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Mi sano y valeroso hígado

Hace algunos días, el presidente de la Cámara de Senadores (como muchos de sus correligionarios), en su afán de buscar más elementos que desacrediten el voto popular del referéndum del 21 de febrero de 2016, propuesto por los líderes de su propio partido político, tuvo el desatino de afirmar que la población votante que asistió a votar por el No lo hizo con el hígado. ¿Entonces los que votaron por el Sí lo hicieron con los riñones?

Este desacierto representa un acto de insensatez, de irresponsabilidad e irrespeto hacia los bolivianos que —sobre todo desde 2005 e incluso antes— han estado emitiendo su voto de manera consciente. ¿Por qué se valida y aplaude nuestro voto cuando opinamos a favor y se nos tilda de falsos, manipuladores o manipulados por la “mentira” cuando opinamos o votamos en contra? Cuando el discurso irrespetuoso atropella la dignidad y los derechos morales, sociales y políticos de la ciudadanía votante, es señal de dictadura.

Gracias a Dios que hoy en día se educa a nuestra niñez y juventud en valores. Definitivamente, la base fundamental para una convivencia pacífica donde se respeta la dignidad de las personas y donde uno aprende a ser íntegro y coherente en su ser, su pensamiento y en su acción, son los valores y principios morales.

Gracias a la democracia han existido constituciones políticas del Estado que hemos sabido respetar. Solo en dictadura estas leyes supremas han sido violentadas por los gobiernos de facto, desconociendo su contenido y, sobre todo, los derechos ciudadanos de la población.

Hoy en día la propia Ley Avelino Siñani consolida su nueva malla curricular educativa sobre la base de cuatro pilares: ser, saber, hacer y decidir; dimensiones vivenciales y holísticas del ser humano. Es así que el ser está relacionado con los valores, principios e identidad, y espiritualidad; el saber, con la teoría, la práctica y el conocimiento; el hacer, con la práctica y la producción material e intelectual, y el decidir, con la organización política y la comunidad.

Los fundamentos que sostienen esta nueva Ley de Educación buscan que los niños y adolescentes alcancen, al ser adultos, el ejercicio pleno de sus derechos para una convivencia sana y pacífica entre todos.

Cuando un niño, niña o adolescente es educado por sus progenitores o sus maestros en un marco sólido de valores morales, y logra apropiarse de ellos, practicando y aplicando principios morales en cada circunstancia, ese niño, niña o adolescente podrá y sabrá distinguir entre lo que es bueno o malo, entre lo que es valor (la verdad, por ejemplo) y lo que es desvalor (la mentira).

Cuando una población como la nuestra, madura y consciente del valor de la democracia, ha asumido y practicado con respeto su derecho al voto el 21 de febrero de 2016, sin ser manipulada por la mentira, sino informada por las verdades que afectan la gestión e imagen gubernamental, como el Fondo Indígena, los contratos realizados sin licitación pública, el caso de YPFB que involucra a Santos Ramírez, etcétera, esa población educada en valores morales desde sus ancestros, desde su historia, e incluso desde lo que profesa la propia cosmovisión andina, practica virtudes ciudadanas que no pueden ser insultadas o menospreciadas.  

El ciudadano boliviano que tiene las virtudes de ser honesto consigo mismo, responsable con su país y respetuoso con su Ley Suprema, la Constitución Política del Estado, vota con la conciencia y la cabeza; aunque vaya con “dolor de hígado” a los recintos de votación. En otras palabras, lo que uno aprende en materia de valores morales de sus padres, familiares, esposa e incluso hijos, maestros y amigos, no se olvida, señor Gringo Gonzales. Nuestra responsabilidad ciudadana, compromiso con el país y respeto a nuestras normas se halla muy por encima de lo que la señora Zapata y el presidente Evo Morales hayan sido capaces o no de hacer.

El 21 de febrero de 2016 mi aún sano y valeroso hígado solo me acompañó a las urnas para que yo vote por una Bolivia mejor, más fuerte, más unida y respetuosa de la Constitución Política del Estado.