Un grupo de legisladores republicanos ha puesto a consideración del Senado estadounidense un proyecto de ley sobre el término de la adhesión de su país con Naciones Unidas, organismo que hasta la fecha —según ellos— es negativo EEUU. Si una proposición similar de Mike Rogers no tuvo efecto en 2015, con la ascensión de Donald Trump, en vista de su posición en cuanto a la ONU —“La ONU es un club que sirve solo para reunir la gente, hablar y pasarlo agradablemente—, ahora tal vez no caerá en la indiferencia.  

El American Sovereignty Restoration act of 2017 o HR193 propone hacer ahorrar al contribuyente, además tiene la cualidad de cesar toda contribución financiera militar estadounidense a las operaciones de mantenimiento de la paz como a cualquier obligación bajo la tutela del organismo internacional. A modo de demostrar soberanía el proyecto justifica el retiro de la inmunidad diplomática a los funcionarios internacionales de la ONU.

Es tiempo de que nos preguntemos si el proyecto de ley introducido en la agenda congresal tendrá efecto.

Por cierto, los miembros del Parlamento ven el momento oportuno para exigir al nuevo Presidente ese accionar a sabiendas de que el proyecto de ley conjuga con el entusiasmo de una parte de los republicanos y demócratas. Los más drásticos proponen que la sede de la ONU en New York salga del país.

Debe ser el Presidente quien ponga fin a la adhesión incluyendo a todos los organismos oficialmente asociados y leyes conexas. Como lo menciona Baxter Dimitri  (yournewswire.com) “la salida de EEUU marca una inflexión: ahora el mundo cambia, ejemplo de ello, el brexit, analistas expertos y sondeos de opinión daban por favorable la continuación británica en la UE y ganó el voto soberanista”.

La nueva administración enfatiza en el “First America” (Primero América), Washington no termina de crear sorpresas. El proyecto no tiene certeza de ser aceptado en seguida pero el mandato recién empieza, da tiempo por prolongar el seísmo Trump, sin contar con el cansancio del ciudadano por el statu quo, ahora quiere ser el protagonista del cambio prometido. En apenas unas semanas ya se perfilan sustanciales reformas, por tanto no hay razón para creer que gran parte de las promesas de campaña no serán cumplidas aunque siga la tendencia injerencista neoconservadora.

En la mira de Trump está la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) indiscutible política antiglobalista y como en la ONU Washington ahorraría billones de dólares, revertir esas sumas en asuntos domésticos le ganaría adeptos. Los temas candentes no solo conciernen a la ONU, el muro, Siria, China… En la óptica de Mark Strauss, redactor en jefe del Boletín de los científicos atómicos: si se quiere ahorrar, la retirada de la ONU y demás organismos como de la OMS (Organismo Mundial de la Salud), ya también propuesto, “se requiere reducir el presupuesto referente a lo nuclear, el mayor consumidor de la economía estadounidense”. Aliviar las tensiones guerreristas con Rusia y los potenciales riesgos de enfrentamientos militares con China.

Con relación a retirarse de la ONU, los especialistas califican de “brillante apuesta”. El organismo, a la par de la OTAN, es visto “obsoleto” y no beneficia a Estados Unidos porque lo tiene atado de manos y pies en un barco que fue útil en 1945. A 70 años de su existencia, o necesita refacción o ser sustituido por uno nuevo, conforme con las nuevas necesidades. Pero como escribe el exjefe de Inteligencia israelí “Nativ” Jacob Kedmi: “La verdadera pregunta es, si se puede reformar la visión de Estados Unidos sobre el mundo”.

La ONU tiembla en sus cimientos, ¿será que las críticas de muchas personalidades y presidentes, que han permanecido indiferentes ante el organismo controlado por occidente y al final sea derribado por su propio genitor?