Banderas al viento
De nada sirve decir que nos gustaría vivir en una sociedad donde no hay interrupciones del embarazo.
Hay que morir con los sueños intactos”, decía el gran Álvaro Mutis. Y sí, es verdad, hay que despedirse con ellos impolutos, aunque la vida te despeine, aunque todos los años uno descubra que el mal absoluto sí existe. Pero nos enterrarán con las banderas al viento, enseñas con muchos agujeros de balas enemigas, con roturas, con hilachas, pero ondeando.
La primera vez que acompañé a una compañera para que interrumpiera su embarazo yo no tenía ninguna relación sentimental con ella. Fui para apoyarla, porque el responsable de su embarazo había hecho mutis por el foro. El consultorio estaba sobre la calle Murillo. Era una laberíntica casa. Había que subir vetustas gradas de madera y la encargada de atender era de caricatura. De verdad que era el vivo retrato de la bruja de Blancanieves, hasta verruga tenía la señora. Salí con la compañera y la ayudé ese anochecer a que se recuperara. La hice incluso caminar como nos recomendaron. Hoy ella tiene hijos y, espero, es feliz.
Nadie va contento al aborto, nadie lo hace como una práctica deportiva; para nada. El aborto deja huellas muy feas. Pero ocurre; se produce y de nada sirve decir que nos gustaría vivir en una sociedad donde no hay interrupciones del embarazo; de nada.
La verdad es que vivimos en una sociedad plagada de embarazos no deseados y lo correcto es luchar por “preservativos gratuitos para no abortar, aborto gratuito para no morir”. Lo contrario son solo hipocresías parecidas a las del Colegio Médico, que se opone al aborto como si éstos no fueran realizados en una gran proporción por afiliados a su ente colegiado.
La verdad es que en Bolivia, como en otras partes del mundo, todo depende de la billetera. Si tienes plata, te atienden en una clínica de lujo; pero si eres muy pobre, recurres a unas hierbas de la curandera del pueblo.
Y claro, las ricas, que también abortan, tienen menos riesgos, muchos menos. En cambio y las pobres son las más afectadas, porque deben recurrir a cualquier método o a cualquier cuchillero. De ahí la necesidad de darle la elección a las personas de bajos recursos para que puedan contar con un Estado que les garantice la interrupción del embarazo sin que con ello se ponga en riego su vida.
Miles de mujeres mueren cada año por abortos mal realizados, y es mentira que las mujeres acudirán más a los consultorios si se despenaliza esta práctica, solamente lo harán en condiciones más seguras. Quién no sabe esto, o es un hipócrita o simplemente nunca se ha visto en la disyuntiva de tener en su vientre un hijo no deseado.