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Trump y los mercados

Unos días antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuando las encuestas mostraban que las intenciones de voto por la candidata demócrata se reducían frente a las del candidato republicano, los mercados bursátiles estadounidenses reaccionaron negativamente, pero desde que se confirmó la victoria del magnate inmobiliario, éstos han venido registrando constantes alzas, alcanzando el índice Dow Jones la semana que concluye el nivel más alto en toda su historia. Las ofertas electorales de Trump de reducir los impuestos, mayor inversión en infraestructura pública (incluido el muro que se construiría en la frontera con México) y flexibilización regulatoria que impulsarían el crecimiento de la economía estadounidense serían las razones para que los inversionistas opten por las acciones como alternativa de inversión. Sin embargo, de materializarse dichas ofertas, previa aprobación del Congreso con mayoría republicana, con el consecuente incremento del déficit fiscal y la inflación, es altamente probable que el Banco Central estadounidense (FED) aumente a un ritmo más acelerado la tasa de interés de referencia durante el 2017. Al finalizar el 2016, la FED incrementó la tasa de referencia que se encontraba en el rango de 0,25%-0,50% desde diciembre de 2015 al rango de 0,50%-0,75%, debido al buen desempeño de la economía de EEUU y a la importante reducción que registró el desempleo, situándose en 4,6% en noviembre pasado.  

Las expectativas de una mayor inflación y consiguientemente de mayores tasas de interés han elevado las tasas de los bonos soberanos estadounidenses, habiendo superado los bonos a 10 años la tasa del 2,5%, su mayor nivel desde 2014. Esto está ocasionando la salida de capitales de las economías desarrolladas con problemas como la eurozona y de las economías emergentes, junto a la apreciación del dólar respecto de las monedas de esas economías. Sin embargo, tasas de interés más altas pueden desincentivar la inversión, y un dólar fuerte quita competitividad a las exportaciones estadounidenses en un escenario en que el que Trump está retirando a Estados Unidos de tratados de libre comercio o pretende renegociarlos. Ambos aspectos podrían contrarrestar en parte los efectos positivos esperados de sus ofertas electorales.

Por otra parte, un dólar fuerte también encarece los precios de las materias primas que se cotizan y adquieren en esa divisa. Si bien luego del acuerdo alcanzado por los países productores miembros y no miembros de la OPEP en noviembre de 2016 para limitar la producción de petróleo, el precio del crudo ligero (WTI) repuntó, no ha logrado todavía alcanzar los $us  55 el barril. Otro efecto de un dólar fuerte es que los países que se han endeudado en esa moneda y cuyas divisas se han depreciado requieren reunir una mayor cantidad de su moneda para honrar sus deudas.

Pareciera que, por el momento, los inversionistas están priorizando el aspecto positivo de la reducción de impuestos, incremento de la inversión pública y la flexibilización regulatoria, aunque sin tener en claro el alcance de estas medidas, e ignorando las posibles implicancias y consecuencias de los cambios en la política comercial estadounidense (que no requerirían la aprobación del Congreso) con el retiro o renegociación de los tratados de libre comercio, el establecimiento de aranceles y barreras comerciales, así como los impactos que una eventual guerra comercial con otros países podría generar.