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Un año después

Quizá hoy, una vez más, puntos neurálgicos de las ciudades bolivianas serán ocupados por manifestantes, haciendo carne de esa vieja, caprichosa y táctica  idea de la “política de las calles” —diría Fernando Calderón—, rasgo constitutivo de nuestra democracia. Varios sectores están en apronte, confluyendo en dos bandos enfrentados.

A un año del referéndum del 21 de febrero (21/F) para una repostulación presidencial, esta jornada se erige como fecha conmemorativa para calibrar las fuerzas políticas —y simbólicas— en las calles. Unos han emplazado a alzar la voz por el No victorioso en el referéndum. Otros han llamado para arengar contra el mismo. Ambas convocatorias, tengo la leve impresión, serán anecdóticas. 

Más allá de los argumentos constitucionalistas aludidos por varios analistas y políticos opositores, para defender el resultado del referéndum, se debe hacer un diagnóstico de lo sucedido en las arenas movedizas de la política boliviana post 21/F. ¿Por qué los opositores insisten hasta el hartazgo en respetar aquel resultado? Por el otro lado, ¿por qué los oficialistas no se resignan a ese veredicto?

La estrecha diferencia de votos, casi un empate técnico, entre el No y el Sí, el primero con 51,3 % y el segundo con 48,7%, desde luego fue el asunto que marcó la coyuntura post 21/F. Vale decir, el accionar de la oposición y del oficialismo. La oposición asumió la cruzada de hacer respetar a rajatabla la voluntad ciudadana, señalando que de su lado está la Constitución. Mientras, el oficialismo habló de una victoria pírrica del No, que no hubiera sido posible sin una vil mentira, mediática y política, de la que fue víctima el votante. Así se configuró la correlación de fuerzas con sus ejes discursivos respectivos.

Entonces, el debate político durante este año fue azuzado desde el oficialismo: buscar otra senda constitucional para viabilizar la repostulación de Evo Morales. De allí se comprende el condicionamiento del comportamiento reactivo de la oposición, como si fuera casi un experimento de Pavlov, sus estrategias se orientaron a evitar enfrentarse a Evo Morales en 2019. Es un dato insoslayable que la acción política de la oposición está signada por la agenda política impuesta por el oficialismo. Por el otro lado, develando casi su talón de Aquiles, el oficialismo se ha resistido a prescindir de Mandatario como su candidato presidencial. Es decir, para los oficialistas, Evo lo es Todo. De allí, la insistencia en su repostulación y la incapacidad de entrever un escenario sin su presencia en el eje de la disputa electoral 2019.

Aquí está el meollo de la cuestión. Estas actitudes de la oposición y del oficialismo son parte de un mismo patrón de inflexión. Entonces, el Presidente se erige en un punto centrípeto a través del cual oscila el debate político boliviano. He aquí una de las principales constataciones del periodo posreferéndum.

Hace unos meses, Evo Morales aseveró cuasi como mandato: “Todavía no estoy preparado para volver a mi casa”. Al parecer, ni el oficialismo ni la oposición tampoco están preparados para su ausencia en el escenario político/electoral. Los estribillos y los cantos de las movilizaciones agendadas para hoy, a favor o en contra, seguramente se centren en la imagen del Presidente. Son las señales inequívocas de que los actores políticos y los bolivianos no estamos, aún, preparados para el periodo postevista, salvo un salto cualitativo. Quizás aquí está el reto para el devenir.

* es sociólogo.