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Crisis castañera

Además de ser una fuente importante de ingresos, la castaña contribuye a preservar la selva amazónica.

/ 21 de marzo de 2017 / 06:01

La Amazonía boliviana nuevamente se ha visto afectada, esta vez por uno de sus principales medios de vida: la castaña. Antes y después de los 50, la goma registró un auge económico en el ámbito mundial y en Bolivia en particular. Durante aproximadamente tres décadas, benianos y cruceños aprovecharon esta oportunidad para explotar y exportar grandes cantidades de goma a Brasil. Luego, factores externos, que no estaban relacionados con el clima, afectaron la demanda de este producto, y consecuentemente se redujeron drásticamente los ingresos de los pobladores de nuestra Amazonía.

Muy poco, o casi nada, se pudo hacer para revertir tal situación, al extremo que la producción y comercialización de goma casi desaparecieron.  

Una situación similar está sucediendo actualmente con la castaña (Bertholletia excelsa), mejor conocida como castaña amazónica o brazil nuts, producto forestal no maderable muy importante para el país, y no solo por su gran aporte en la generación de ingresos en la Amazonía boliviana (30% del total, según el estudio Estimación del potencial económico de la producción familiar en la Amazonía boliviana), sino también por su componente ecológico en la preservación de nuestra selva amazónica. Esto debido a que su aprovechamiento permite frenar la depredación de los bosques.  

En cuanto a la producción de castaña, según datos del Servicio de Empresas Públicas y Productivas (Sedem), en la zafra 2015-2016 se exportaron 1.353 contenedores de 16 toneladas de este producto. Sin embargo, en la zafra 2016-2017 solamente se logró exportar el 50% de la cantidad anterior. Aunque todavía se maneja información estimada, muchos afirman que los rendimientos productivos se han reducido entre 40% y 50% debido a la deforestación, la falta de agua, los incendios forestales y el cambio climático.  

Más allá de las causas detrás de esta reducción, no sobra recordar que la castaña es de suma importancia para el país, dado que la zona castañera comprende todo el departamento de Pando y las provincias Vaca Díez (Beni) e Iturralde (La Paz), con una superficie aproximada a 100.000 km2, equivalente al 10% de la extensión total de Bolivia.

De allí que si no se realizan acciones para revertir esta situación desde los diferentes niveles del Estado, ciudades como Riberalta, cuya economía y empleo dependen en un 70% de la producción de la castaña, se verán drásticamente afectadas, al extremo de provocar cambios en su tipo de actividad, lo que con seguridad generaría mayores impactos negativos en sus ecosistemas.  

 

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Los guardianes silenciosos

Las presiones que enfrentan constantemente los pueblos indígenas de la Amazonía amenazan su modo de vida

Ronald Justiniano

/ 16 de agosto de 2023 / 08:26

La Amazonía es la selva tropical más grande y con mayor diversidad biocultural del mundo. En ella habita pueblos indígenas que han desarrollado culturas vibrantes y de relaciones profundas con la naturaleza. Su conocimiento ancestral y convivencia con la biodiversidad, junto con técnicas de subsistencia sostenible, son invaluables para la preservación de la selva amazónica. El rol de los pueblos indígenas para la conservación de la Amazonía es crucial, al ser estos escudos contra las presiones y guardianes natos del bioma.

La deforestación de la Amazonía avanza rápidamente. En 20 años (2001-2020), los bosques amazónicos se redujeron un 8,7% (542.581 km2), el 87% ocurrió fuera de los territorios indígenas y áreas protegidas (RASIG, 2021), esta tendencia evidencia que ambos cumplen un rol clave y estratégico de conservación, donde el manejo sostenible de los bosques y la protección de la biodiversidad son mecanismos efectivos para su conservación.

Lea también: Crisis castañera

En las tierras bajas, dentro de la Amazonía boliviana, los territorios indígenas de Chacobo Pacahuara y Cavineño, localizados en Beni, aún mantienen su idioma originario, y a la vez dominan el castellano. Esta no es la misma realidad para otros territorios indígenas. Los Tacana Cavineño localizados en Beni y el territorio multiétnico-TIM II localizado en Pando han perdido casi totalmente el uso del idioma tacana y cada vez están más expuestos a presiones en sus territorios. Si bien sus medios de vida concentran actividades basadas en recursos del bosque, ellos también producen arroz, maíz, plátano, yuca y caña, bajo el sistema de roza y quema que, según sus usos y costumbres, puede ser aplicado máximo a dos hectáreas por comunario; crían animales menores, practican la caza, la pesca y ganadería opcionalmente, casi en su mayoría para la subsistencia.

La producción dirigida al mercado es la forestal maderable, bajo planes de manejo y la recolección de castaña, asaí y majo, así como la venta de cuero de lagarto bajo manejo sostenible. La recolección y la venta de castaña son la principal fuente de ingresos para la región del norte amazónico, que cubre el mercado local e internacional, según datos del INE y el IBCE.  Estas dos formas de producción sostenible reafirman su rol de guardianes del bosque, el manejo indígena es “clave y estratégico” para mantener el bosque en pie y lograr la resiliencia climática.

Si bien casi la mitad de la Amazonía está cubierta por áreas protegidas y territorios indígenas, y aunque existen más de 500 pueblos, las comunidades son minoría frente a la población urbana, no son consideradas o no inciden en las políticas que debería seguir la Amazonía para afrontar grandes desafíos como el cambio climático, los incendios forestales, la extracción de recursos naturales y la deforestación, entre otros.

Las presiones y amenazas que enfrentan constantemente los pueblos indígenas de la Amazonía amenazan su modo de vida y su conexión con el entorno natural. La vulneración a sus derechos son problemas persistentes que deben abordarse. Reconocer la importancia de los indígenas de la Amazonía implica apoyar y promover sus derechos y su cultura, así como mejorar o fortalecer la seguridad jurídica de los bosques en los países amazónicos. Es urgente la implementación de políticas que protejan sus territorios y sus formas de vida, así como el respeto por su cultura y tradiciones.

(*) Ronald Justiniano es gerente de Proyecto de la FAN

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Indiferencia climática

Las instituciones llamadas a preservar el medioambiente están siendo ampliamente rebasadas.

/ 14 de junio de 2016 / 03:31

En ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, llamó a todos los países miembros a proteger la fauna y flora silvestres, ante el avance cada vez más creciente y habitual del tráfico ilícito, realizado por empresas e individuos motivados principalmente por obtener ganancias fáciles, sin importarles los impactos negativos que causan para las presentes y futuras generaciones.

También pidió dejar atrás la indiferencia contra la destrucción del planeta, asumiendo un compromiso con la conservación del patrimonio natural para beneficio de las generaciones actuales y futuras.
Bolivia es miembro originario de la ONU, cuenta con una legislación vigente, la Ley 1333 del Medio Ambiente promulgada en abril de 1992, que

plantea velar por la protección, conservación y restauración de la fauna y flora silvestre del país, en particular de las especies endémicas, de distribución restringida y en peligro de extinción; con base en información técnica, científica y económica, para hacer un uso sostenible de estas especies. De igual manera, la Ley  de los Derechos de la Madre Tierra ( Ley 071), promulgada en diciembre de 2010, y la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien de octubre de 2012 (Ley 300) definen los lineamientos y principios que orientan el acceso a los componentes, zonas y sistemas de vida de la Madre Tierra para transitar hacia el vivir bien en armonía con la naturaleza.

Justo es reconocer que algunas instituciones y organizaciones de la sociedad civil contribuyen para disminuir el tráfico ilegal de especies; sin embargo, la realidad muestra que las instituciones llamadas a dar cumplimiento a las normas antes mencionadas están siendo rebasadas; por ejemplo, un informe del Ministerio de Medio Ambiente y Aguas de Bolivia de 2013 expresa que de las 1.003 especies de vertebrados registradas en el país, más de 30 son amenazadas por el tráfico ilegal. El mismo informe afirma que el riesgo es “potencial” para casi todas las especies, siendo las variedades más amenazadas las lagartijas, iguanas, loros, tortugas, osos perezosos, monos y felinos.

Bolivia es considerada una de las naciones más ricas del mundo en diversidad biológica. Si deseamos conservar esta gran riqueza, debemos dejar de lado la indiferencia, dejar de ser permisivos contra las amenazas que se ciernen sobre los ecosistemas del país; debemos luchar contra el tráfico ilegal de la flora y la fauna, y contribuir con las instancias pertinentes para un mejor control de estas actividades ilícitas, antes de que sea demasiado tarde y nuestras próximas generaciones no puedan disfrutar de la belleza y los servicios ecológicos que proporcionan las diferentes especies de plantas y animales.

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