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Salir al mar

Bolivia es el sexto país más extenso de América Latina, bastante por debajo de gigantes como Brasil, Argentina o México, pero solo ligeramente inferior en superficie a Perú y Colombia. También está entre las 10 repúblicas menos pobladas de la región. Para citar ejemplos: tenemos menos habitantes que Haití, Cuba, Guatemala, Ecuador, Chile o Venezuela. La conclusión inicial es que no necesitamos más kilómetros cuadrados para dar respiro y cabida a nuestros conciudadanos.

Cuando el 24 de abril de 2013 Bolivia presentó su demanda contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), no lo hizo para que Chile le regalara territorio. Nadie quiere ni un centímetro de aquella arena inhóspita. Bolivia pide “acceso soberano al mar”, que es lo que le hace falta.

Pero muy pocos parecen querer entender la diferencia, sobre todo los chilenos, cuyas autoridades insisten mecánicamente en que no habrá ningún cambio en los mapas o hitos fronterizos. Concedido, los ganaron en una guerra y se los pueden quedar.

Los propios bolivianos imaginan que al día siguiente de la sentencia en La Haya las tropas chilenas retrocederán para dar espacio a una reinstalada soberanía territorial boliviana. Nada de eso. Bolivia quiere salir al mar, no ensanchar su dilatada anatomía.

Pero, ¿cómo puede darle Chile salida al mar a Bolivia sin renunciar a varios kilómetros cuadrados de su hábitat conquistado? Muy simple. Para salir al mar, hay que pasar por la tierra, pero no hace falta poseerla. ¿O acaso necesitamos comprar decenas de lotes de terreno para llegar a nuestro trabajo? Todos caminamos sobre kilómetros prestados y nos conformamos con ser dueños de una parcela habitacional privada. Lo mismo en el caso de nuestros países. Para salir al mar, Bolivia debe atravesar territorio chileno y así lo hará de por vida. Lo que Chile debe ceder no es suelo, es soberanía marítima, algo muy distinto. Ha llegado entonces la hora de descomponer las cosas. Un Estado puede ser dueño del territorio, pero puede asignarle a otro algunas de sus prerrogativas a fin de facilitar su libre tránsito hacia un mar cuya dueña es la especie humana.

La idea no es rara. En Cisjordania gobierna la Autoridad Nacional Palestina, pero en más del 60% de su territorio está instalado el Ejército israelí.

Sí, ya sé, todos queremos que se vaya, pero el hecho es que un orden puede combinarse con otro. En Hong Kong impera el capitalismo anglo-chino y sus habitantes se gobiernan con reglas democráticas occidentales, mientras que en el resto del país hay un régimen de un solo partido. Sí, ya sé, todos queremos que la democracia recubra al gigante asiático, pero el hecho es que un orden puede combinarse con otro.

Bolivia quiere soberanía para llegar al mar, es decir para que mercancías y personas bolivianas que transitan desde y hacia él puedan hacerlo bajo leyes nuestras. Todo lo demás se lo pueden quedar, incluida su bandera de una estrella. No nos interesa administrar ni sus escuelas ni sus hospitales, no queremos que el MAS compita en sus elecciones o que les empiece a interesar el escándalo de doña Zapata o los exabruptos de Percy Fernández. Salir al mar no es recolonizar territorio, es salir al mar.