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Colonialismo forestal

Hace bastante tiempo que voy realizando un análisis sobre la estructura forestal de la ciudad de La Paz y la mayoría de los departamentos de la región andina de nuestro país; e innegablemente existen algunos datos interesantes que resultan necesarios poner en síntesis.

Si bien existe registro de un sinfín de proyectos actuales y pasados, tanto de gobiernos regionales como centrales, para reforestar y mejorar las áreas verdes y rurales en los departamentos andinos de nuestro país, me llama altamente la atención el enfoque errado que se la ha dado a esta temática en los últimos años y que hoy representan pruebas fehacientes y “vivientes” de lo poco que valoramos y conocemos nuestro propio patrimonio natural.

Bolivia es, sin lugar a dudas, el hogar de especies forestales fascinantes y únicas en el mundo. Tal es el caso del Polylepis (o comúnmente llamado queñua) que es el árbol que vive a mayor altitud en el mundo (hasta los 4.600 msnm) y del cual Bolivia tiene el privilegio de poseer la mayor cantidad de subespecies endémicas en Sudamérica (17 subespecies con cuatro de ellas endémicas, de las 28 conocidas y compartidas con Perú, Chile, Ecuador y Argentina)

Sin embargo, son contados con los dedos de la mano aquellos parques o plazas que gozan de estar forestados con alguna especie nativa en nuestra ciudad, o en alguna reserva municipal.

Si uno se toma el tiempo de simplemente observar se dará cuenta de que incluso nuestra plaza principal (plaza Murillo) o el propio Parque Botánico de La Paz se encuentran plenamente forestados con especies que en algunos casos ni siquiera pertenecen a nuestro continente.

El término con el que podríamos tildar a esta tendencia; que ya lleva cientos de años de transcurso, sería el de “Colonialismo forestal” y que, a diferencia de los demás “clichés” populares de anticolonialismo que se encuentran muy de moda actualmente; éste sí se trata de un colonialismo que afecta una estructura sistemática ambiental.

Antiguas crónicas españolas hablan del Altiplano y los valles altos de Bolivia como grandes bosques de queñuas, kiswaras y kantutas, que hoy han desaparecido y han sido reducidos a pequeños parches de eucaliptos, que consumen cantidades exuberantes de agua, y que además no dejan crecer a otras especies en sus predios.

El sistema forestal debe plantearse un cambio, y tener un enfoque netamente nativo, no solo para darle un valor agregado a nuestras plazas, parques, reservas forestales, sino también porque se tratan de árboles que científicamente equilibran nuestros ecosistemas, preservan y cosechan el agua, y que además pertenecen innegablemente a nuestra región.

Se puede afirmar que han surgido buenas iniciativas en términos de respetar y crear parques municipales, como ser el caso de Pura Pura y Auquisamaña en La Paz, o el Parque Tunari en Cochabamba, pero éstos se encuentran forestados casi en su totalidad con eucaliptos o pinos, que, ecológicamente hablando, representan especies sumamente dañinas para nuestros ecosistemas andinos, y que deberían de ser sustituidos progresivamente por árboles nativos.

De lo contrario, estaríamos hablando de una idea similar a la de proponernos defender, conservar y fomentar a la procreación de la trucha (proveniente de Canadá y Escandinavia) en el lago Titicaca, por encima de las pocas especies nativas de peces que aún quedan en nuestro Lago Sagrado”. Pero ese es otro tema que valdrá la pena tocar en otro artículo.