Cuando María empezó a sentir unos dolores abdominales y de espalda, llamó a su esposo, Hernán, para dirigirse de inmediato a la Caja Nacional de Salud. Sin embargo, los médicos y los administradores de la aseguradora estaban en paro, y por ello fueron hasta la unidad de Emergencias, detrás del Hospital Materno Infantil.

Después de tres horas de valoración y con la ecografía en las manos, una de las doctoras sentenció: “Es un embarazo ectópico, el producto está fuera del útero y hay que operar, ¿o quiere que ella se muera?”, inquirió la profesional, ante los reparos del marido. Huelga recordar que este tipo de embarazados se desarrollan fuera del útero, usualmente en las trompas de Falopio, y a medida que crece, pone en peligro la vida de la madre.

Otra galena, quien también había oscultado a María, sugirió esperar. Los esposos se miraron entre sí y decidieron escuchar otra opinión; sin embargo, los profesionales los despacharon al Hospital General para una segunda ecografía. Allí no había camillas y los enfermos esperaban en el piso a que alguno de los estudiantes de Medicina voltee a revisarlos. Al final, la pareja decidió ir a un hospital privado, donde les repitieron: “¡Hay que operar!”.

Casi resignados a la intervención quirúrgica de la mujer, el temor a las consecuencias de esa cirugía asustó a la pareja de esposos, frente a la posibilidad de que un futuro embarazo podría comprometer la salud de la madre y del bebé. Así que se aferraron a las palabras de la segunda doctora, quien les sugirió esperar. De regreso al Materno Infantil, mientras la primera insistía en que María debía ser operada, la segunda decidió la internación de la asegurada. Así pasaron los días, se practicaron otras tres ecografías, además de estudios médicos, dos de ellos en un laboratorio privado, porque el de la Caja estaba en paro.

La pareja aguardó, hasta que en el octavo día de internación la segunda médica, que estaba de turno, les dio la buena noticia. “El embarazo se normalizó, el embrión tiene dos semanas de gestación, ahora ella debe cuidarse”. Atrás habían quedado, los correteos, el susto por una inminente operación y la preocupación que había generado un diagnóstico apurado. ¡Y pensar que María podía haber quedado sin una trompa de Falopio y afectada para un futuro embarazo!  Pasaron dos meses y medio de aquella experiencia y los dos viven felices el embarazo de su segundo hijo, que es esperado con alegría por los padres y su hermanita.

En la CNS hay buenos profesionales, como una doctora que días atrás me dijo que podía reservar una cita para mañana con la enfermera, sin la necesidad de ir a las cuatro de la madrugada a hacer fila; pero también hay profesionales que en lugar de dar tranquilidad al paciente, lo atemorizan con diagnósticos apurados.