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Wednesday 6 Dec 2023 | Actualizado a 17:50 PM

Contrastes urbanos

No cabe duda que ‘el pasado ha quedado demasiado pequeño para seguir habitándolo’.

/ 2 de marzo de 2017 / 11:14

En la época moderna y aun en nuestros días se piensa que el desarrollo de las ciudades se basó solo en el diseño urbano; sin embargo, hubo casos en que la inspiración para propuestas de cambios vino de otras especialidades. Y fue de esta manera que la ciudad fue evolucionando con una nueva visión.

En el siglo XIX las ciudades comenzaron a edificar obras gigantes. Un ejemplo fue la Torre Eiffel (1889), que por su carácter monumental y su forma (para entonces algo extraña) en principio fue rechazada por la población parisina, pero, por otro lado, significó el nacimiento de nuevas expresiones urbanas.

También se construyeron los primeros rascacielos (1884-1939), los cuales —desde ese entonces— quedaron en el imaginario de la población como los más representativos de lo moderno. Un claro ejemplo fue Nueva York, ciudad que demostró cómo aprovechar mejor el valor del territorio con el diseño de edificios que fusionaran la estética con la practicidad comercial.

Ahora, si bien en esa época (moderna) las ciudades implementaron novedosas estrategias e instrumentos de orden urbano, tampoco faltaron aquellos espacios públicos que por su monumentalidad aplastante no fueron aceptados por la ciudadanía.

En contraste, existe un ejemplo particular en América Latina (México, 1950) que, basado en el principio de evitar eliminar, destruir o invadir territorios de la ciudad, realizó una “intervención urbana apoyada en el arte”. En ese sentido, no se ocupó de la transformación físico-espacial, sino que el artista fue el catalizador de nuevas y distintas situaciones de metamorfosis temporal logradas a partir de la instalación de dispositivos in situ. Y fue aquello lo que modificó de forma sutil importantes espacios residuales ubicados entre lo privado y lo público. Un hecho que lleva a pensar que las actuales instalaciones de arte parecieran haberse adelantado en varias décadas para dar significado a los espacios públicos.

Como se podrá notar, en las distintas épocas no faltaron quienes imaginaron y propusieron nuevos paradigmas ideales urbanos, que inspiraron las grandes transformaciones de las ciudades con manifiestos que denotan principios:

Un primer caso (1914) señala: “Hemos enriquecido nuestra sensibilidad con un gusto por lo ligero, lo práctico, lo efímero y lo veloz. Sentimos que ya no somos los hombres de las catedrales, de los palacios, de las salas de asambleas; sino de grandes hoteles, de las estaciones de ferrocarriles, de carreteras inmensas, de los puertos colosales, de los mercados cubiertos”. Sin embargo, este relato parece olvidar el importante número de demoliciones que fueron necesarias para las reedificaciones.

Un segundo caso (1950) expone: “Cuando vemos proyectos de intervención urbana, nos preguntamos: ¿es eso lo que queremos como autores urbanos?”.

Dicha intervención urbana proponía como punto de partida al arte porque ansiaba “una ciudad maleable, un catálogo de formas inagotables, por tanto, una ciudad que, como objeto y sujeto estético, ofrezca perspectivas urbanas generadas por la interrelación espacio-arte”.

Dos ejemplos que se contrastan radicalmente, pero que denotan cuán necesario es investigar sin nostalgia ni prejuicios la transformación de la ciudad en el tiempo, para entender cuánto ha cambiado en un siglo la perspectiva de la humanidad sobre el espacio cotidiano. Lo paradójico es cómo el mundo informacional se impone hoy no solo en la nueva conceptualización de la ciudad, sino en la polifonía del entrecruzamiento notorio de los haceres ciudadanos (sobremodernidad). No cabe duda que “el pasado ha quedado demasiado pequeño para seguir habitándolo”.

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El mundo medieval

Lo singular es que fueron tiempos en que los moradores de la ciudad medieval tenían fuertes vínculos con ella

Patricia Vargas

/ 24 de noviembre de 2023 / 09:24

En el año 1000, Europa ya era conocida como un continente con dimensiones y mapas razonablemente exactos, mientras que en los otros continentes nadie era capaz de trazar los propios porque aún contaban con infinidad de tierras inexploradas. De ahí que fueron periodos en los que el planeta desconocía la existencia de otros tantos territorios, aunque ya se había descubierto África.

No se debe olvidar que Europa en esos momentos ya no tenía secretos para los geógrafos —excepto en la zona alejada del norte—, pues mercaderes, diplomáticos y otros ya la habían transitado en sus viajes.

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Uno de los países medievales que ha legado a la historia un sinfín de conocimientos sobre la vida ciudadana es Francia, especialmente la medieval París, que en ese entonces ya era una ciudad próspera y en 1250 contaba con una gran obra como la Catedral de Notre Dame, que reemplazó en la construcción la madera por la piedra. Esta última, utilizada luego en iglesias y puentes.

Lo particular es que los escultores que venían de familias burguesas del París medieval y quienes supuestamente dirigían esas obras —como el parisino Henri Lombard— eran hombres abiertos al contacto con otros territorios y receptivos a las influencias que procedían de otras experiencias.

Asimismo, en esa etapa hubo un desarrollo limitado porque la concepción de ciudad no existía aún y el trazado caótico de calles retorcidas y diminutas obedecía al uso que los propietarios hacían de su tierra, y con ello nació la forma confusa y laberíntica de las calles medievales que cerraban toda visual.

Según el urbanista Jacques Heers, en esa época “el uso de la tierra edificable fue una verdadera colonización dentro de la ciudad y sus alrededores”.

Así, era innegable la paradoja entre la ciudad que comenzaba a nacer con una sola obra relevante y la otra, que prácticamente se desarrollaba tras los muros de la primera, con la característica predominante de un crecimiento espacial caótico.

Independientemente de aquello, fueron tiempos en que el comercio y la dinámica del movimiento en París produjeron un vivir activo, que llevó a que los investigadores afirmaran que las ciudades son capaces de revelar realidades inobjetables sobre la transformación de sus habitantes.

De esa manera, el hombre político evolucionó a tal punto que el político de la Grecia antigua se transformó desde ese entonces en uno nuevo, el económico.

Lo lamentable es que —de acuerdo con lo que relata la historia— la población de ese tiempo fue considerada ignorante y supersticiosa, y esto quizá respondía a que vivía en una real opresión social; el ciudadano se había convertido en un habitante codicioso y de negocios, quien por afanes de desarrollo traficaba en las ferias y mercados.

Lo singular es que fueron tiempos en que los moradores de la ciudad medieval tenían fuertes vínculos con ella, hasta el punto en que frecuentemente sus intereses económicos chocaban con los de ampliar el marco geográfico comercial de dicha ciudad. De ahí que una característica de la época medieval es que se arriesgó en ampliar la economía de la ciudad, la cual se desenvolvía dentro de un círculo cerrado.

De esa manera, París comenzó a vivir una nueva fase en la que la economía hizo importantes transformaciones que parecían expresar que su vida caótica aumentó el valor de la urbana.

Weber afirmaba que “la comunidad urbana medieval disfrutaba de autonomía política, gracias al mercado, de manera que el comercio confería a la ciudad poder económico para regir sus propios asuntos”.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Lugares laberínticos en la ciudad

Esto es lo que se observa en los barrios más populosos y turísticos como la Illampu, la Eloy Salmón, la Sagárnaga y su entorno

Patricia Vargas

/ 10 de noviembre de 2023 / 08:44

Como lo reafirmamos siempre, las ciudades están cambiando cada vez más, y sus poblaciones están incrementando la vida acelerada que hoy las caracteriza. Esto, apoyado por las características tecnológicas que las han llevado a su conversión en ciudades red, con lo que se rompe el paradigma del urbanismo estimulante del ayer.

Curiosamente, la historia relata que las urbes laberínticas de la Edad Media —que nacieron en los embaldosados de los patios y en algunas construcciones eclesiásticas— hoy parecieran ser la imagen de las ciudades menos desarrolladas, pues el juego espacial de sus lugares de encuentro —entremezclados con los del comercio, la vivienda y demás— forma parte de los barrios laberínticos del presente. Estos, a imagen y semejanza de las ciudades del pasado.

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Sin embargo, la riqueza de estos espacios urbanos singulares se ha ido transformando con el tiempo, para convertirse en los lugares más requeridos por el turismo de economía menor.

En el caso de La Paz, esto es lo que se observa en los barrios más populosos y turísticos como la Illampu, la Eloy Salmón, la Sagárnaga y su entorno. Estos se hallan equipados por una hotelería modesta, pero actualizada con la tecnología de los últimos años. De esa manera, la vida urbana en esos lugares entreverados entre callejuelas, callejones y edificaciones destinadas al recreo, resulta más atractiva para el turismo mencionado.

Otra particularidad es que en esos barrios se entrecruzan los espacios de tránsito peatonal con los del tránsito vehicular, lo que a simple vista denotaría la falta de toda norma urbana. A ello se adiciona la densidad de elementos instalados, como es el caso de las ch’iwiñas (toldos), que refuerzan la imagen de ciudad laberíntica.

En esa lógica, hay todo en las calles, pues allí se come, se baila, se bebe, se trabaja. Y lo singular es que también están presentes —con grandes galpones— los comerciantes mayoristas, quienes se hallan mimetizados en el laberinto de edificaciones y kioscos de su entorno.

De esa forma se desenvuelve la ciudad laberíntica, que por sus condiciones de urbe entreverada de experiencias es parte de la vida efervescente de ese sector de la sede de gobierno. Allí, los hospedajes turísticos, por ejemplo, captan a sus usuarios apoyados en una tecnología informática básica.

En definitiva, ese sector urbano se halla entremezclado en medio de espacios con distintas funciones, las cuales le dan el sentido de ciudad abierta a las experiencias.

La temática del laberinto urbano está perfectamente representada en esos barrios debido a su complejidad espacial y social, que los convierte en el centro motriz donde el sentido comercial motiva esa especie de juego entre lo imprevisto y lo tecnológico. Un encuentro entre las fuerzas fortuitas que delatan que en esos barrios lo invisible o no detectado forma parte de la ciudad oculta, lo que posiblemente para el visitante extranjero es el mayor atractivo.

Por otra parte, los espacios laberínticos, aunque sea desesperante el transitarlos, demuestran que allí se impone la fuerza del movimiento corporal de la población.

Es evidente que en las urbes también existen sectores que no conllevan sentido alguno, sin embargo, los lugares laberínticos relatan que fueron estructurados subordinando y dejando al olvido toda norma.

Borges afirmaba que esos lugares son como entrar a una obra literaria fantástica donde el tramado confuso y oscilante denota que allí todo puede suceder; por eso, lo más atrayente es la obsesión de su relación mágica con la mítica que conllevan.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Realidades que se entrecruzan

Esta situación pareciera denotar que el espacio público hoy ya no refleja a la sociedad y menos la expresa

Patricia Vargas

/ 27 de octubre de 2023 / 11:09

En los últimos años, la ciudad de La Paz está cambiando bajo la influencia del paradigma digital, el cual la transformó hasta el punto en que ciertos espacios públicos tradicionales —antes llenos de vitalidad y fuente de creatividad cultural— están siendo hasta olvidados.

Esta situación pareciera denotar que el espacio público hoy ya no refleja a la sociedad y menos la expresa. Todo debido a la velocidad con la que crece el valor de lo digital, que ha dinamizado la vida del ciudadano a través del contenido de las redes. Un intercambio de conocimientos que no dejan de ser innovadores, pero que también influyen en la vida de la juventud.

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Una realidad que ha llevado a un estallido de laxitud, fruto del entrecruzamiento entre la vida urbana y la era digital. Así, los lazos sociales y culturales basados en el interrelacionamiento son sustituidos por las redes sociales.

En esa medida, si bien la gente joven no está perdiendo el derecho a la ciudad, es evidente que ésta —debido a las condiciones arriba descritas— la llevara a su conversión como ciudad diseminada del mañana. Esto, por la reducción de actividades que se observa en la población joven, la cual pareciera ir olvidando sus necesidades de esparcimiento al aire libre.

Habrá que reconocer, sin embargo, que la práctica en redes logró romper la brecha digital con otros países. Algo necesario para la sociedad boliviana, pues lo digital ahora forma parte de la cotidianidad laboral y educativa de su gente.

Lo preocupante es que gracias a ese apego tecnológico, el aprecio al espacio público de plazas y parques está siendo olvidado, como si se buscase que desaparezcan. Una idea por demás absurda, ya que el espacio recreativo abierto jamás dejará de existir, porque así lo exige la salud física y mental.

Otra perspectiva a tomar en cuenta es que el ingreso a la era digital ha hecho que el trabajo y el disfrute dejen de circunscribirse a lo experimental, ya que hoy el relacionamiento virtual forma parte del diario vivir e impacta en que el contacto social sea menor.

Y es justamente aquello lo que hoy influye para que parte de la juventud sienta que ciertos espacios públicos del pasado deben desaparecer. Una visión lamentable y superficial del valor real que tiene un espacio abierto para la mente y el cuerpo; sin olvidar su fuerza para el relacionamiento entre ciudadanos.

Debido a ese “aislamiento digital” de la gente, el planeta reconoce hoy que ella necesita mayor contacto ciudadano. Al ser esta una necesidad inobjetable, se precisan nuevos y atractivos espacios públicos, como parques y otros, destinados sobre todo a que las personas se sientan seres vivientes y móviles, dispuestos a disfrutar pequeños momentos al aire libre y con ello satisfacer su existencia psíquica y corporal.

Sobra decir que todo ser humano requiere del encuentro entre ciudadanos en el espacio público, el cual, sin embargo, pareciera ir camino a convertirse en un fantasma urbano. Y tristemente hacia esto último apunta que lugares tan ricos para las expresiones sociales como son los grandes parques o espacios experimentales recreativos, hoy sean abandonados y hasta agredidos por ser considerados —especialmente por los jóvenes— lugares obsoletos para los tiempos actuales. Algo sin sentido, pues todo espacio libre y abierto sirve como alimento para el espíritu.

En definitiva, si bien el contacto virtual predomina hoy en día en la vida contemporánea citadina, la pasión por las ciudades perdurará en el tiempo.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Visualización del mañana

Se hace necesario comenzar a valorar las singularidades del mundo urbano de la juventud de La Paz

Patricia Vargas

/ 13 de octubre de 2023 / 09:33

El escribir un artículo sobre el imaginar a una ciudad es el resultado de la visualización que se tiene de su futuro, lo que invita a idearla dentro de las características singulares de su territorio y las capacidades de su población. Y con ello, hacer nacer una nueva visión de ciudad del presente con proyección al mañana.

Un artículo que evidentemente conlleva una carga imaginativa y sensitiva, la cual está respaldada por imaginarios representativos de los valores propios de una ciudad singular, como es La Paz.

Lea también: Lugares amables en La Paz

Kant afirmaba que la imaginación es el poder de representar un objeto en la intuición, aunque no esté presente. Un poco de ello tiene el imaginar a una urbe y proyectarla al futuro a partir de sus cualidades y valores propios. Todo enmarcado en los nuevos conceptos de ciudad contemporánea.

La Paz es un gran escenario urbano que comunica distintas realidades que relatan cómo la ciudadanía paceña, por ser tan expresiva, es capaz de llevar a visualizar y concebir intervenciones urbanas con transformaciones relevantes.

No se puede olvidar, sin embargo, que La Paz en esencia es una ciudad llena de problemas, los cuales demandan mayor creatividad para alimentar propuestas de solución y así desarrollar intervenciones urbanas novedosas. Estas, lo reiteramos, dentro de la valoración de sus cualidades frente a las grandes dificultades que presenta.

Una respuesta, por tanto, imaginativa para la población que la habita, que es capaz de comunicar a través de sus haceres y su vivir una especie de exigencia de singularidad en las intervenciones urbanas. De igual forma, que estas se encuentren inspiradas en la variedad de costumbres y hábitos con los que cuenta su población. Una riqueza vivencial urbana que reivindica proyectar a la ciudad del futuro dentro de nuevas concepciones singulares.

Empero, se debe tomar en cuenta que toda ciudad conlleva hoy distintos signos que invitan a extraer ideas renovadas para que las intervenciones urbanas le doten de escenarios que la acerquen al paradigma de lo informacional. Un contexto que confirma que las ciudades dejaron de ser solo un espacio ocupado o construido. Todo lo contrario, se van convirtiendo en un lugar de realidades distintas, las cuales en conjunto inspiran la creación de propuestas urbanas que podrían convertirse hasta en únicas.

Así, son momentos en que las ciudades exigen innovación en sus intervenciones urbanas, pero que, fundamentalmente, vayan vinculadas a nuevos conceptos informacionales. Todo desde una perspectiva de imaginar y proyectar una ciudad del mañana, que dentro de ella no falte una especie de fantasía que colabore en visibilizarla como una urbe singular y contemporánea.

Cabe recordar que la creatividad se convierte en una fuerza productiva cuando se entra en la era informacional.

En ese sentido, se espera, un estallido de nuevas propuestas de reinvención que colaboren a proyectar a esta ciudad por demás complicada.

La Paz, hoy requiere ser pensada y apreciada a partir de ideas singulares por sus características naturales y el tipo de población que la habita. Ambos aspectos útiles como fuente de inspiración para desarrollar una ciudad particular.

A pesar de todo, no será fácil enfrentar las nuevas relaciones entre la ciudad y la sociedad del mañana, una tarea sin embargo de los sociólogos urbanos.

Independientemente de lo anterior, se hace necesario comenzar a valorar las singularidades del mundo urbano de la juventud de La Paz, que silenciosamente empieza a mostrarse, cada vez más, como parte de una sociedad en red emergente.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Lugares amables en La Paz

Parece que se debiera ampliar en número los lugares recreativos pensados para el disfrute

Patricia Vargas

/ 29 de septiembre de 2023 / 07:59

En la actualidad las ciudades aprovechan los vacíos urbanos para proyectar lugares amables para la población. Y esto evolucionó a través de la historia, ya que las plazas y los parques fueron los primeros vacíos urbanos concebidos para la concentración ciudadana y el esparcimiento.

Sin embargo, la vida urbana turbulenta y llena de ruido que prevalece hoy, hace que la ciudad contemporánea aproveche hasta los pequeños vacíos urbanos como son los espacios residuales para convertirlos en rincones verdes que, gracias a sus diseños paisajísticos, atraen a la población como lugares de descanso transitorio.

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La Paz es una ciudad que necesita de lugares amables donde sus habitantes hallen el área para disfrutar hasta de la amistad en sus momentos de descanso. Espacios urbanos que no sean “atopías” de tránsito, sino lugares donde la forma y el contexto natural que los rodea hayan sido concebidos de forma sensible para la vida acelerada de hoy.

La idea es que los llamados espacios residuales se conviertan en impulsores de la dinámica de la recreación de los paceños. Bulevares en los que no falten pequeñas cafeterías y también haya cabida para otro tipo de actividades de esparcimiento.

El sur de la ciudad de La Paz cuenta con varios espacios residuales, cuyo dimensionamiento y ubicación casi escondida resultan ideales para construir rincones sorprendentes que motiven a ser disfrutados. En aquellos casos en que se disponga de superficies más grandes, se podría diseñar —dentro de una nueva concepción— lugares rodeados de pequeñas edificaciones de corte contemporáneo. Y para ello, el municipio debería promover su transformación en espacios tranquilos para la vida urbana.

Singularidades recreativas y con nuevas visiones de esparcimiento que dejen atrás esos sitios destinados a parqueos o rincones oscuros que hoy están convertidos en botaderos de escombros de construcciones y basurales.

Innegablemente, La Paz requiere edificar una ciudad más vivible y con diferentes propuestas imaginativas donde la población descubra, de paso, los ansiados lugares amables que tanto le hacen falta. Mucho más, hoy reclama los espacios de encuentro para una ciudadanía ansiosa de zonas que le transmitan paz. Para ello, urbes desarrolladas han convertido a ciertas callejuelas del pasado en sitios de encuentro con pequeños cafés, vale decir, lugares de descanso del ruido urbano.

Un ejemplo de aquello se encuentra al medio de Calacoto, que supo conservar una parte de su territorio del ayer, para convertirlo hoy en un espacio público y abierto con diferentes actividades, las cuales le dotan al sur de un importante lugar de encuentro. Este remarcado por árboles de estructura metálica, cuyas ramas se entremezclan con vegetación. Un lugar, por tanto, imaginativo que le da identidad y destaca por el acercamiento que logra en la gente a través de sus cafeterías, restaurantes y otros lugares de permanencia.

En definitiva, parece que se debiera ampliar en numero los lugares recreativos pensados para el disfrute, el esparcimiento y relacionamiento de la ciudadanía.

Estos, pensados como los lugares amables y atractivos, los cuales no necesariamente deben ser de grandes dimensiones, todo lo contrario, pueden ser pequeños espacios que alienten a la población a que se apropie y disfrute de sus valores funcionales, estéticos y humanos.

La Paz es una ciudad sedienta de nuevos lugares de encuentro que eleven su sentido de lugar de esparcimiento y se conviertan en parte de la configuración de su paisaje urbano.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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