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Prohibido el paso

Estados Unidos, Argentina, son países conformados principalmente por migrantes, que llegaron huyendo del hambre, las guerras o en búsqueda de nuevas oportunidades de trabajo. Hoy olvidando su pasado se empeñan en levantar muros, endurecer sus medidas migratorias y niegan el paso a quienes en el presente también huyen de la guerra o la pobreza, ofreciendo su fuerza de trabajo, sus energías y su esperanza aun a costa de no ser bienvenidos.

En el momento de cerrar fronteras y prohibir el paso se olvidan de los ingleses, escoceses, irlandeses, franceses, holandeses, judíos y alemanes que desde 1600 llegaron a Estados Unidos para trabajar en la agricultura o para  hacerse ricos con el comercio de esclavos. Se olvidan que hacia 1820 alrededor de 15 millones de mujeres y hombres, principalmente jóvenes, llegaron a los puertos estadounidenses porque en la empobrecida Europa no había trabajo. Entre 1880 y 1920 arribaron, como lluvia humana, 24 millones de judíos, italianos, griegos, húngaros, polacos como mano de obra en las industrias del acero y el carbón. En los años 40 los braceros mexicanos y centroamericanos eran más que bienvenidos. El idilio terminó en 1965 cuando se endurecieron las medidas migratorias y cerraron las fronteras para los vecinos latinos.

En Argentina a mediados del siglo XIX se consolidó la migración europea con la llegada de ingleses e irlandeses para trabajar en la agricultura, les siguieron los italianos, españoles y judíos rusos. Entre 1880 y 1914 llegaron cerca de seis millones de personas. Las similitudes inmigratorias entre Estados Unidos y  Argentina nos llevan a la década de 1940 cuando los bolivianos, contratados en sus propias comunidades, son atraídos para trabajar en la zafra de azúcar y  tabaco. Luego se intensifica la demanda en otras áreas como la construcción para los varones y los servicios para las mujeres. El requerimiento de mano de obra en talleres de costura se intensificó y las familias bolivianas se asentaron en la capital argentina para cumplir con esa tarea. Son miles los casos de bolivianos mujeres y hombres que junto a sus hijos trabajan como zafreros urbanos en condiciones inhumanas con la amenaza de denunciarlos ante las autoridades migratorias, pues no tienen papeles ni recursos económicos.

Las corrientes migratorias se han dado por la demanda de los países que hoy pretenden impedirles el paso o echarlos. Los atrajeron, los utilizaron, fueron la base de su riqueza, sus brazos, hicieron las tareas más duras y pesadas, aquellas que no querían realizar, por todo eso es injusto que ahora se deshagan de ellos como uno deshecha el hueso después de comerse el pescado.