Tradicionalmente, las investigaciones dedicadas al fenómeno de la migración se han concentrado casi exclusivamente en los traumas psíquicos; de los traumas culturales se ha hablado muy poco o casi nada. No obstante, hoy en día, gracias a la interdisciplinariedad, tal como se resalta en algunos estudios —por ejemplo Moro (2000) y Sturm (2003, 2006)—, se sabe que los traumas de los migrantes también provienen del núcleo familiar y se diferencian de acuerdo con su trasfondo cultural.

Sin la interacción de varias disciplinas y enfoques de investigación en el tema de la migración, sin contar con métodos de análisis basados en un contexto cultural que les sirviera de apoyo, los centros de ayuda social aún estarían en apuros al tener que atender trastornos psíquicos. Por esta razón, psicólogos y psiquiatras procuran abrazar una perspectiva transcultural, porque consideran que así es posible analizar más de cerca cualquier proceso e influencia mutua entre varias culturas que entran en contacto.

Por caso, en el hospital parisiense Avicenne, la psiquiatra y psicoanalista Marie Rose Moro trabaja con familias (especialmente niños) migrantes. Su terapia etnopsiquiátrica exige la participación de un equipo de terapeutas, asistentes e incluso un traductor. Se analiza a fondo el contexto cultural del grupo y los cambios culturales que experimentan en territorio francés. Mediante entrevistas se valoran los procesos traumáticos del viaje y se intenta reconocer ciertos problemas de carácter cultural, ya sea durante la salida del país de procedencia, la separación y/o la reunión familiar.

Finalmente, se aplica una terapia específica atendiendo fielmente la lógica cultural de la familia. Por medio de este proceso terapéutico se intenta averiguar cuáles son las enfermedades más frecuentes y los rituales respectivos de sanación que los integrantes del grupo emplean para contrarrestarlas.

La psicóloga Eva Sturm, al igual que Moro, también se desenvuelve interdisciplinariamente. Hace años solucionó el caso de un niño migrante maliense, residente en Francia, quien, a pesar de demostrar una inteligencia normal, era un fracaso en la escuela (no podía hablar francés ni recordar lo aprendido en clases). Aplicando una terapia transcultural, Sturm concluyó que el conflicto familiar entre el padre y el abuelo del niño eran la causa principal de su fracaso escolar. Contextualizando, en algunas culturas, como la maliense, es importante que todas las generaciones convivan en armonía.

Si existe algún problema entre padres e hijos, los nietos se ven inmiscuidos directamente en él y culturalmente, debido al agobio que les causa tal situación, terminan “enfermándose”. En estos casos es donde la psiquiatría transcultural demuestra su capacidad para tratar eficazmente trastornos culturales.
A propósito de América Latina, la psicología y la psiquiatría transculturales se presentan como una excelente opción para comprender los procesos de integración intercultural en territorios con una importante población indígena y con un continuo flujo migratorio del campo a las ciudades.

En Bolivia, dicho sea de paso, el psiquiatra forense Hollweg trabaja desde hace varios años en el área. En  su artículo Violencia étnico-transcultural en psicología y psiquiatría forense de 2003, se mencionan algunos síndromes psiquiátricos culturales como el “susto” y el “arrebato”, muy extendidos en algunas regiones del Estado Plurinacional, y que nos sirven como ejemplos análogos de referencia para comprender la “enfermedad cultural” del niño maliense de París.