En enero fue posesionada la nueva ministra de Culturas, Wilma Alanoca, y fue grato escuchar que uno de sus objetivos es promover la cultura boliviana en todas sus expresiones.

Permítame sugerirle a su autoridad la creación del “Festival Nacional del Folklore Boliviano”, una necesidad imperiosa de contar con un evento de gran magnitud que llegue a todos los rincones del país y, por qué no, del planeta a través de transmisiones en vivo e internet.

No es difícil pero hay que arrancar de algún modo así como pasa en otros países vecinos como la Argentina, que tiene grandes festivales como el de Cosquín (con 57 años de vida). Éste se realiza durante la tercera semana de enero y convoca durante “nueve lunas o noches” a más de 100.000 personas en la plaza Próspero Molina. La actividad involucra a artistas profesionales de folklore, gastronómicos, artesanos, ballets folklóricos, peñas y espectáculos paralelos. Los 20 o 30 minutos en el escenario son determinantes para asegurar el trabajo de todo el año.

El error que veo en las autoridades culturales anteriores de los tres niveles (Gobierno, gobernaciones y alcaldías) es que organizan eventos pequeños y dispersos que no tienen trascendencia. Recuerdo una buena intención del exgobernador César Cocarico con su “Festival del Viento”, que procuró mostrar la riqueza cultural en cuanto a instrumentos de viento y finalmente se lo llevó el viento porque no recuerdo otra edición.

Otro intento en el nivel de la Alcaldía es la feria cultural que se realiza entre abril y octubre en El Prado paceño. Importante apoyo y vitrina para artistas conocidos y no reconocidos, pero se limita a unas cuadras en las que resalta la contaminación acústica. En el Patio Cultural del Ministerio de Culturas se mostraron artistas, pero ¿qué les deja?

Otro ejemplo, Viña del Mar, también un trabajo de años que mueve millones de dólares y que por su fama y constancia lleva a los artistas más reconocidos.
Bolivia tiene el potencial, tenemos grandes representantes que están paseando la música popular por el mundo y muchas veces no tenemos la dicha de verlos, a no ser que paguemos un precio no tan popular.

Sueño que se haga realidad un festival anual, que dure al menos dos días en verano, cuente al menos cada noche con 15 artistas bolivianos, convoque a unas 10.000 personas por noche, que sea en la Ciudad Maravilla, a campo abierto,  organizado y con expertos en la materia como se hace en el Dakar.
¿El dinero?, lo que se invierta volverá con la publicidad de la transmisión y con la venta de entradas.