Los opinadores y la supuesta crisis
Concluyó el año 2016 y no se cumplió la tan ansiada crisis económica anunciada meses atrás por algunos opinadores económicos que, así como cuando se recibe al Año Nuevo Aymara, esperaban con las manos en alto cantando Uka jacha uru jutaskiway para dar la bienvenida a la crisis. Para empezar, la economía se expandió con un sólido crecimiento de 4,3%, levemente por debajo del promedio de la última década de 5%. Pero claro luego de varios años de crecimiento sostenido, un 4% puede sonar sabor a poco. Basta con mirar el vecindario para ver que no es así. 4 de las 10 economías de la región anotaron crecimientos negativos y otras 4 crecieron debajo de 2% a excepción de Perú.
En los cálculos pesimistas, una caída de cerca del 50% precio de exportación del gas debió dar el toque de gracia para acabar con la fantasía neorrevolucionaria y provocar un descalabro económico como en Venezuela o como en la Bolivia de la década de los 80 cuando el precio del estaño, principal producto de exportación de esa época, se vino abajo y el país entró en estanflación (recesión con elevada inflación).
Pero ¿por qué fallaron los súper modelos econométricos y bolas de cristal de nuestros connotados economistas nacionales, graduados de universidades del extranjero, expertos en productividad, peritos de la innovación tecnológica y dadores de las mejores recomendaciones de políticas económicas?
La primera respuesta sería echarle la culpa a los supervitamínicos de la inversión pública mejor entendidos en su jerga criolla como anabólicos. La inversión pública en 2016 alcanzó $us 5.948 millones muy similar a 2015 y casi el doble de promedio de los últimos 11 años. Esta inversión ha sido destinada en orden de importancia a los proyectos hidroeléctricos de ciclos combinados y a la conclusión de la Planta de Urea y Amoniaco, que algo de mérito tendrá en ese esfuerzo de recambio de la matriz productiva.
El crédito y el consumo podrían ser otras fuentes de expansión económica. Aquí la explicación barullera agarraría dos caminos: ¿fue la mega burbuja inmobiliaria la que llevó a los bolivianos a comprar activos? o ¿la burbuja del consumismo de guitarreada la que empujó al Gobierno a gastar por gastar abusando del multiplicador keynesiano? La cartera total de crédito creció en 18%, siendo la cartera productiva la de mayor ascenso 26%. Por otra parte, el consumo privado principal componente de la demanda agregada, y no así el consumo público, se dinamizó porque continuó las políticas redistributivas del ingreso y la estabilidad del empleo.
Cómo no olvidarse del populismo cambiario. Bajo el manto del discurso neoliberal, el sector del comercio se habría beneficiado junto con el contrabando gracias a un tipo de cambio súper fijo. Pero entonces ¿por qué el crecimiento al mes de octubre de este sector es incluso menor al de 2015? La bandera de la depreciación ya no funciona como excusa cuando los socios comerciales aprecian sus monedas. Por el contrario, un tipo de cambio estable da certidumbre y reduce los costos de transacción para el sector productivo.
En vista que sus errados pronósticos no le atinaron al crecimiento del PIB y como la hipótesis del superciclo de precios ya se ha desgastado como chicle y hay que darle un nuevo sabor al chocolate, ahora las miradas se volcaron a los desequilibrios macroeconómicos, el endeudamiento y la caída de reservas internacionales. Pese a la disminución de RIN de los últimos dos años, Bolivia sigue siendo uno de los países con mayores colchones respecto del PIB. Los déficits de cuentas públicas y externas se redujeron respecto a 2015 y la deuda externa solo se incrementó levemente.
Para su infortunio, el aterrizaje no fue duro porque había más gasolina en el avión de la que ellos mismos se imaginaban; ahora se cuestionan si no había un plan de vuelo más eficiente; en fin, la cocina analítica no tiene límites.