Iniciativas económicas autónomas
Los últimos 12 meses han traído consigo cambios profundos en el carácter de la coyuntura nacional, agravados por acontecimientos inesperados en el entorno internacional. No se trata de fenómenos pasajeros o de cuestiones irrelevantes, sin consecuencias para el accionar futuro de los actores estratégicos en el país. Cabe por tanto proponer algunas reflexiones al respecto.
A pesar de que faltan más de dos años para las próximas elecciones generales, todo hace pensar que ya se ponen en marcha algunas campañas en el campo de la oposición, pero asimismo en las filas del oficialismo, que tiene todavía que procesar los mensajes contundentes que ha recibido de parte de la ciudadanía, así como intentar resolver los conflictos internos que se manifiestan entre sus bases sociales.
No se necesita mucha inventiva para pronosticar tensiones y conflictos en el futuro inmediato en diferentes niveles y áreas del campo político, con probables repercusiones sobre el clima social. Y tampoco viene al caso predicar en estas circunstancias piadosamente que las autoridades se dediquen en primer lugar a la gestión efectiva de sus respectivas esferas de competencia.
Conviene, en cambio, llamar la atención sobre la situación de la economía y sus perspectivas inmediatas. En esta materia, es preciso mencionar el deterioro de los indicadores que hasta hace poco expresaban la solidez de la macroeconomía. Las reservas internacionales están disminuyendo, en efecto, a un ritmo preocupante porque las importaciones crecen mucho más rápido que las exportaciones, impulsadas ambas a su turno por diversos factores, entre los cuales debe mencionarse, sin duda, el esquema de precios relativos vigente en el país, pero también los cambios ocurridos en la economía internacional, que se expresan en una reducción significativa de los precios y volúmenes de nuestras exportaciones.
Además del déficit externo, debe tomarse en cuenta asimismo el creciente déficit fiscal, que en otras épocas hubiera acarreado de por sí graves preocupaciones, pero que ahora se pueden postergar por un tiempo, mientras alcancen las reservas en el Banco Central.
En cuanto a la situación de la economía real, las señales de la crisis no afectan todavía a las actividades del comercio y los servicios, y la construcción residencial continúa, aunque a un ritmo bastante menor que en años anteriores. Los tres sectores mencionados ejercen una importante demanda de importaciones, que no se compadece en absoluto con las restricciones que se manifiestan por el lado de la oferta de divisas derivada de las exportaciones o los ingresos de capital externo fresco.
El mercado nacional en sus componentes de demanda de bienes de consumo y de bienes de inversión estuvo abastecido hasta hace poco por una generosa oferta de divisas que fue suficiente incluso para acopiar cada año un acervo creciente de reservas internacionales. Eso ha cambiado desde 2014, pero recién se ha puesto de manifiesto en los últimos meses en su verdadera dimensión.
Por último, resulta de la mayor importancia anotar que la economía internacional está en un momento de gran incertidumbre no solamente debido a las amenazas proteccionistas de Estados Unidos, sino también como consecuencia de la recesión no superada en muchas economías de Europa y América Latina, así como por la disminución significativa del crecimiento de la economía de China.
El panorama descrito reclama por supuesto respuestas apropiadas por parte de las autoridades del Gobierno, pero también se pueden imaginar iniciativas de los actores empresariales en la industria manufacturera y la banca, entre otros sectores de actividad autónoma, orientadas a mitigar de manera concertada los efectos recesivos que provienen del exterior, y a encaminar emprendimientos e innovaciones con efectos dinámicos a corto plazo.