé y San Vicente. En 2015 la inversión en el sector fue de $us 367,6 MM, similar a los $us 346 MM de 2006. Las cifras de la gestión pasada serán aún menores. La inversión estatal llegó a $us 187,6 MM en 2015, la privada, a $us 180 MM. Bajísimos niveles de inversión.
La verdad apunta a que los proyectos estatales aún dormirán el sueño de los justos. La postverdad que nos venden dice que con Uyuni y otros emprendimientos, la industrialización minera está tocando las puertas.
Y así podemos seguir. A mi entender, nuestra minería está muy, pero muy lejos de ser competitiva, no hay un futuro previsible para el sector, las inversiones no llegan al país, sino solamente aquellas de especuladores que pululan en los pasillos de las instituciones del Estado. Las oportunidades para el país son muy pocas, no hay nuevos proyectos importantes, si bien hay un interesante potencial en mineralización aurífera, de alto valor de mercado, y que podría significar un repunte a corto plazo, lamentablemente ese sector está controlado por la minería informal en toda la cadena productiva y de comercialización.
Sin embargo, y como he postulado siempre, el Estado debería asumir el control de esta cadena. De hacerlo, se abriría un abanico de oportunidades. Paralelamente, deberíamos focalizar nuestros esfuerzos en la exploración y evaluación del potencial de minerales y metales del grupo del platino, de las “tierras raras” y otros cuyo valor de mercado justifique el esfuerzo y pueda llevar a una verdadera diversificación de la producción minera en el mediano plazo. Mientras no se abra una ventana de oportunidad a estas iniciativas (estatales y/o privadas) con capacidad técnica y financiera para hacerlo, esto también será una postverdad.
* es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.