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Sucre, héroe de la gloria

Sucre, el ciudadano; Sucre, el magistrado; Sucre, el patriota; Sucre, el vencedor; Sucre, el hombre de virtudes; Sucre el soldado que no afligió a su patria de vergüenza y deshonor.

Tal fue la plenitud de su existencia que pareciera descubrirse en él varias vidas humanas. Lo que en otros distinguió como una predominante, ejemplar y rotunda cualidad, Sucre tuvo varias a la vez, diversas facetas que se congregaron en un hombre modesto que sin perder su dignidad prefería rechazar los honores y dedicarse afanosamente a su deber.

Pocos, escasísimos hombres de nuestra independencia, reúnen tan compleja y admirable presencia de virtudes, de posibilidades y de obras que lo testimonian y lo exaltan con mérito sublime a lo que los antiguos denominaban gloria: kleos, cloria, fama, esplendor, grandeza.

Si alguna perspectiva entre las varias que pueden mencionarse sobre él nos concita en esta hora oscura, triste, lamentable de la patria, es la del Sucre ciudadano, el Sucre que utilizó la fuerza de las armas para el reconocimiento de la ley, establecer la libertad, asegurar la dignidad del hombre por encima de su propia ambición, por encima de la propia victoria extendiendo su espada ante la majestad de los derechos, la justicia que no humilla a los hombres, los principios que aplican y resguardan los verdaderos magistrados, no aquellos profanadores y serviles que irrumpieron otra vez para saquear y destruir el templo de Themis.

Sucre castigaba los delitos de sus conmilitones, imponía el deber y la más severa disciplina se observaba en los cuerpos al entrar a las ciudades pacificadas y permanecer en ellas junto a los ciudadanos.

Si algo admira en Sucre no obstante su maravillosa juventud era su carácter, su templanza moral, su firme convicción que exigía ante sus propios jefes la corrección de sus errores y sus faltas, la autoridad con que enfrentó los desafueros, las transgresiones, “los caprichos” que observaba en la conducta de sus superiores y sus pares.

Como un acto superior de constricción nos afanamos en un tiempo a descubrir el rostro de los libertadores pero, en definitiva, descuidamos, abandonamos, mancillamos en cambio la esencia de sus actos, el sentido de sus vidas, la verdad obligante y exigente de sus obras.

Exaltamos sin honrar, rendimos culto sin afecto, elevamos incienso a lo externo sin poseer las cualidades que citamos pero no practicamos, sin seguir lo que ellas representan y lo que demandan de nosotros como individuos, como ciudadanos, gobernantes y magistrados.

Sucre nos reclama como pocos el cumplimiento del deber que no tiene excepción en el momento definitivo y trascendente que amerita lo principal y superior como individuos y como Nación.

Nació en Cumaná el 3 de febrero de 1795.