Adiós a La Razón
Por motivos de trabajo, ya que estoy escribiendo dos libros que espero poder presentarlos en el primer semestre del año en curso, debo dejar temporalmente mi columna en La Razón. El primero de ellos es histórico y se refiere al problema marítimo nacional. El segundo es una novela histórica con un tema universal. Se puede decir que estoy tomando “un año sabático” para concluir los dos libros en cuestión.
Deseo aprovechar la oportunidad para agradecer primeramente a La Razón, que me acogió desde los albores de su publicación, en la década de los 90. Seguramente soy uno de los más antiguos colaboradores de tan prestigioso periódico. Fue precisamente su fundador, don Jorge Canelas, renombrado periodista, quien me invitó para ser uno de los primeros columnistas de La Razón, diario que desde un principio tuvo gran acogida en nuestro país.
Dejé de escribir por un período de unos cuatro años, cuando cumplía funciones diplomáticas en el exterior, pero luego retorné a La Razón en 2004, y desde ese año y hasta hoy, continué ininterrumpidamente mis artículos con el título de Contrapunto.
También quiero manifestar mi gratitud y complacencia hacia mis lectores quienes siempre me han estimulado y hasta me han dado consejos sobre temas que podría elegir para mis escritos.
Me cabe destacar que mis artículos no se han referido a nuestra política interna, menuda y mezquina de cada día; siempre he considerado que ésta solo sirve para dividir a los bolivianos. Mi interés primordial era tratar temas fundamentales del país y también históricos, culturales y de política exterior.
Posiblemente, mi labor principal se refirió al tema marítimo nacional, el cual angustia a todos nosotros, los bolivianos, y posiblemente por ello, no hemos sabido tratarlo con serenidad y ecuanimidad. Como dijo don Roberto Prudencio: “A ningún país le es tan preciada la costa como al nuestro; para unos es riqueza y es poder, para el nuestro es un ideal; para otros es un jirón de tierra, para el nuestro es un jirón del alma. Pero como el mar ha dejado de estar delante de nosotros, ahora está dentro de nosotros”.
Pues bien, todos los bolivianos que escribimos en la prensa siempre deberíamos tener en cuenta el problema del mar, porque tenemos el deber de influir en nuestros lectores para que el tema nunca quede archivado. Pero no deberíamos usar la pluma para buscar provocaciones y actitudes agresivas que a nada conducen. Es menester tener presente lo manifestado por el Papa, quien nos recomendó que deberíamos construir puentes y no muros. Además, se debe considerar que las cuestiones de política exterior no deben ser tratadas con espíritu derechista o izquierdista, sino con un espíritu único, el interés de la patria.
Apenas haya terminado los dos citados libros, me será muy grato volver a tener una columna en este diario, ya que me considero, aparte de diplomático e historiador, un verdadero periodista. Y como tal, me siento con el deber de escribir para influir en nuestra opinión pública a favor de los valores que unen a los bolivianos. Al respecto, es de lamentar que se haya determinado que Bolivia sea un Estado plurinacional, es decir que no habría una nación boliviana sino muchas naciones unidas en un Estado. Si esto fuera cierto, el Gobierno nacional debería estar consciente del peligro que ello conlleva, ya que la ONU ampara a las naciones de un Estado plurinacional que se sientan sometidas y explotadas por las otras.
Pero nosotros los bolivianos sabemos que conformamos una sola nación y estamos orgullosos de ello. Esa nación está sustentada desde un principio por el cristianismo, el castellano, y nuestra cultura virreinal mestiza, con las imágenes de la Virgen de Copacabana, de Cotoca, y de Urcupiña, y con el Cerro Rico de Potosí, la Universidad de Charcas, y las misiones de Moxos y Chiquitos, que son el origen y base fundamental del ser boliviano.