Crisis castañera
Además de ser una fuente importante de ingresos, la castaña contribuye a preservar la selva amazónica.
La Amazonía boliviana nuevamente se ha visto afectada, esta vez por uno de sus principales medios de vida: la castaña. Antes y después de los 50, la goma registró un auge económico en el ámbito mundial y en Bolivia en particular. Durante aproximadamente tres décadas, benianos y cruceños aprovecharon esta oportunidad para explotar y exportar grandes cantidades de goma a Brasil. Luego, factores externos, que no estaban relacionados con el clima, afectaron la demanda de este producto, y consecuentemente se redujeron drásticamente los ingresos de los pobladores de nuestra Amazonía.
Muy poco, o casi nada, se pudo hacer para revertir tal situación, al extremo que la producción y comercialización de goma casi desaparecieron.
Una situación similar está sucediendo actualmente con la castaña (Bertholletia excelsa), mejor conocida como castaña amazónica o brazil nuts, producto forestal no maderable muy importante para el país, y no solo por su gran aporte en la generación de ingresos en la Amazonía boliviana (30% del total, según el estudio Estimación del potencial económico de la producción familiar en la Amazonía boliviana), sino también por su componente ecológico en la preservación de nuestra selva amazónica. Esto debido a que su aprovechamiento permite frenar la depredación de los bosques.
En cuanto a la producción de castaña, según datos del Servicio de Empresas Públicas y Productivas (Sedem), en la zafra 2015-2016 se exportaron 1.353 contenedores de 16 toneladas de este producto. Sin embargo, en la zafra 2016-2017 solamente se logró exportar el 50% de la cantidad anterior. Aunque todavía se maneja información estimada, muchos afirman que los rendimientos productivos se han reducido entre 40% y 50% debido a la deforestación, la falta de agua, los incendios forestales y el cambio climático.
Más allá de las causas detrás de esta reducción, no sobra recordar que la castaña es de suma importancia para el país, dado que la zona castañera comprende todo el departamento de Pando y las provincias Vaca Díez (Beni) e Iturralde (La Paz), con una superficie aproximada a 100.000 km2, equivalente al 10% de la extensión total de Bolivia.
De allí que si no se realizan acciones para revertir esta situación desde los diferentes niveles del Estado, ciudades como Riberalta, cuya economía y empleo dependen en un 70% de la producción de la castaña, se verán drásticamente afectadas, al extremo de provocar cambios en su tipo de actividad, lo que con seguridad generaría mayores impactos negativos en sus ecosistemas.