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De la video a la rua-ciberpolítica

Ya en su recta final, la primera vuelta electoral en Ecuador ofrece novedades y rutinas que hacen de las campañas un campo predecible. Las novedades radican en la mutación del campo de la videopolítica que hizo de los sets el lugar de construcción de los acontecimientos políticos, de la política espectáculo, y del medio de comunicación modelador de “telepresidentes”, por el retorno de la política a las calles (ruapolítica) de la mano de la ocupación del ciberespacio (ciberpolítica)

Con el “sirviñaku” rua-ciberpolítica, los factores de opinión están ubicados en cada punto donde con un click se conectan al mundo virtual en hipervínculos de redes que operan como factores de movilización y (auto)convocatoria; las web son fuente inagotable de datos infinitos y, junto con la internet y las redes sociales, se convierten en fuente informativa en tiempo real para otros medios. Sin embargo, la ruapolítica que debería basar los discursos en argumentos y programas, no ha sabido (o no ha querido) sobreponerse al carácter emocional más que racional de la construcción discursiva en las redes sociales.

La rutina de la acción política está entrampada en los vericuetos y trances de la guerra sucia. La agenda política se mueve, desde las oposiciones, en la búsqueda del desmoronamiento de la imagen del gobierno y, por efecto, de su binomio, con denuncias —como ha ocurrido en otros países— de actos de corrupción intencionalmente escarbados para exponerse en tiempo electoral. Coincidiendo con las recetas del “golpe suave” en sus fases de ablandamiento y desacreditación, la fórmula mágica que se hace derivar de estas movidas, es el eslogan de “cambio” que enarbolan todos los candidatos de las oposiciones con promesas celestiales. Y, en una especie de fuga hacia adelante, la idea del cambio en el binomio oficialista consiste en la profundización de las conquistas de la revolución ciudadana.

En este ambiente, a diferencia de la experiencia de otros países en los que los candidatos oficialistas operaron con exceso de confianza en sus posibilidades de triunfo, la fórmula del partido de gobierno ecuatoriano es proactiva, y no solo opera defendiendo sus fortalezas, sino (contra)ataca debilitando las percepciones sobre las huestes contrincantes sembrando dudas sobre “el que esté libre de culpas…”.

Desde las oposiciones, la campaña de desprestigio es intensa, densa, dispersa y sobreestimada, al punto que más allá de la vocación del marketing político por confirmar militancias y atraer indecisos, pretende capturar adherentes del polo contrincante. Aun así, las encuestas le otorgan el primer lugar a Alianza País liderada por Lenin Moreno, aunque no pareciera que pudiera ganar en primera vuelta. De aquí se desprende una aguerrida búsqueda de la segunda plaza para entrar en la posible segunda vuelta, entre los conservadores Guillermo Laso de Creo-Suma y Cynthia Viteri del Partido Social Cristiano, además del general Paco Moncayo, que aglutina sectores de la izquierda y movimientos sociales antisistémicos.

En otro ángulo del proceso, centenares de candidatos parecieran tener puestas sus aspiraciones únicamente en los curules de la Asamblea. La experiencia del impeachment brasilero y la cotidianidad venezolana de un parlamento-tranca, les han hecho cercar sus horizontes en las posibilidades parlamentarias que aspiran a estirarse más allá de su función legislativa, operando como un “para Estado”. Es posible que se dé la segunda vuelta en la que la perspectiva electoral no será la misma, puesto que votar por oposición no es lo mismo que votar en favor de un proyecto. ¿Cuál?, esa sigue siendo la pregunta.

Es sociólogo y comunicólogo boliviano. Ha sido Secretario General de la Comunidad Andina – CAN.