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Una herida que se debe cerrar

Cada 23 de marzo, la pérdida del Litoral se actualiza en el imaginario boliviano como una herida que no termina de cerrarse. Los años pasan (ya van 138) y los ritos se repiten. Por medio de discursos, desfiles, la entonación de himnos y otras ceremonias cívicas se renueva, en cada generación, un sentimiento de reivindicación marítima, que se constituye en un escollo permanente que impide estrechar lazos con el país vecino.

Al respecto no sobra recordar que el restablecimiento de cualquier relación que se ha roto, ya sea sentimental, comercial o geográfica, pasa por superar rencillas del pasado y orientar la mirada hacia el futuro, perdón de por medio. Y en el caso que aquí se comenta el “perdón” pasa necesariamente por la restitución de un acceso al mar para Bolivia. Las autoridades de ambos países están conscientes de este aspecto; de allí que en varias oportunidades se trató de buscar una solución al enclaustramiento boliviano desde ambos lados de la frontera. Pero cuando los dos países se transan en enfrentamientos hostiles, toda posible inteligencia sobre la materia se cierra. En consecuencia, sería muy conveniente bajar el tono agresivo en estos momentos, impulsando entendimientos constructivos encaminados a lograr la anhelada salida propia y soberana al Pacífico en favor de Bolivia.